jueves, 6 de noviembre de 2008

LOS NIÑOS DE HUANG-SHI (2007), de Roger Spottiswoode


Bajo la sombra demasiado alargada de El albergue de la sexta felicidad, de Mark Robson, con una inolvidable Ingrid Bergman, asistimos a otra larga marcha de penalidades y esperanzas rotas que se tratan de reconstruir a través del ejercicio desinteresado del amor. Lástima que el lienzo en el que se dibujan todas estas sensaciones sea tan plano y carente de emoción como el rostro de Jonathan Rhys Meyers, un actor que, lo que es actuar, actúa bien poco.
Y es que el susodicho no es Ingrid Bergman ni por intuición. Y lo peor es que es una pena mientras se mueve dentro de una historia que, de haber sido bien trabajada en el guión, estaríamos al menos ante un amago de lágrima y un suspiro de aire fresco en medio de una aventura de gigantes protagonizada por pequeños en un inmenso país debatido entre la guerra, el hambre y las turbulencias propias de un océano de amargura.
Caminando entre montañas, nos podemos encontrar con simas tales como la historia de un corresponsal de guerra que, en ningún momento, consigue hacer algún trabajo para un medio de prensa. O que sea capaz de ganarse a los hostiles niños simplemente arreglando el generador de la luz (nada de maestros ejemplares, oiga, hágase usted electricista y se ganará el aprecio de toda la infancia). O que, como nota de dramatismo cruel uno de los niños decida poner fin a todo ante la perspectiva de un traslado de larga distancia. Claro, tantas simas hacen de la cordillera un campo de golf y, con tanto agujero, el conjunto se resiente. Sobre todo si el hilo conductor de toda la odisea son unos diálogos banales y muy pillados al vuelo que hacen que, al terminar la película, una cruz negra en el cielo anuncie que el intento haya sido fallido.
Por otro lado, sí, cabe destacar el trabajo de Radha Mitchell, muchísimo más intensa que su compañero Rhys Meyers, o de Chow Yun Fat, seguro en su papel (¿qué diablos hace un graduado de West Point metido a comunista? ¿Alguien me lo puede explicar? ¿O es mejor no explicar por darle misterio a un personaje que puede ser fascinante pero que no está desarrollado?) y vacilante en una trama que le zarandea en plan comodín. Y, sobre todo, hay un acierto indiscutible en la excepcional banda sonora de David Hirschfelder (que ya destacó en películas como Shine, de Scott Hicks, o Elizabeth, de Shekhar Kapur), un trabajo brillante, climático y en el que, en otras circunstancias, la historia encontraría un apoyo que juega con el mundo de la infancia, el exotismo oriental y la tremenda aventura que pudo ser y que no es. También hay que fijarse muy detenidamente en ese espléndido muestrario de fotografías que acompañan a los títulos de crédito finales, obra del cinematógrafo Xiaoding Zhao, que ya había realizado anteriormente espléndidos trabajos para Zhang Yimou en La casa de las dagas voladoras y La maldición de la flor dorada.
No cabe duda de que la historia se parece demasiado a la que Ingrid Bergman realizó 42 años atrás pero mientras allí se esbozaba el esfuerzo titánico de una mujer que, desde el principio, sabía cuál era su misión en la vida y fue despreciada por todos hasta que llevó a unos cientos de pequeños hacia la libertad, aquí parece que el tal corresponsal de guerra no tiene mucha idea de qué es lo que quiere, acepta hacerse cargo de los niños a regañadientes y su evolución personal es tan nula como su trabajo para la prensa, cosa que realmente no ocurrió si nos atenemos a su verdadera historia y que resulta verdaderamente chocante si nos fijamos en el nombre del director, Roger Spottiswoode, un hombre de trayectoria ciertamente irregular pero que realizó una de las mejores disecciones sobre la corresponsalía de guerra en esa pequeña y singular joya que fue Bajo el fuego, con Nick Nolte y Gene Hackman.
Así pues tendremos unos paisajes bonitos bañados en un pentagrama irreprochable, una historia ya vista y a un actor más panoli que jugar con cerillas al lado de un montón de leña. No. No llegamos con esta película a la séptima felicidad atravesando el mar amargo que siempre ha sido China, tierra en la que la libertad huyó porque hubo muchos hombres que, armados sin armas, no libraron las batallas que pudieron ganar.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando leí, creo que en Fotogramas, el argumento de esta peli, enseguida pensé en El Albergue de la Sexta Felicidad. Es una de mis películas preferidas. Me ha gustado que tu también la nombraras en tu entrada. Dudaba en ir a ver ésta, pero creo que después de leerte mi duda ha quedado depejada.
Gema

César Bardés dijo...

El parecido es más que evidente, desde luego. Pero, claro, carece de la magia de "El albergue de la sexta felicidad". Mientras en aquélla se toma su tiempo hasta que el personaje de Ingrid Bergman se asienta y ve con claridad todo lo que tiene que hacer, en ésta todo ocurre deprisa y dale que te pego. Es la pena de gran parte del cine de hoy: guiones poco trabajados, interpretados por actores poco dotados (es el tipo que protagonizaba "Match point" y tampoco me gustó ni la película, ni él, aparte de que en "Match point" parece que el tenis para él era algo parecido al arte de tocar el banjo porque no tenía ni remota idea, vamos. Aquí, le da por el baloncesto y el director no insiste mucho porque me da que tampoco dominaba en demasía la virtud de la canasta). En lugar de ir verla, ve otra vez "El albergue de la sexta felicidad", es muchísimo mejor película.

Anónimo dijo...

He estado buscando entre mis pelis para ver si tenía El Albergue de la Sexta Felicidad. Mis despistes van en aumento, debe ser cosa de la edad. Y sí, claro que la tengo. Junto a ella he encontrado otra peli que me fascina, La Buena Tierra. Qué película tan maravillosa. Desde cría me han gustado de una manera especial las películas ambientadas en Oriente. También he recordado otra preciosa, Estirpe de Dragón y cómo no, otra de mis películas preferidas y que volví a ver hace poco, El Mundo de Suzie Wong. Bueno, perdona que me haya ido un poco por las ramas. En cualquier caso, cuando he encontrado El Albergue de la Sexta Felicidad, se me ha dibujado una sonrisa en la cara.
Gema

César Bardés dijo...

Y no te olvides de "Sayonara" o de esa película tan despreciada pero que no deja de seducirme, especialmente por la interpretación de Marlon Brando, que es "La casa de té de la luna de agosto" o una desconocida con William Holden y Clifton Webb de curas misioneros titulada "Satanás nunca duerme", o la ya comentada "Siete mujeres" del gran John Ford rindiendo homenaje a todas las mujeres...Sí, Oriente ha sido fuente de grandes películas, algo tiene su ambiente que seduce. Me alegro de que tengas "El albergue de la sexta felicidad" así alcanzarás esa sexta felicidad.

Anónimo dijo...

Sayonara es otra de esas pelis que he visto um montón de veces. Precisamente el otro día volví a verla. Me encanta la historia paralela de la otra pareja. Tiene escenas preciosas esta peli. La casa de té de la luna de agosto hace mucho tiempo que no he vuelto a verla. Creo recordar que Brando hace de japonés. Por cierto, en El Mundo de Suzie Wong, el hijo de la prota se llama Winston. La que comentas de Holden no la recuerdo.

César Bardés dijo...

Y no olvidemos "Memorias de una geisha", más que aceptable adaptación de la novela homónima. O esa maravillosa película que es "Ana y el rey de Siam", de John Cromwell con Rex Harrison e Irene Dunne, en una versión muy, muy superior a la protagonizaron en color y con todo lujo de detalles Jodie Foster y Chow Yun Fat. Así a bote pronto, seguro que se me quedan unas cuantas en el tintero. También hay intentos fallidos como la historia del primer embajador norteamericano en Japón, con John Wayne de protagonista y John Huston tras las cámaras, "El bárbaro y la geisha", un fiasco de armas tomar. En cualquier caso, Oriente es tan hipnótico que en la pantalla, como no podía ser menos, es, como mínimo, un enigma tras cada callejón y una sorpresa en cada ojo oblicuo.

Anónimo dijo...

Memorias de una Geisha recuerdo que la leí hace muchos años, cuando todavía no hablaba nadie de ella. Fui un día al Fnac y recuerdo que me llamó la etención precisamente por ser una novela sobre las costumbres de oriente. Luego ya empezó todo el mundo a hablar de ella, pero eso fue unos años después. POr supuesto vi la peli y no me defraudó nada. Me pareció muy bonita. La versión que comentas de Ana y el rey no sé si la he visto. La que yo vi es la de Yul Briner y Deborah Kerr. La de John Wayne sí la he visto, bastante malita.Seguro que se nos pasa alguna peli más sobre oriente.
Los ojos algo oblícuos suelen ser sorpresivos, sí.
Gema

César Bardés dijo...

Pues sí, hay otra más de Oriente que además me encanta. Se trata de "La mano izquierda de Dios", de Edward Dmytryk con Humphrey Bogart en el papel de un aviador norteamericano derribado sobre China y que tiene que hacerse pasar por sacerdote. Claro que a su lado está Gene Tierney y eso siempre es difícil. Es una película que me gusta mucho. Tal vez algún día escriba sobre ella

Anónimo dijo...

Indochina, preciosa película. La Deneuve, con esa serenidad añadida que dan los años. "La colina del adiós". NO me perdonaría omitir esta película a la que tengo un cariño especial. Preciosa banda sonora. Me encanta el vestuario de Jennifer Jones. Me encanta la canción y, como no, una vez más me encanta William Holden. Todos deberíamos tener una colina como esa a la que poder subir de vez en cuando. Yo la tengo.

César Bardés dijo...

Tal vez, dentro de poco, haga un artículo sobre "La colina del adiós" pero quiero elegir bien las palabras y que el pedazo de hoja en que la escriba sea también un trocito de sentimiento. No sé, es muy difícil hacer eso y quizás lo rompa o quizás no quiera. En cualquier caso, lo intentaré. Sí, es verdad, "La colina del adiós" es una película que merece la pena recordar