martes, 6 de octubre de 2009

CAPRI (1960), de Melville Shavelson


El penúltimo título de la carrera de Clark Gable no deja de ser una comedia amable, de sonrisa en el corazón y de romanticismo en los labios (¿o es al revés?). Lo cierto es que no deja de ser una buena idea el juntar los nombres de dos estrellas de la altura de Clark Gable y Sophia Loren para que, al cabo de un rato de asistir a su proyección, te empieces a dar cuenta de que te estás sintiendo bien. No deja de ser curioso que Melville Shavelson (un director cuya mejor obra pasa por ser la estupenda comedia protagonizada por Henry Fonda y Lucille Ball titulada Tuyos, míos, nuestros) opte por un comienzo que pasa por moroso en el tiempo y de desarrollo deliberadamente lento pero las preferencias de Shavelson a la hora de contarnos su historia se inclinan pronto por el lado de Gable y le concede un barniz más brillante de lucimiento, un poco más de encanto y, debajo de nuestro bigote, se adivina también la sonrisa socarrona de un galán que, al final de su carrera, era algo más que un buen acompañante.
Es agradable ver cómo en medio de una comedia romántica una reina del sexo atrapa a un rey de Hollywood con el telón de fondo de esa perla mediterránea que es Capri y no cabe duda de que hay algo más que estilo cuando Gable pregunta aquello de “¿Cuántas personas se supone que duermen en esta isla?”. Quizá ése es uno de esos momentos en los que nos damos cuenta de que los grandes actores al principio, fueron muy pequeños e, incluso, llegaron a tener orejas de mono pero que la experiencia y el saber estar frente a las cámaras puede hacer que el público sólo mire al propietario de la ironía más elegante.
La dulzura es la mirada que preside toda la película para contarnos lo que no es más que una suave historia de amor. Puede que algunos agoreros piensen que el papel reservado a Gable merecía los trazos físicos de un actor más joven pero sus encantos son tales que hacen que inmediatamente nos olvidemos de lo que es una diferencia de edad que en la vida real nos resultaría insalvable. A ello colabora la plasticidad de una película que es agradable de ver, un guión que está salpicado con varias afirmaciones de una agudeza que sabe herir la cabeza y con un estupendo acompañamiento de Vittorio de Sica como soporte a una historia de amor que, aunque no ha quedado en los anales de la historia del cine, quizá tenga un pequeño rincón a todos aquellos a los que les gusta un trocito de color en sus vidas y un rato de diversión sin dificultades.
El único reproche que se puede hacer a una película que nació sin pretensiones, se desarrolló sin ambiciones y se estrenó con afán taquillero es que podría haber sido algo mejor, algo más trascendente, algo más curiosa en su búsqueda de la sonrisa inteligente pero es algo fácil de perdonar cuando ellas ven a un hombre de esplendorosa madurez como Gable, y cuando ellos quedan extasiados ante el mimo con el que aparece fotografiado una actriz con las curvas y el rostro de Sophia Loren en el punto más álgido de su explosiva belleza.
Así que ya saben. No es la película más maravillosa del mundo. No hay mensajes que descifrar. No hay profundidades que recorrer. Tan sólo es un entretenimiento que hace que la vista se relaje y todo sea un vivir delante de una cámara...aunque estén detrás viendo lo que pasa. Y ésta última frase, aunque parezca una contradicción, es una verdad tan grande como la belleza de la isla de Capri...¿o no?...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta cuando comentas sobre películas que nunca figurarán en las listas de las mejores. Y aún me gusta más cuando leo que a ti te parecen buenas películas. Porque resulta que a mí, esta en concreto, me encanta. Parece que una deja de sentirse menos bicho raro. POr cierto, también has nombrado otra de las películas que a mí siempre me pareció una gran comedia y es muy poco valorada. Tuyos, míos, nuestros. Hace muchos años que no he vuelto a verla, pero la recuerdo siempre con una sonrisa. Me divirtió muchísimo.
Capri, la película, me conquistó el corazón por varias razones. He estado en esa preciosa isla y me trae recuerdos muy bonitos. Hay un niño llamado Nando que , sólo por el hecho de llamarse así, Nando, me tiene ganada. Y adoro a su tía, la Loren. Me gusta en cualquiera de sus registros. Cómicos o dramáticos. Y qué decir del tío de Nando, el orejotas. A mí me parece que todo esto unido hace que la película sea bonita, sin más pretensiones.
Yo soy de esas personas que comentas a las que les gusta un poco de color en sus vidas, un rato de diversión sin dificultades.

Bonita entrada.

Gema

César Bardés dijo...

Es que, a veces, olvidamos que el cine, además de un arte, también es un rato de diversión sin dificultades y hay películas que nacen con esa vocación, como es el caso. "Capri" no quiere más que contar una comedia romántica, en un lugar bonito, con toques de beso y picos de humor. No así es "Tuyos, míos, nuestros", que, en realidad, nace con mucha más vocación de comedia alocada y divertida, de sonrisa continua y alguna que otra carcajada. Algún lumbreras por ahí dice que es la versión americana de "La gran familia" y a mí me parece muy diferente pero es sólo una apreciación de alguien que se cree muy serio.
Si mi entrada ha sido bonita, mejor ha sido tu comentario. Bien hecho, Gema.