miércoles, 4 de marzo de 2009

EL OJO DE LA AGUJA (1981), de Richard Marquand


El silencio de un espía es sustituido por el acero elocuente de un estilete penetrando en la carne sorprendida. No hay piedad cuando una misión debe ser cumplida. Su mirada es pura frialdad, auténtica crueldad convertida en ojos que no dejan asomar ni un ápice de compasión. La concentración de tropas en una zona de Inglaterra no es más que un fraude para engañar a los alemanes que esperan el desembarco aliado en Calais. Y en su pensamiento de hierro forjado, en su caminar escrito de antemano hacia el infierno, debe transmitir esa jugada de astucia con la audacia como instrumento.
En su vía de escape, va a parar a una isla donde las tormentas azotan la naturaleza como torturadoras de violencia y lluvia. Y allí, donde parece que la guerra entre hombres queda tan lejos que su estilete no llega a sus presas, es donde se deshace su silencio, donde se funde su acero elocuente, donde se diluye su falta de piedad, donde su frialdad se transforma en carne caliente acariciada con la aguja siempre punzante del deseo. Una mujer, una mujer…
Ni él mismo es muy consciente de la trampa en la que cae y no sabe, no se da cuenta de que todo aquello para lo que trabaja es tan innoble que hace imposible que la mirada que ansía se fije definitivamente en él. Después del amor, se desencadena la ira. Después del amor, viene el desprecio. Después del amor, llega sin avisar el cruel asesinato. Y entonces se desencadenará la lucha en la tempestad, el intento inútil de hacer comprender lo incomprensible, el ojo de la aguja cegado por la llama candente de un amor que no entraba en los planes de la clandestinidad.Y perderá los dedos, esos mismos dedos que la acariciaron y que le hicieron sentir algo mucho más poderoso que el placer de matar. Y sólo así, con la quemazón del deseo imposible, podrá saber lo que es la indiferencia ante la piedad, la crueldad ante la sorpresa, la venganza brutal ante un amor que él nunca supo expresar, nunca supo decir y nunca supo guardar.
Donald Sutherland realiza el que, probablemente, sea el mejor papel de su carrera aportando una intensidad soberbia a un personaje que se supone que fue entrenado a salvo de los sentimientos y, cuando se encuentra con ellos, es cuando se da cuenta de que la aguja cierra sus ojos porque no le quedan muchas más salidas que la muerte y el silencio de lo que sabe…y la quietud letal de lo que siente. Y, por una vez, el ojo de la aguja lloró con lágrimas de sangre…

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Que grande, Wins.

Exactamente eso es, lagrimas de sangre de un ojo que sólo desprendía una mirada helada.
Es lo que comentaba otras veces a proposito de la equidistancia con la maldad. Aquí se nos cuenta que un tipo cruel y casi inhumano es capaz de amar y sentir, pero eso no lo redime, al contrario su castigo se incrementa al perder ese amor, que aquella a quien amas, te odie.

Que gran post, saludos. Carpet.

Anónimo dijo...

Cuando abro tu blog siempre lo hago esperando que el artículo del día sea sobre alguna de "mis películas". Las catalogo así, " las mías" y "las vuestras". Cuando veo el título de alguna de " las vuestras", al principio siento una pequeña decepción, pero a medida que me voy metiendo en la lectura la decepción va dando paso una vez más a la (no pienso poner admiración que ya cansa).. al placer de leer líneas que describen tan a la perfección sentimentos, situaciones tan bien descritas que parece que las sientes casi tuyas. Sé que he visto esta película, pero la verdad es que no la recuerdo. No importa he disfrutado leyendo como dice Car, un gran post.
Gema

César Bardés dijo...

Bueno, muchas gracias a ambos por estos elogios que no merezco. Creo que es una estupenda película, un clásico que merecería una revisión porque es una historia de amor que se convierte en toda una historia de odio y muy pocas películas han sido tan valientes y honestas como ésta.
La vi en el momento de su estreno, allá por el 81, en el cine Lope de Vega de Madrid, acompañado de un amigo que, con el tiempo, dejó de serlo. Y recuerdo muy bien cómo el cine estaba lleno a rebosar y cómo me quedé absorbido por una historia que me dejó atónito y admirado, sobre todo por culpa de ese excepcional Sutherland. Gracias por darme la idea de escribir sobre ella y por vuestras palabras que son ánimo en mis letras.

Anónimo dijo...

Cierto, en los 80 los cines rebosaban. No había apenas minicines, las salas eran grandes, aun existían bastantes de programas dobles, y lo scines se llenaban. Y las películas duraban en cartelera, las buenas o las muy comerciales meses, recuerdo Alien tanto tiempo en cartelera que las podías ver dos o tres veces, así ocurrió años antes con Star Wars que vi 3 veces en el Real Cinema, o Grease 2 en el Lope de Vega tambíén.
Ahora el cine es inmediatez, las películas a penas duran 2 o 3 semanas si son de las de más tirón comercial, las que no una semana y listo. Las salas son pequeñas, pero ni se llenan. Se estrena mucho pero se consume rapido.

Así las cosas, Wins, nos ponemos a pedir solomillo Stroganoff cuando sólo hay Mcdonalds. "La duda", "Benjamin Button", "Milk" o"Revolutionary Road" no deján de ser el menú del Vips...algo mejor que el fast food pero sin llegar a la "Haute cuisine" (alta cocina para los que no dominen el francés).

Abrazos. Carpet

Anónimo dijo...

Quise decir "Grease", 2 ...2 veces. No "Grease 2" que no vi nunca pese a saber que sale Michelle Pfeiffer.

César Bardés dijo...

Bueno, Carpet, estoy total y absolutamente de acuerdo contigo en todo lo que dices. Aquí no hay peros. Debo decir, por otro lado, que echo mucho de menos aquellos tiempos. Yo era de esos gilipollas con pintas que iban por la mañana a por las entradas (siempre me ha gustado coger las mejores) y a veces los madrugones eran épicos. "En busca del arca perdida" o "E.T.", por ejemplo, o "Cristal oscuro"...Dios, cuánta ilusión. Ahora ya los amigos, si me proponen ir al cine, ya dejan directamente que me cuide yo de las entradas porque saben que sacaré de las mejores. No tenemos alta cocina desde hace mucho, mucho tiempo, tienes toda la razón del mundo y más.

Anónimo dijo...

No se si has leído El Pais Semanal, este domingo. Javier Marias hace una relación de esas películas que dificilmente aparecerían en una lista como las mejores de todos los tiempos,pero que a él le han gustado especialmente.
Entre las que comenta está casualmente "El ojo de la aguja", curiosa y feliz copincidencia.

Un abrazo. Carpet..

César Bardés dijo...

Ya te digo yo que con los Marías coincido más de una vez. Incluso hubo algún lumbrera que, como despedida de "La imagen en el alma" dijo que se parecía demasiado a "La escritura en el alma", de Javier Marías. No había nada copiado y lo juro por lo que quieras. "La imagen en el alma" era el título de un libro que estaba previsto que yo escribiera junto a un amigo y todo se fue al traste por un conocido escándalo. Feliz coincidencia la de "El ojo de la aguja" y me alegro mucho de que sea así. Bien visto por ti, Carpet.

Miriam dijo...

Una película tremenda, durísima, muy triste y a la vez intensamente romántica. Una de las historias de amor más terrible del cine, con un final para enmarcar. Cómo expresar el dolor, la decepción, el desengaño en toda su magnitud. Yo no tengo tan claro que ella le odie, pues conforme le va mutilando y disparando se atisba el dolor el su rostro. Habría que pensar porqué vuelve a hacer el amor con él cuando ya sabe la verdad - ¿el miedo, tal vez? podía haber puesto una excusa en tal caso; entonces, ¿por qué?: He ahí la pregunta, ¿quizá porque le quiere pese a todo? Porque tal vez se ha dado cuenta que la única manera de matar la pasión amorosa es matándole a él y, con ello, simbólicamente matarse esa parte de sí misma. Por eso yo aquí no veo patriotismo por parte de ella sino un acto supremo de amor y sacrificio.

Saludos!!

César Bardés dijo...

Bueno, está muy bien visto todo lo que apuntas, Miriam, pero yo creo que en ella se dan cita muchos sentimientos (eso daría para otro artículo centrado en el personaje que interpreta Kate Nelligan). Ella le odia, odia todo lo que representa, odia su terrible sangre fría, odia que les haya utilizada a ella y a su marido para esconderse. También hay un sentimiento de culpa. Culpa porque ella lo ha cobijado dándole no solo cama y comida, sino también lo más preciado que puede guardar una mujer como es el amor. Por supuesto que hay amor. En eso la película es extremadamente realista, el dolor se concentra en ella porque no se pasa del amor al odio en apenas una secuencia, y mucho menos en un paso. Ella le quiere, le odia, le tiene miedo, le echa la culpa de su propia culpa. Al fin y al cabo, ha sido, de alguna manera, su cómplice.
Todos estos sentimientos encontrados en la película hacen que aún tome más valor. No es sólo una historia de amor, sino como bien dices es tremenda, durísima, triste e intensamente romántica. Al fin y al cabo...¿no hemos experimentado todos un amor parecido?
Gracias por tu interesante aportación, todo un privilegio. Bienvenida por estos lares.
Saludos.

Cocomesas dijo...

Maravillosos comentarios... Primero leí el libro La Isla de las Tormentas, que me pillaron en clase leyéndolo a escondidas...y cuando descubrí la película (de las que sacaba mi hermano del vídeoclub) con 16, y Donald Sutherland en ese personaje que te atrapa y te cae bien...como la película...y enhorabuena por el post.

César Bardés dijo...

Bueno, gracias por tus palabras. El artículo se publicó en su día en el periódico de "El Pueblo de Albacete" y, la verdad, ha sido uno de los más leído de todo el blog (ya van más de 2160). En todo caso, todo es poco para rendir homenaje a un actor de la categoría y la clase de Donald Sutherland.