martes, 22 de septiembre de 2009

CANCIÓN DE CUNA PARA UN CADÁVER (1964), de Robert Aldrich


Estamos ante la que, posiblemente, sea la última película que se adentró en las oscuras tinieblas del terror más gótico. No cabe duda de que el director, Robert Aldrich, quiso repetir con este título el excepcional éxito que obtuvo con ¿Qué fue de Baby Jane? Y que lo quiso hacer con las mismas actrices: Joan Crawford y Bette Davis. Sin embargo, la enemistad que había entre ellas era de tal calibre (la cuestión arrancaba de treinta años antes cuando Joan Crawford arrancó de los brazos de Bette Davis a su prometido, el actor Franchot Tone, y se casó con él) que, a los pocos días de iniciado el rodaje, Crawford abandonó alegando motivos de salud que eran más falsos que un billete de siete dólares. Aldrich, desesperado, necesitaba otra estrella que hiciera frente a ese pedazo de actriz que era Bette Davis y entonces llamó a Olivia de Havilland para ocupar su lugar. Y a la propia de Havilland le pareció encantadora la idea de intercambiar los papeles que ambas intérpretes habían representado a principios de los cuarenta en la película de John Huston Como ella sola. Resultado: el rodaje fue un nuevo infierno dominado por las envidias y las ambiciones de dos grandes actrices que, también, tenían un enorme divismo.
Aún reconociendo que el resultado fue notablemente inferior al de la citada ¿Qué fue de Baby Jane? hay buenos bocados de cine en esta película que Aldrich maneja con maestría arrancando sendas soberbias interpretaciones a sus dos “problemas permanentes” (como él mismo las llamó) a base de tensión, de veteranía y de coraje. En la pantalla no se ve a dos engreídas peleando por hacerse un sitio en el declive. Lo que se ve son a dos grandes damas del cine haciendo lo que mejor saben hacer: actuar y haciéndolo muy bien.
Además, Aldrich tuvo otro acierto destacable en esas localizaciones en las que transcurre la historia que, por momentos, se convierten en lóbregos escenarios de locura y de muerte que hacen, por otro lado, que pasemos un rato muy notable intrigados y carcomidos por el miedo y el horror. El Sur, así, convierte la placidez de sus aguas y de sus verdes prados en un agobiante tablero donde se dirime una partida a muerte y en donde se eleva una canción de cuna para alguien que está muerto en los terribles pantanos de lo desconocido.
Ya lo sé, no doy miedo ni queriendo. Tampoco es que lo desee. Sólo hay que sentarse delante de la película y disfrutar, y, sobre todo, dominar algunas emociones malévolas que pueden ir surgiendo en sus entrañas, mientras asistimos a un misterio que parece flotar en el mismo aire viciado y caluroso que apenas deja respirar. Y tengan mucho cuidado, no es fácil intuir la maldad entre la crueldad y el sadismo, entre la inocencia y la locura, entre dos mujeres inolvidables...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Entro para reiterar y lamentar mi falta de tiempo. Este mes está siendo terrible.
Te sigo leyendo Wins, me gustaria comentar varias cosas, me gustaría mas aun ver tus respuestas, pero estoy superado. Espero que la cosa mejore y pueda encontrar algún hueco.
Abrazos. Y gracias por seguir.

César Bardés dijo...

No te preocupes, Carpet. No hay nada más comprensible en este mundo que la falta de tiempo. Personalmente, con que me leas, ya es más que suficiente. Cuando quieras y puedas, estaré pululando por aquí dispuesto a apretar el gatillo.
Gracias a ti por la lectura.