miércoles, 20 de agosto de 2008

LA GRAN ESTAFA (1973), de Don Siegel


Si existe algún antecedente preclaro de la ganadora de los Oscars de este año, No es país para viejos, éste sin duda partiría de esta excepcional película, La gran estafa, dirigida por Don Siegel allá a principios de los setenta.
Así es. Varios puntos hay en común con esta película: los listos que se quedan con un dinero que no deberían tener, el enviado de una misteriosa corporación a la que pertenece el dinero, y un inevitable juego de ajedrez en el que el tablero son las sombreadas y áridas dunas del desierto mientras Charley Varrick, un tipo que puede parecer corriente, se las sabe todas aunque pierda algo más que dinero por el camino.
Podría parecer chocante que el protagonista sea un Walter Matthau que quizá nos haga dudar de primeras sobre su condición de duro atracador de bancos pero según va avanzando la trama nos vamos dando cuenta de que ése es el hombre. De que si hay que hacer alguna acrobacia interpretativa arriesgada, Matthau era mucho más de lo que estamos acostumbrados a ver. Él sólo domina toda la película y fumiga con el peor de los insecticidas a todos los acostumbrados secundarios del cine de acción de los setenta como John Vernon, Joe Don Baker o, incluso, a su gran amiga, un tanto pasada de años pero siempre con ese interior hermoso y deslumbrante llamada Felicia Farr, esposa del mismísimo Jack Lemmon, su hermano dentro y fuera de las cámaras.
La película es de un ritmo magistral, que no da puntada sin hilo en ningún momento, que es espléndida en sus escenas de acción, que se sale de lo normal en su inteligentísimo planteamiento y que mantiene su área en la zona rural lo que nos permite observar la imposible caza de un zorro en una vasta extensión de terreno, en un lugar donde la desolación es lo que se impone, el viento desértico desata su repertorio en espera de una bala que lo parte en dos y, nuevamente, alguien de la vieja escuela sabe que, en algún sitio, allí donde nadie sepa que exista podrá empezar la nueva vida que quiere dejar atrás, harto de ser nada, cansado de la rutina de una existencia que tampoco tiene mucho sentido cuando está herida de grave soledad, derrengado por haber sido demasiadas veces el espectáculo de los demás…Esta vez, el espectáculo se realizará para él mismo…
Quizá un tanto ensombrecida en una época en la que gigantescas sombras que no eran más que los últimos coletazos del mejor cine, representados por "El padrino", de Francis Ford Coppola; "El golpe", de George Roy Hill; "Taxi Driver", de Martin Scorsese; o la mismísima "Harry el sucio", del propio Don Siegel, "La gran estafa" no ha ocupado el lugar que merece. Ha sido uno de esos clásicos escondidos que sólo han salido a colación ocasionalmente en la conversación de los más autorizados cinéfilos. Sin embargo, hay que reconocer que es una película que hace que tengas la certeza de que cualquier cosa que se haga ahora, ya se hizo antes…y se hizo mejor, con mejores actores, con directores que eran maestros sin reconocimiento (como todos los grandes maestros) y que no importa lo que hayas dicho, seguro que alguien ya lo dijo hace tiempo. Y uno de los que lo dijo antes fue Don Siegel en "La gran estafa".
Cuando se sienten en el sofá si se animan a verla, no esperen ver la típica película de buenos y malos. La clasificación correcta es la de listos y tontos. Y sólo hay un bando en el que todos querríamos estar, por mucho que nuestra propia moral nos indique que somos buenas personas… ¿Lo somos?...

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