viernes, 9 de enero de 2009

CINCO TUMBAS AL CAIRO (1943), de Billy Wilder


La segunda película de Billy Wilder comienza a apuntar ya hacia las mismas entrañas de la maestría. Ya es extraordinariamente turbador ese primer plano con el que abre la película con un tanque vagando por las áridas dunas del desierto…con todos sus ocupantes muertos. La muerte en movimiento. La muerte en la desolación. La muerte en guerra. Más allá de eso, Wilder nos dibuja el espionaje al que se ve obligado un valiente soldado que busca refugio en un maldito hotel…donde en pocos minutos se va a hospedar el temible Mariscal Erwin Rommel, interpretado en esta ocasión por Erich Von Stroheim. Lo curioso del caso es que Von Stroheim no interpretó a Rommel, sino que interpretó a SU Rommel, es decir, un aristócrata, algo arrogante, despreciativo hasta el insulto con las mujeres, rígido en sus planes, ladino en sus planteamientos. El resultado es un militar creíble, muy alejado de la historia que nos ha llegado del mítico Mariscal, pero que otorga a todo el enredo que salpica a cada una de las habitaciones del hotel con el muy saludable desayuno del misterio.
Basada en una obra de teatro de Lajos Biro, Wilder cuenta con un excelente reparto girando alrededor de Von Stroheim, como un maravilloso Franchot Tone cojeando pesadamente por los pasillos intentando averiguar donde se hallan las cinco tumbas que están camino del dominio nazi de África; o como un siempre atinado Akim Tamiroff, tembloroso propietario del hotel que, sin embargo, no deja de tener ciertos ataques de valentía; o como la fantástica Anne Baxter, mujer que dejó la esperanza en Francia y que es capaz de venderse con tal de salvar a los que más quiere…aunque también es capaz de querer de tal manera que sólo quiere comprar los flecos silenciosos del heroísmo. En cualquier caso, con un argumento de hierro al que sólo le falta una pizca de su característica acidez (aunque no de su agrio romanticismo y de su triste admiración por las mujeres), Wilder consigue una película que atrapa y te deja recluido entre las paredes de un hotel asolado por las moscas, devastado por el calor, derruido por la tristeza, acabado por la guerra.
Y es que, tal vez, la verdadera hazaña se encuentre bajo una cruz clavada en mitad del polvo y de la arena. O quizás la respuesta de un enigma bélico se halle a primera vista siempre que se sepa mirar. Es tiempo de que ustedes, hoy, si deciden ver esta película, sepan mirar. Mirar a un cine de esos que ya no se hace. Mirar a una historia de esas que nadie querría ir a ver. Mirar a la crónica de unos cuantos seres humanos que luchan porque la educada maldad sea desterrada mientras desplegamos una sombrilla que puede significar la libertad. Y todos esos valores están por encima de la época en la que esta película se realizó. Cuando eso ocurre, entonces el cine nos regala algo inolvidable y nuestros ojos comienzan a saber mirar hasta encontrar la verdad que esconde el valor de una mujer.

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