lunes, 13 de abril de 2009

EL PÓKER DE LA MUERTE (1968), de Henry Hathaway


En ocasiones, en una baza cualquiera, hay un as en la manga de la misma muerte. Cuando ya has apostado tu vida, quizá el premio que tengas al retirarte de la partida sea una bala con tu nombre en ella. El sol en el revólver abrasa en su negrura y las armas sólo saben escupir el fuego de la venganza.
El poker de la muerte es una más que aceptable película que combina, a partes iguales, el misterio con el western, infierno de disparos con un toque sobrenatural, en el que la muerte es un jugador más e investigar lo imposible lleva a vencer si se desenfunda más rápido.
Sin duda, una de las bazas sin farol de esta película es la atractiva combinación de Dean Martin y Robert Mitchum en los principales papeles y su argumento parte de una excelente película de cine negro de 1950 titulada Ciudad oscura, de William Dieterle y que significó el debut en el cine de Charlton Heston. También tiene sus apuestas perdidas porque el desarrollo de la historia no centra el interés en quién es el criminal… sino en cómo va a acabar este embrollo de cartas y asesinatos. Por otro lado, no tiene ese ritmo a base de percutor que tienen otros westerns, es más, voy a jugarme unas cuántas fichas que es una película que muy bien podría haber firmado un director como Clint Eastwood, aunque, sin duda, la hubiera hecho de otra manera.
Henry Hathaway, el director, perro viejo de viejas batallas, centró su sabiduría artesanal en una estupenda y eficaz dirección de actores y en una preponderancia casi shakesperiana de los diálogos entre los dos protagonistas. Es una película extraña, sí, pero es una buena película que tiene excelentes peldaños de buen humor dentro de su asumida trascendencia.
Quizá cuando vean cuál es el desarrollo del film, pueden tener una cierta sensación de que los héroes, en realidad, están muy cansados, de que disparar un arma para arrebatar la vida de alguien es muy fácil y que, en el fondo, esperar una sorpresa que no va a ocurrir no es más que otra apuesta arriesgada que se apoya en la luz de un farol porque en la mano no tienen nada. Quizá fue un último intento de hacer algo clásico cuando el cine ya no tenía mucha vocación de clasicismo (aunque hay clásicos modernos, desde luego) y la película no cale en esa sensación de satisfacción que suelen tener los que han estado allí, en medio de la calle principal del pueblo, protegiéndose de las balas que silban alrededor.
El poker de la muerte sólo es un intento de pasarlo bien a través de una serie de crímenes por una partida de cartas mal dada. Yo quiero ver esa jugada. Voy y subo la apuesta. ¿Alguien va?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Otra película capturada al despiste en ese gran aliado de los cinéfilos que es la tele (o era, que ya cada vez nos da menos y peor).

Hay tres cosas en esta película que la hacen, para mi, especial.

Una es la buena química que se desprende de la pareja Mitchum-Martin (química entre parejas, me suena haber hablado de eso), los dos amigos borrachos de Wayne en esas dos pelis, que parecen una sola, de Howard Hawks "Rio Bravo" y "Eldorado". Mitchum además nuevamente de cura, tras su terrible personaje en “La noche del cazador”. En cuanto a Martin, repite su personaje de pilluelo buen tipo al que las cosas le suceden por ser un cabeza loca y un vividor, pero en el fondo buena gente. Una relación entre ellos llena de diálogos mordaces.

Otro de los intereses de la peli es la introducción del misterio Agatha Christie en el western, es interesante pero también un lastre porque la intriga no se adapta bien al medio y un western con poca acción y mucho dialogo resulta extraño. En cualquier caso, es una apuesta que merece la pena y que actúa como cierta precursora de películas modernas donde los personajes van muriendo uno tras otro hasta el desenlace final. La ausencia de más sospechosos hace que el misterio se diluya demasiado pronto y eso no es bueno.

El último interés es el director, claro. Hathaway pertenece a esa estirpe de artesanos que te solventan, sin excesos pero también con pocos defectos, cualquier historia. Parece que no están porque no necesitan dejar su impronta, pero hacen que la historia circule, que no te desvíes de lo que se cuenta, que no mires donde no debes, que no te regalan secuencias gratuitas. Van al grano, te despachan en hora y media y sabes que no sobra nada y echas poco en falta. De esos directores que sabían hacer una película, que sabían contar una historia.

Al final recuerdo que tuve claro que no había visto una película muy buena, pero convencido de que me había gustado mucho más que alguna de las buenas.

Gracias Wins, estos post me devuelven los recuerdos de esas pelis que tienes ahí, en el zurrón de las experiencias gratificantes, y que merece la pena airear de vez en cuando. Uno siempre puede encontrar un coetáneo para recordar “Los Goonies”, pero pocos saben que exista algo llamado “El poker de la muerte”.

Abrazos. Veo la apuesta y 5 más. Carpet.

César Bardés dijo...

Yo siempre que la química ha sido más bien una cuestión de física. Por ejemplo, nadie daba un duro por la química que podía emanar de un duo como John Wayne-Lauren Bacall y, sin embargo, funcionó como un reloj en la trepidante "Callejón sangriento", de William Wellman. Y creo que la cuestión, más que por culpa de los actores, suele ser por causa del director que suele dirigir siempre a todos por el mismo patrón cuando cada actor tiene sus sutilezas y sus matices (Fred Zinnemann, por ejemplo, era un maestro en eso, capaz de sobrecoger en una pareja tan falta de química como Paul Scofield y Wendy Hiller en "Un hombre para la eternidad", por poner un ejemplo). En cuanto a Mitchum-Martin, funciona aunque hay que decir que Mitchum era siempre fantástico, con una naturalidad que te dejaba boquiabierto (recomiendo encarecidamente su biografía de Lee Server "Olvídame, cariño", donde se demuestra que Philip Marlowe existió y que este tío era de todo menos tonto) y que Martin era el típico "tapado" que, de buenas a primeras, sobresalía con talento a prueba de bazas mal dadas y robaba la película. Ahí, sin ir más lejos, tenemos el ejemplo de "El baile de los malditos", de Edward Dmytryk donde, a pesar de ser un actor mucho menos dotado que Marlon Brando y Montgomery Clift, los supera con un papel de esos que tú has definido excepcionalmente y que sabía hacer a la perfección. Para saber más de Martin y no hacerle menos frente a Mitchum, recomiendo "El Rat Pack", donde se dice muy claramente que el único que no se dejaba dominar por la alargada influencia de Frank Sinatra era Dean Martin, que derrochaba más clase que su compañero de juergas por los cuatro cubitos de hielo de su whisky.
En todo lo que dices, estoy de acuerdo, es una película algo lastrada porque, desde el principio se sabe quién es el causante de todo pero, sin embargo, debo hacer la salvedad de que yo creo que a un veterano como Hathaway eso no se le escapaba y el interés principal de la película no es el "whodunit" sino el "howdunit", es decir, el desarrollo de los acontecimientos, cómo atrapar al mismísimo diablo entre un bosque de naipes. Hathaway, ya hemos hablado de él, era un hombre, sin duda, muy preciso, al grano y sin contemplaciones, el cine descriptivo era un idioma extranjero para él, pero sabía (y lo hacía cuando podía) imprimir vigor a las historias que nos contaba.
Por cierto, yo también vi "Los Goonies", pero una sola vez, cuando se estrenó, íbamos ciento y la madre al cine Cartago de Madrid y no es que me sintiera hechizado por las imágenes pero la recuerdo con cariño porque yo era un chico de esos que empezaba a salirse más que el pico de una plancha, me asomaban cuatro pelos por la cara y recordada ahora, la situación se me hace entrañable.
Si quieres ver la jugada pon quinientos más, si no, el diablo se encargará de ti.

Anónimo dijo...

No sé jugar al poker, pero mi apuesta va por Dean Martin. Tengo desde cría un cariño especial por este hombre que pienso no fue suficientemente valorado como actor. Para mí fue un gran actor y gran cantante. Recuerdo que siempre que veía pelis en que salían juntos Martin y Sinatra, mi preferido era Martin y siempre deseaba que la chica de la peli se quedara con él. Tenía mucho encanto. Era un sinverguenza con mucha clase, y creo que esto era dificil de conseguir. Hasta borracho tenía clase.
Tengo varias canciones suyas guardadas en un rincón muy especial de mi memoria. Me relaja escuchar su voz. Me da una mezcla de paz y ánimo.

Gema

César Bardés dijo...

Pues Martin era un borracho pero, según se dice en el libro que os recomiendo, era cariñoso y fiel con su mujer. El problema de Martin es que nunca se tomó demasiado en serio su carrera cinematográfica, más que nada porque se sintió muy desengañado después de emparejarse con Jerry Lewis por la sencilla razón de que él creía que lo hacía mejor que Lewis y, sin embargo, Lewis era inmensamente más popular. Nunca llegó a perdonarle del todo a pesar de que Lewis intentó varias veces hacer las paces e, incluso, hubo un intento de volver a juntarles en la madurez. Luego a Martin se le murió un hijo, militar piloto de aviación en un accidente, y ya le importó todo tres narices. Yo creo que, sobre todo, fue un talento desperdiciado.