martes, 23 de diciembre de 2008

LA NOCHE DE LOS GIGANTES (1968), de Robert Mulligan

A continuación, reproduzco el artículo de homenaje al director Robert Mulligan tal y como aparecerá en el periódico el próximo viernes en el suplemento cultural del mismo. El hombre que se preocupaba de la mirada de un niño se nos ha ido y hoy ese niño ya no mira, tan sólo llora.

Alcanzar la edad en la que uno se retira, mirar a las montañas, trabajar lo indispensable para mantenerse y oler el fresco aroma de la hierba recién mojada es algo que todos desearíamos en medio de los tardíos guarismos de la paz avejentada. Sólo falta la pintura en las paredes de tu vida, alguien que te cuide y que sepa ver con nitidez al hombre que hay detrás del aventurero.Huir de lo que se odia porque el dolor es tan grande que ya se te dibuja en los ojos es lo que desea una mujer que no deja de mirarte a pesar de que lleve a cuestas a un niño que es el mero vínculo de una unión forzada. Y los tres caminos, hombre, mujer y niño, se cruzarán en un imposible cambio de vía cuya estación de destino es una salvaje noche de gigantes enfrentados.La soledad es siempre un enemigo difícil de abatir y ni el padre del niño, ni el explorador jubilado, están dispuestos a hundirse en ella y esperar a que la muerte sea el acompañante ansiado. Pero hay una diferencia fundamental entre ellos y no es más que la voluntad de una mujer. Y ambos tendrán que luchar. Uno, contra ella. El otro, por ella. En medio de todo eso, miradas. Miradas de súplica. Miradas de negación. Miradas de compasión. Miradas de comprensión. Miradas de terror. Miradas huidizas. Miradas expectantes. Miradas de asombro, Miradas de matanza. Miradas de angustia. Miradas de valentía. Miradas de lucha. Miradas de amor. Miradas largas y silenciosas. Miradas de cruce de caminos. Miradas de hogar. Miradas de seguridad. Miradas de la noche. Miradas al cielo. Miradas de derrumbe. Miradas de muerte. Miradas de hombre. Miradas de mujer. Miradas de niño...Miradas, sólo miradas...Mientras, el padre del niño, no tiene miradas. No tiene ni rostro. Sólo es una amenaza permanente. Mata o muerte. Recupera o termina. Es un fantasma que recorre medio país porque le han arrebatado algo que, en justicia, también es suyo aunque lo intenta recuperar a costa de vidas que no le pertenecen. Y seguirá corriendo, tras su hijo, dejando tras de sí un reguero de sangre hasta que, delante de él, encuentre a su propia sombra obligándole a parar y a morir. Noche de gigantes, oscura y roja, sobre el fondo de la mirada de una mujer que te clava sus ojos como puntas de flecha...y de un niño que intuye pero no entiende la diferencia entre hablar y callar...o entre el bien y el mal...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece ser que estábamos los dos a la vez escribiendo sobre esta peli. Sólo que yo lo hice en otra entrada y luego me di cuenta que tu habías colgado este artículo. Yo también hablaba de esas miradas, pero tu has hecho una preciosa declaración de amor sobre esas mismas miradas. Así que no añado nada más. Es imposible.
Gema

Anónimo dijo...

Perfecto Wins.
La mirada del lobo escrutó las miradas de la noche.
Allí había gigantes, sombras, vidas, lagrimas y escalofrios, rabía y silencio.
Aquí hay alguien grande, luminoso, vivo y pletórico de palabras...El que nos deja los demás sin ellas.
Mulligan no se merece menos y dudo que soñara lograr más.

Abrazos y Feliz Navidad.

Carpet.
Nota: Besos Francesca.

César Bardés dijo...

Bueno, gracias a los dos por seguirme y por decirme que he hecho honor a la obra de Mulligan. Mañana, si me permitís, os felicitaré la Navidad a todos con una película que no es la de siempre y que, sin embargo, me parece perfecta para desearos lo mejor.
Gracias por ser inspiración de una declaración de amor hacia gigantes, sombras, vidas, lágrimas, escalofríos, rabia y silencio. Gracias por hacer sentir al lobo que no está solo en una sala de cine.