jueves, 21 de agosto de 2008

LA SAL DE LA TIERRA (1954), de Herbert Biberman


Herbert Biberman fue uno de los “Diez de Hollywood” encarcelados por el Comité de Actividades Antiamericanas de ese energúmeno de Senador llamado Joseph McCarthy. Su carrera se vio totalmente truncada por sus años de cárcel y por la inclusión de su nombre en las “listas negras” que prohibían dar trabajo a cualquiera que no hubiera delatado a sus compañeros. Sólo cinco películas dirigidas y apenas siete guiones de Biberman consiguieron ver la luz. Y la culpa principal de todo ello la tuvo esta sobrecogedora película que, si nos paramos a verla con un poco más de detenimiento, es más, mucho más, que una película merecedora de las “listas negras”.
"La sal de la tierra" está basada en una huelga salvaje de los trabajadores de las minas de zinc, hartos de sus penosas condiciones de trabajo. Más allá de eso, también profundiza en los prejuicios raciales contra los trabajadores mejicanos que merecían un trato tan digno como cualquier otro. ¿No es suficiente? Bueno, pues también habla, de forma un tanto bisoña, a favor del feminismo al convertir a las mujeres de los mineros en piezas de excepcional importancia dentro de la lucha sindical de sus maridos. Y se abre con una maravillosa frase del personaje de Esperanza Quintero, interpretada por Rosaura Revueltas, que dice así: “¿Cómo podría comenzar una historia que no tiene principio? Mi nombre es Esperanza. Esperanza Quintero. Soy la esposa de un minero. Esta es nuestra casa. La casa no es nuestra. Pero las flores…las flores son nuestras…” y ya, desde ese momento, vivimos en el corazón de esa Esperanza desesperanzada que nos guía por los caminos asfaltados con la sal de la propia tierra. Lo cierto es que, pasados 54 años desde su realización, la película mantiene su triste vigencia, su urgente necesidad, su polvo enlatado, su estría de sufrimiento, su ira callada, su lucha…una lucha que nadie, nunca, debería olvidar.
No cabe duda de la activa militancia izquierdista de la propia película, pero, al igual que ocurre con otras obras maestras del cine (sin ir más lejos, con la genial "Espartaco", de Stanley Kubrick), su forma de expresar el dolor y la injusticia está lejos, muy lejos, de ser maniquea y es una de esas raras obras capaces de hacer cambiar nuestra mirada descreída, nuestro encogimiento de hombros ante los problemas de los demás. Es una película que puede hacer más por la vida que por el cine…
La génesis y circunstancias que rodearon el rodaje fueron retratados hace bien poco, en el año 2000, por el director Karl Francis en "Punto de mira", con Jeff Goldblum en el papel del director Herbert Biberman y con Ángela Molina dando vida a Rosaura Revueltas. Sin ser una gran película, es altamente reveladora de lo difícil que es mantener tus propias creencias cuando todo lo que está a tu alrededor grita por tu silencio y es una evidente muestra de la actualidad que aún tiene el tremendo problema que plantea esta excepcional película llamada "La sal de la tierra".
Así que quizá, ahora, en este preciso momento, sea la hora de los que siempre pierden, de los propietarios de la rabia ajena, de los que consiguen vivir a pesar de que la vida aplasta para matar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué gozada el comprobar que te has animado a emprender una nueva aventura cinematográfica escrita regalándola y poniéndola a disposición de los que queramos degustarla, yo, desde luego seré uno de ellos, de hecho no he visto nunca "La sal de la tierra" así que ya me estoy haciendo urgentemente con ella, seguro que no me defrauda.
Lo dicho, un placer el volver a leerte por aquí, saludos y abrazos.
Salman.

Anónimo dijo...

El placer es mío al saber que aún andas por los espacios cibernéticos intentando encontrar joyas del cine. Y adelante, Salman, no hay nada que me pueda gustar más que descubrir pequeñas gemas para quien busca tesoros escondidos.
Un saludo.
César