jueves, 16 de octubre de 2008

QUEMAR DESPUÉS DE LEER (2008), de Joel y Ethan Coen


¿Se puede construir una historia a través del trazado de unos personajes? ¿Los personajes deben de ir trazados en función de la historia? ¿Hay historia en algo que no tiene ninguna importancia? ¿Los personajes envueltos en una historia sin importancia son importantes? ¿Hay alguna inteligencia suelta por el mundo incluidos los servicios de inteligencia? ¿Hay algún sentido en lo que hacemos o nos movemos por simples estímulos exteriores como el sexo, la estética, la estupidez, la frialdad, el desequilibrio, el desentendimiento y la desconfianza? ¿No es mejor quemarlo todo después de leer estas preguntas?
Bueno, pues esas son las preguntas que se dedican a contestar los Hermanos Coen en Quemar después de leer, una comedia inteligente para inteligencias relativas que sabe hurgar con cuchillas de afeitar en los males que afectan nuestras enfermedades diarias. ¿Que somos paranoicos? ¿Y qué? ¿Que estamos insatisfechos de nuestras vidas aunque aparentemos que somos los más felices del planeta –y no utilizo la palabra “planeta” de modo casual- y además no tenemos ninguna vergüenza en confesar nuestras pequeñas debilidades normales? ¿Y qué? ¿Creemos que eso va a afectar a la seguridad nacional? Eso, con el humor marca de la casa de estos excepcionales directores, está contestado. Lo que a usted le pase, querido lector, no le importa a nadie. A nadie. Vivimos en una torturante soledad que nos aísla aunque nos relacionemos. Nos movemos entre conductas desequilibradas con la soltura de la más perfecta normalidad. Y aunque no sea normal, lo aceptamos como tal. Engrandecerse los pechos a través del chantaje puede ser algo tan corriente como asistir a extraordinarias muestras de la mayor estupidez que te puedes encontrar dentro de una persona humana (¿cómo van a ser las personas sino humanas, chichilivaina?) y decirse a sí mismo: “Bueno ¿y qué? Tipos como éste los hay en todas partes. Existen, sí. Son un mal que no hace mal”. Hasta que lo comienzan a hacer intentando jugar con cosas como si fueran fuego cuando su chispa no pasa del fósforo perdiendo la cabeza al rascarse con la caja.
Los Coen, a través de esa construcción de acero forjado que realizan en sus personajes, nos hacen una radiografía en los territorios de la screwball comedy tamizada por una violencia inesperada de los males que afligen nuestras vidas, la dependencia excesiva a la que hemos limitado una existencia que, ya de por sí, es tonta. Y el resultado es una película brillantemente absurda, agudamente estúpida, dirigida a todas las inteligencias que son conscientes de la relatividad de unos valores que hemos convertido en papel de quemar.
Sin duda, en esta ocasión, los Coen han rehusado seguir por las sendas trazadas de No es país para viejos y han optado por caminos más cercanos a los que ya nos hicieron intuir en El gran Lebowsky. Si allí cogieron el universo de Raymond Chandler y sustituyeron al inefable protagonista de puntada sin hilo por un tipo sucio, desastrado, desclasado y más pasado que un filete de media suela, aquí cogen a una serie de personajes que podrían muy bien haber formado parte del reparto de una comedia loca de Howard Hawks, integran la violencia (que aceptamos todos los días en el telediario sin ningún problema) y lo que les sale es algo profundamente particular, es una mirada llena de desesperanza (una pediatra más fría y más despreciable que un asiento con consolador), es un pesimismo teñido de una sonrisa acompañada de esa frase tan manida de “mejor será que nos riamos porque si no….”
En cuanto al apartado interpretativo, muy importante dentro de una película que basa toda su armazón en el diseño de personajes, todos están absolutamente brillantes, sin excepción. John Malkovich aporta un histrionismo muy necesario a un personaje que se hace evidente en su sustitución; George Clooney es la visión paranoica del tipo que cree que merece algo mejor, pero sabe que lo mejor para él siempre está a la vuelta de la esquina, con lo cual difícilmente será mejor; Brad Pitt está fantástico con un personaje que pinta de fresa la estupidez y la llena de torpeza balanceada por el baile más hortera (y no quiero decir más de este personaje, es una mina que Pitt sabe saquear); Frances McDormand pasa del registro más adusto al más histérico en una progresión dramática que no se sale nunca de lo risible pero que inspira una indudable pena; Tilda Swinton es el rostro férrico de lo helado, de la incapaz de sentir, de la insensibilidad capaz. Todo un rosario de estupendos actores dirigidos por un par de tíos que saben, desde el principio, lo que quieren dar a entender y hacia donde se dirigen con una climática y estupenda música debida a Carter Burwell.
Y eso es todo. En realidad, es una película que no es más que una enorme bola de nieve surgida de algo que no tiene la más mínima importancia. ¿Y qué puede hacer el espectador? Nada. ¿Ha aprendido algo? No. ¿Alguna lección que sacar? No volverlo a hacer…si es que se ha hecho algo. ¿Hay más preguntas? Para quien sepa leer…no. Para quien no sepa, lo único que tiene que hacer es coger este papel, hacer con él un burruño y quemarlo en la hoguera más próxima. No sirve para nada.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo reconozco que no soy aficionada al cine de estos hermanos. Imagino que más de uno me tildará de ignorante y de muchas más cosas. He visto varias de sus películas y no termino de cogerles el punto. No creo que vaya a ver esta que comentas, pero estoy segura que si voy a verla dudo mucho que lo pase mejor que leyendo tu entrada. Eres la leche, con perdón. Leo frases tuyas y vuelvo atrás para volver a leerlas. Prefiero ver la película através de tu comentario.
Hoy te has superado. Si es que eso es posible.
Un saludo

César Bardés dijo...

Ya sé que "No es país para viejos" es una de las películas más feas que has visto en tu vida pero lo que es cierto es que estos tipos no hacen más que avisar de la flora y fauna que nos rodea, que supone más peligro que el que tiene un ñu pastando en campo abierto. De todas formas, gracias por el elogio, he intentado acercarme, aunque sólo sea de lejos, al estilo de la película con todo lo que digo, claro que eso, quizá, sólo lo capten los que tienen las mentes dispuestas a trabajar un poco. Tú, una vez más, has demostrado que la tienes.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Yo tampoco soy muy de Coen, he de reconocerlo, pero siempre acabo atrapado en su tela de araña. Tampoco acabo de pillarles el punto y por eso voy a ver todas sus pelis a ver si lo consigo alguna vez. Esta también la vi, claro, y he de decir que la peli colmó mis expectativas, y no sólo por el hecho de ver a George Clooney cantando en la ducha, que también es un punto, oye, no te creas. Muerte entre las flores sigue siendo mi peli preferida de estos dos, pero en general a mí los Coen que más me gustan son estos, los que se ponen estupendos, esperpénticos y lebowskianos (vaya guiño ver a Malkovich paseando en gallumbos en plena calle por cierto). El estilo de estas comedias ¿descerebradas? me recuerda bastante al de los Simpson, con ese afán de mostrar al americano medio a base de cuatro trazos caricaturescos. A fin de cuentas los utensilios que utiliza Clooney para construir su "artefacto" parecen sacados del mismito badulaque de Apu ¿no? En fin,me parece que estoy largando demasiado. Creo que tengo que ir a correr.

Anónimo dijo...

Yo también pienso que usted es la leche ¿ Dónde le enseñan a uno a escribir así?

César Bardés dijo...

Yo estoy de acuerdo contigo en que la mejor película de los Coen, por su precisión, por su astucia y por su sabiduría es "Muerte entre las flores" aunque me alucina "Barton Fink" también con ese relato nacido desde el mismísimo infierno de la inspiración (o de la falta de ella). Quizá en lo que puedo disentir es en calificar este tipo de comedias como "descerebradas". Yo creo que precisamente ahí está una de las virtudes más grandes de estos tipos. Te venden el "descerebro" y, sin embargo, conforman una parábola sumamente inteligente sobre algo que carece absolutamente de sentido como son nuestras vidas y el artefacto de Clooney (que, si te fijas, lo presentan como casi, casi, si estuviera preparando un arma secreta infalible en su más que oscuro trabajo) no es más que otro trazo de cómo vivimos y lo mal que nos desarrollamos. Gracias por pensar que soy la leche pero, Dex, te aseguro que siempre pienso que no doy la talla. Un saludo y gracias también por un aporte tan importante.

Anónimo dijo...

Lo de descerebradas lo he puesto entre interrogantes, pues a mi tampoco me lo parecen en absoluto. Con los Coen empieza a pasar un poco como con Woody Allen, se empieza a distinguir entre grandes obras y títulos "menores". Pero los títulos "menores" de uno y otros son como el vino, no hacen sino mejorar con el tiempo

César Bardés dijo...

Es lo que tiene Internet que muchas veces no se cogen las cosas a las primeras de cambio porque no se pilla el sentido. Mis disculpas. Por otro lado, te diré que de toda la filmografía de los Coen tan sólo abomino de "The ladykillers" que me pareció flojísima (aunque junto con "Crueldad intolerable" y "El gran salto" son las tres películas que han hecho de encargo, el resto son obras muy personales) y, sí, sin duda, hay obras menores y obras superiores. Quisiera destacar también lo estupenda que es "Fargo", que hicieron también como una radiografía del tipo de gente con los que han crecido porque ellos son de Minnesota y me parece increíble su capacidad de reírse y de admirarse de su propia gente en una historia sórdida y blanca. Algunos tan sólo les consideran unos "chicos aplicados". Yo creo que, en estos tiempos de crisis de ideas y de mediocridades alabadas como geniales, son directores excepcionales junto con otros deditos de una mano.
Gracias por la aclaración. Te sigo leyendo.