miércoles, 29 de octubre de 2008

UN MARIDO RICO (1942), de Preston Sturges


Como casi todas las películas de Preston Sturges, Un marido rico se apoya en la premisa de una falsa identidad. La búsqueda, por parte de una mujer de soluciones rápidas y decisiones inapelables, de un marido rico para resolver sus problemas económicos y, de paso, los de su primer marido da paso a una comedia hilarante, inteligente, de complejidad sorprendentemente simple, en el que destaca el trabajo de una maravillosamente encantadora Claudette Colbert, la eficaz labor de un circunspecto Joel McCrea, la carcajeante singularidad que despliega Mary Astor y la apabullante torpeza romántica de Rudy Vallee sin olvidar ese excepcional personaje del millonario que enciende la mecha de toda la historia, mezcla de loco mecenas y de viejo verde que interpreta con maestría Arthur Stuart Hill.
El caso es que Preston Sturges, una vez más, nos regala una de sus obras maestras que convierte la vida en un rato extremadamente divertido, con un mosaico de personajes ruines pero repletos de esperanza, que se sirven de su propia corrupción para poder alcanzar lo que en condiciones normales no son capaces de agarrar, y que hablan del sexo como una causa que oscila peligrosamente entre la celebración y la condena. En el fondo, Sturges era un hombre que hablaba de cosas muy pequeñas pero que, por arte de magia y talento, podía transformar en grandes ideas revestidas de una pequeña lección moral pero sin erigirse en conciencia de nada ni de nadie. Y ésta es una de sus grandes comedias, repletas de situaciones regodeadas en el barro de la paradoja (Rudy Vallee cantando una romántica e inadecuada serenata a su amada con toda una orquesta sinfónica mientras ella está en su dormitorio pegándose un revolcón con Joel McCrea). La sonrisa es un valor seguro en la bolsa de valores del cine de Preston Sturges, que arruinó su propia vida luchando por el elevado precio de la independencia. No en vano, Sturges fue uno de los pocos privilegiados que fueron capaces de saltar la infranqueable barrera que permitía a los guionistas dirigir sus propios guiones en el viejo y rígido sistema compartimentado de estudios y formó un grupo de sabios de élite del que formaban parte nombres tan ilustres como Billy Wilder (que en varias ocasiones declaró su profunda admiración por el cine de Preston Sturges), Joseph Mankiewicz y John Huston. Póker de ases para ganar la apuesta del ingenio con cartas demasiado seguras.
Quizá el secreto de la imperecedera genialidad del cine de Preston Sturges se halla en una frase de Voltaire: “el hombre debe caminar a carcajadas por el camino de la verdad”. Y es que el genial director soñó un día con morir de risa al crear un chiste propio y lo que consiguió fue arruinarse después de que nadie apostara por él, desgracia de una vida que no tardó en devorarle después de una carrera que se antoja como increíblemente corta para alguien que quiso hacer verdad y quiso hacer risa.
Su autobiografía arranca con una inusual frase melancólica que reflejaba el estado de ánimo de un hombre que era famoso por su buen humor pero que traslucía una impecable calidad literaria: “Frías son las manos del tiempo que se arrastra a duras penas, destruyendo despacio pero sin piedad lo que ayer era joven. Sólo nuestros recuerdos resisten esta desintegración y mejoran con el paso de los años”. Y sólo las extraordinarias películas de un adelantado a su tiempo, de un inventor de la comedia que consiguió coger elementos del Capra desprovisto de optimismo y del Lubitsch menos inocente para hacer un cine tan personal que nunca tuvo referencias ni mucho menos continuadores. Un marido rico es una de los ejemplos de lo que podía llegar a hacer, es una cumbre de la comedia, una delicia para las ganas de reír. Busquen al marido rico, no se arrepentirán, es puro gozo para el no siempre satisfecho contento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que Preston Sturges es uno de los grandes olvidados de la Historia del Cine. Su talla como comediografo ha quedado un tanto eclipsada por nombres como los de Lubitsch, tío Billy, Leitsen o Capra que lo toma como referente en casi todas sus películas. Cuánto nos haría falta hoy día un Sturges para superar estos duros y críticos momentos que nos está tocando vivir. En cualquier caso, siempre nos quedarán joyas como Navidades en julio,Los viajes de Sullivan o Las tres noches de Eva.

César Bardés dijo...

Quizá Preston Sturges sea uno de los grandes olvidados porque su suerte fue muy adversa (aunque ganó su Oscar al mejor guión original por "El gran McGinty" ofreciéndose a la dirección a cambio del sueldo de...un dólar), su filmografía es extremadamente corta y además, en concreto en España, hemos tardado mucho en ver muchos de sus títulos. De lo que no cabe duda es que Sturges era el perfecto ejemplo de la risa inteligente, de la relativización de la crisis siempre que tuviéramos una idea clara de lo que queríamos. Qué grandes películas nombras, Dex, aunque yo uniría a ellas también joyas un tanto desconocidas como "El milagro de Morgan Creek" o esa parábola sobre los celos enfermizos que es "Infielmente tuyo" con un insuperable Rex Harrison. En cualquier caso, sí, "Los viajes de Sullivan" y "Las tres noches de Eva" están un peldañito más arriba para recordarnos que una carcajada inteligente vale más que muchos sueldos perdidos porque te pueden ayudar a saber cuál es tu verdadera misión en la vida.
Gracias por tan importante comentario.