miércoles, 8 de octubre de 2008

LA MUJER DEL CUADRO (1944), de Fritz Lang


A veces la realidad es tan sentida que todo parece ser un sueño. Es como notar, poco a poco, cómo se estrecha la soga de la horca en torno a tu cuello. Es la casualidad que te invade para forzar las tuercas del engranaje de tu destino. Es dar fuego a alguien a quien nunca debiste dárselo. Es indagar en la mente humana. Es rebuscar en la mente criminal. Crimen y humanidad, dos palabras que están indisolublemente unidas en algún lugar de nuestro subconsciente.
Un veterano profesor de criminología se queda sólo en la ciudad mientras su familia se marcha de vacaciones. Sus planes son muy sencillos. Trabajar, repasar unas cuantas notas e irse a cenar al club, una buena charla, tal vez un buen libro y luego recluirse en casa. Vaya, he utilizado “recluirse”. A menudo, hasta los planes más sencillos se vuelven complicados, una cosa lleva a la otra y todo acaba siendo una espiral enorme de variables que no se despejan y que sólo dependen de un signo. La belleza, con frecuencia, es tan turbadora que hace que se nos despierten los sueños más prohibidos, aquellos que sólo podemos bordear con el alma porque sabemos que si nos adentramos en ellos, dejamos de ser quienes somos.
Qué gran maestro del cine era Fritz Lang. Con qué facilidad nos ponía por delante una de sus historias que jugueteaban alrededor de un destino extrañamente dominante en unas vidas de aparente normalidad. Puso talento, belleza, un argumento arrolladoramente negro…pues…¿qué es más negro que la perdición por culpa de la belleza…del enamoramiento pasajero…de ese callejón anegado por la lluvia tan atractivo que no lleva a ninguna parte?...Para ello, Lang contó con un Edward G. Robinson que sabía ir desde el rostro de la maldad hasta el lienzo de lo inesperado y caer inocentemente en el remolino de unos acontecimientos que no puede controlar. A su lado, Joan Bennett (les diré un secreto, siempre estuve enamorado de esta mujer) que es tan turbadora, tan atractiva, tan desbordantemente soñada que no se puede encerrar su mirada y su piel en los estrechos límites de un marco. Husmeando como un perro policía, Raymond Massey que, sin saberlo, llevará a un amigo hasta el mismo límite de la culpabilidad. Y, por supuesto, arrolladoramente despreciable, Dan Duryea, con una de esas sonrisas que uno tendría verdadero placer en borrar de un puñetazo.
Siempre que he visto esa película, me he puesto a pensar qué es lo que hubiera pasado si, en lugar de haber dicho que no sabía dónde estaba una calle a una chica de mirada interesante, me hubiera esforzado en buscarla con ella. O por qué no ayudé a aquella otra en el aeropuerto que iba con tantas maletas que se le iban cayendo del carrito. Las curvas del destino son tan intrincadas que nunca se sabe cuál es el final del camino. Y perdónenme pero no pienso decir nada más. Ni se les ocurra pedírmelo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué grandísimo actor era Edward G. Robinson. Es de esas personas que cuando lo ves en una peli se te olvida que está actuando. Casi siempre ha hecho papeles de hombre duro, antipático. Pero yo lo vi en una película que sacaba una bis cómica enorme, lo que pasa es que para variar no recuerdo el título. Y con esta peli que comentas me ocurre que la confundo con Laura y otra que protagonizó Loretta Young que tampoco recuerdo el título. Toal, un desastre.
Un saludo

César Bardés dijo...

Pues sí, era un magnífico actor. Probablemente la película que comentas en la que sale en un papel más desenfadado sea en "Pasaporte a la fama", de John Ford, en la que hacía dos papeles, una comedia con toques de cine negro bastante buena. En cuanto a la película de Loretta Young ahí estoy bastante menos seguro, fue una actriz que hizo más de cien películas y nunca tuvo una repercusión excepcional. Quizá te refieras a una de sus mejores interpretaciones en "Un destino de mujer". Bien es cierto que "Laura" y "La mujer del cuadro" son del mismo año y, curiosamente, de dos realizadores germanos, sólo que "La mujer del cuadro" se decanta hacia un cine mucho más psicológico y "Laura" se mete en los terrenos del cine negro renovando fórmulas e introduciendo nuevos elementos. Quizá, próximamente, haga otro comentario sobre "Laura" para completar el díptico.
Un saludo.