miércoles, 11 de marzo de 2009

LOS BLANDING YA TIENEN CASA (1948), de H.C. Potter


Planteada como una hábil parodia del american way of life, esta película nos retrotrae a aquellos tiempos en los que todos hemos hecho reformas en la casa de nuestros sueños para darnos cuenta de que, cuando se acaban las reformas, el sueño, de alguna manera, muere. Qué serio me estoy poniendo para una película que es una comedia desternillante, con un Cary Grant intentando construir una casa familiar que no encuentra más que problemas para erguirse y que, como siempre en Cary Grant, es como si un smoking fuera al sastre para que le den unas puntadas en la hombrera. Hasta cubierto de yeso y disgustos es elegante el muy…En fin, perdonen mi sana envidia. Alicatemos el techo de este texto con baldosines académicos.
Esta película es un claro ejemplo de cómo no siempre el director es el genio de una película. El desternillante guión de Melvin Frank, un hombre dedicado prácticamente por entero a la comedia, es el culpable de que la sonrisa no se nos caiga de la boca al estar con masilla adherida al pavimento de nuestro rostro. El director, H. C. Potter, una auténtica mediocridad de la que ahora sólo recuerdo uno de los peores vehículos que se hicieron nunca para la pareja Astaire-Rogers La historia de Irene Castle, no es más que un hombre que sabe manejar la cámara y que mantenía una buena relación con el actor principal consiguiendo de él un registro cómico que, en algunas ocasiones, se acerca al mejor de los espíritus.
Por otro lado, no puedo dejar de nombrar esa cenefa bellísima, que adorna las paredes de nuestra diversión, perfecta esposa en cualquier película y una actriz repleta de serenidad y de talento cómico como es Myrna Loy y, por supuesto, a otro actor tan todo terreno como el mismo Grant, secundario de lujo en esta ocasión, Melvyn Douglas. Con tal guión y semejante cartel, la verdad, era muy difícil hacer una película mala. Y por contrato escrito, afirmo que es una película que me divierte, que me relaja, que me hace pensar que ninguno de los sueños son realidades y que ninguna de las realidades son sueños, desgraciadamente. Pero lo hace poniéndome una sonrisa en la cara, unos ojos luminosos y una carcajada que sustituye a la inevitable taladradora que agujerea las paredes de nuestro equilibrio.
Por supuesto, sí, en los olvidables ochenta, Spielberg produjo una especie de remake nunca confeso de esta película titulado Esta casa es una ruina pero yo, la verdad, prefiero las paredes algo más sofisticadas, la marquetería algo más fina, los zócalos bien ajustados y los armarios empotrados con una bella madera de cerezo. Y la verdad, a mí, al final de la obra…por mucho que haya sufrido y por más que me hayan deteriorado el parquet…me salen las cuentas.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace poco volví a ver esta película. Lo pasé genial. Por qué será que a mí estas películas nunca me parecen desfasadas?. Quiero decir que hay pelis que en cuanto pasan unos años vuelves a verlas y las encuentras algo trasnochadas. Esta no me lo pareció. Es la vida misma. Opino como tu, imagino que el trío protagonista tiene mucho que ver. Esta película a lo mejor protagonizada por otros actores sería una película más. A parte de Cary Grant por el que siento adoración, me encnatan Melvyn Douglas y Myrna Loy. Le tengo especial cariño a Myrna Loy, siempre me pareció la perfecta "mamá", de hecho cuanod era niña la comparba con la mía y me gustaba pensar que ser parecían. Y Melvyn Douglas siempre me pareció un actor con muchísima clase.

Gema

César Bardés dijo...

Yo creo que es que nos hace reír con algo que nunca nos ha hecho reír y se nos puede presentar en la rutina de nuestro día a día. Siempre recordaré de Myrna Loy aquella escena de "Los mejores años de nuestra vida" cuando regresa a casa Fredric March mientras ella está lavando los platos y sin verle, ni oírle ella tiene la certeza de que él, su marido, el hombre de su vida está ahí. Si hay escenas que justifican toda una carrera, ésta es una de ellas.
Melvyn Douglas me ha parecido siempre un actor versátil, que podía hacer una comedia desternillante o un drama de cuidado. Y cómo olvidarle en sus últimos tiempos, ya anciano en películas como "Al final de la escalera" (haciendo de malo malísimo) o en "Bienvenido Míster Chance"? Son tres actores más que suficientes para construir toda una casa de risas.