jueves, 9 de octubre de 2008

ASESINATO JUSTO (2008), de Jon Avnet


O sea, vamos a ver si lo entiendo. Como reguero de pólvora, se extiende la opinión de que Robert de Niro y Al Pacino están acabados porque hace más de diez años que no dan pie con bola. Según eso, Marlon Brando estaría acabado en los sesenta, Sean Connery tocó techo con Los intocables y Paul Newman en la segunda mitad de los setenta sería más inútil que una tortuga con muletas.
Pues no, señores, no. En una sola mirada de estos tipos hay más cine que en cientos de películas protagonizadas por esos actores de salón de muñecas tipo Shia LaBeouf, Matt Damon o Mark Wahlberg. Detrás de sus ojos, siempre acertados, siempre acerados, se adivinan intenciones oscuras, pensamientos entrecruzados y secretos en la penumbra de su personalidad. Entre ellos (miedo tienen de coincidir en un plató, decían cuando se estrenó Heat y hace mucho que vi el making of y ambos estaban frente a frente en aquella mesa) se establece un juego que raya en el humor, como una justa de caballeros que se baten intentando poner cada vez el listón más alto al contrario. Y ambos resisten. Y se atreven. Y disparan interpretación en un maravilloso repertorio de gestos, actitudes y tentativas. Y si en Heat quien ganaba la partida era de Niro, aquí debo decir que, con apenas un cuerpo de ventaja, el mejor es Pacino.
Y es que entre las retorcidas curvas del argumento intuimos el equilibrio que emana de una balanza que tiene dos contrapesos ideales en un delicado caos de precaria estabilidad. Cuando uno de los dos lados de la balanza opta por pesar un poco más, el otro cae en la desilusión y la derrota, en la decepción y en la ira desbocada, en el juicio injusto y sumario sobre unos crímenes que merecen el mayor de los castigos. Siempre hay alguien que sufre cuando se toma una decisión que se sale de los cánones de un estilo de vida que tiene sus compensaciones, sí, pero también tiene enormes caídas al vacío.
No cabe duda de que Jon Avnet olvidó la destreza en algún fotograma de Tomates verdes fritosy que, desde entonces, es un director menos que discreto y en esta ocasión no hace más que confirmar su evidente mediocridad. Pero… ¿saben una cosa? Viendo esta película me importa tres narices que detrás de la cámara haya un tipo que no sepa hacer la o con un canuto. La película es de de Niro y de Pacino (muy bien secundados por un actor tan seguro como Brian Dennehy, un tipo de cierta intensidad creíble como John Leguizamo y una atractiva chica de ojos grandes y piernas largas como Carla Gugino) y ellos dominan y devorar el argumento, con su planteamiento, desenlace y final.
A veces es descorazonador ver cómo, a la salida, la gente comenta cosas como “sí, te sientes algo intrigado pero…”…Claro, la película que tiene muchas explicaciones y pocas balas te tienen intrigado pero… Es que en esta película, la verdad, la intriga no es lo importante. Lo importante son los motivos de la intriga, esa balanza que se desequilibra por un hecho puntual y justo, y por la actuación tan impresionante, el jugo que saben sacar a sus personajes dos actores de baja estatura pero recursos ilimitados como son Robert de Niro y Al Pacino. Y es eso lo que hay que ver en la película. El resto, quizá, es sólo una excusa.
Hace algunos años, Al Pacino recibió el premio del American Film Institute por toda su carrera. Su amigo de siempre, Robert de Niro, le mandó un mensaje grabado desde donde rodaba una película: “Al, sabes que te quiero y que siempre he pensado que eres el actor más brillante de tu generación…si exceptuamos a mí mismo, por supuesto…”. Así que ahí, tal vez, es donde se empieza a medir la inmensa categoría de los realmente grandes. Dos tipos que cuando tienen que enfrentarse con las armas de la interpretación no tienen miedo a que una voz resuene en un transmisor con un aviso a la central: “10-53 Agente herido”. Y la razón es que nadie puede herirlos. Ellos lo saben todo. Incluso cuando han disparado a un mal blanco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La película desde luego que no es una obra maestra, ni falta que le hace además, creo que el espectador que haya seguido las carreras de ambos actores antes de meterse en una sala de cine a ver "Asesinato justo" sabe con qué se va a encontrar.
Hoy en día hay esperpentos que se hacen llamar actores y cobran entre 15 y 20 millones de dólares por película y sólo espero que tanto Pacino como De Niro se hayan embolsado bien sus arcas por esta película, yo pagaría por verles vomitar, seguro que transmiten más matices que la mayoría, es lo que tiene la subjetividad, además ahora que se nos ha ido Newman, cada vez quedan menos grandes y ambos lo son, así que disfrutémoslos, que estoy convencido de que les quedan interpretaciones míticas que regalarnos antes de que la masa borreguil hable de los buenos que eran, cuando muchos de ellos ni siquiera habrán visto ni la cuarta parte de sus filmografías.
Gran post y gran blog, a seguir así, Don César.
Un abrazo.
Alberto

César Bardés dijo...

Menos mal. Creía que iba a ser el único en defender a estos tipos que parece que han entrado en la "risible tercera edad" que muchos parecen querer encasquetarles. Gracias por tu comentario y, desde luego, ellos dos son tan grandes, tan maravillosos, tan faltos de afectación, tan brillantes sin querer serlo que importa un bledo si la película es buena o no. Ellos son dos de los mejores actores del mundo, les guste a los admiradores del cine de consumo rápido o no.
Un abrazo, Alberto, y gracias de nuevo