martes, 20 de octubre de 2009

EL ÁRBOL DEL AHORCADO (1959), de Delmer Daves


Un médico está enfermo de un pasado que le persigue hasta la devastación y vaga por valles y colonias mineras intentando encontrar a alguien a quien curar. Sus manos son finas y cálidas y una mujer que no puede ver le enseña a mirar. Ella es puro empuje ante la adversidad y, cuando recupera la visión, el médico la aparta de su lado por puro convencionalismo social, por hipócritas creencias de la gente que les rodea que no admiten la inocencia y la bondad como formas de vida compatibles con la búsqueda de oro. Es lógico. El oro da fiebre. El oro ciega. El oro es enfermedad de histeria y codicia. El oro es culpable. Y el oro lo es todo.
Al final, sólo quedará el trasluz de una figura con una soga al cuello pero que ha encontrado el corazón de una mujer como quien encuentra una veta de metal amarillo en la tierra cicatera y sin piedad. En el abrazo que les funde existe la comprensión tamizada de la avaricia echada a patadas de sus vidas. El médico cura. La mujer ve. Ambos aman y ya no tienen miedo de que esos sentimientos sean el agua que limpia el tesoro encontrado. Atrás quedan los arrebatos de furia provocados por la riqueza inesperada, las fiestas salvajes y llenas de sin sentido que extraen lo peor del ser humano. Olvidados quedan los intentos por transmitir algo de sabiduría a unos cuantos mineros que no saben ya dónde buscar aquello que alguna vez les hizo personas. Y la violencia no tarda en aparecer cuando la lluvia trae lo que todos quieren. Y lo que quieren no es oro. Es la horca.
Posiblemente junto con El tesoro de Sierra Madre, de John Huston, esta película sea la más lúcida reflexión sobre la codicia humana que nunca haya hecho el cine. Gary Cooper, en su declive físico, se hizo un poco más duro, un poco más inflexible en sus personajes para encarnar ya personajes que volvían de todo pero que conservaban la mirada inocente e inquisitiva de quien no le gusta vivir en un mundo que le acusa con vocación de permanencia. A su lado, detrás de él y a su alrededor, se mueve el azul de los ojos de Maria Schell. Perdida y asustada, primero. Determinada y decidida, después. Arriesgada y perseverante, más tarde. Juntos dan pie a que Delmer Daves realice una de sus películas más arriesgadas y afortunadas y que, curiosamente, no hizo otra cosa más que abrirle la puerta a la dirección de una serie de intrascendentes películas románticas para jóvenes que le han colocado siempre en el mismo quicio del olvido. Y es que siempre hay un árbol dispuesto a recibir a un ahorcado llevado allí por las iras de los demás, débil máscara de las carencias que asolan a todos los que alguna vez soñaron con algo y sólo han encontrado el fracaso revestido de púrpura. Y eso no es más que bisutería disfrazada de joya en un día soñado como grande y que, de pequeño, nunca consigue llegar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, es cierto que no son "La senda tenebrosa", ni "Flecha rota", ni "El tren de las 3:10", ni mucho menos la de este post, pero "Parrish" y "Susan Slade" fueron todo un hito en su momento. Melodrama juvenil al hilo de "Esplendor en la hierba", esplotación de la química entre el galán Troy Donahue y la chica guapa Gonnie Stevens ( a mi me gustaba en la adolescencia esta Connie, que verla y bilirubinarme era todo uno). A diferencia de la de Kazan, ni la pareja protagonista ni las películas pervivieron muchos años, pero no son del todo desestimables. Son fundamentalmente producto de la época.

Son un "Lago azul" en los 60, con la diferencia de que Delmer Daves hacía mucho mejor su películas.


En cuanto a Cooper, es precisamente esa mirada que has destacado inocente e inquisitiva la que le hace un actor excepcional. El personaje que asiste como nosotros a lo que sucede, mira, reflexiona, delibera y finalmente actua. Finalmente es el heroe porque siempre opta por el bien, de forma humilde, como si prefiriera no hacerlo.
El intrépido y aventurero "Beau Geste", cuyo principal valor es el honor. "El forastero" que tiene que verselas a su pesar con el juez Roy Bean, el pacifista granjero convertido en heroe de guerra de "El sargento York", un "Juan Nadie" utilizado que se revuelve contra pronostico, un espigado sabio enciclopédico alborotado por una "Bola de fuego", un sheriff a quien todos dan la espalda pero que debe cumplir con su obligación aunque esté "Solo ante el peligro"...Gary Copper es el heroe, siempre actuará como se espera de él, nunca defrauda, aunque su mirada sea triste, aunque parezca que no comprenda porque le adoramos, aunque se refugie en su modestia.


Abrazos, Carpet.

Anónimo dijo...

CReo que alguna vez te he comentado cuánto me gusta esta película. Me gusta la historia, me gusta la banda sonora, para mí una de las canciones más bonitas del cine, y me encantan sus protagonistas. Qué guapa Maria Shell, qué dulce.Y ese primer plano de Cooper cuando va en su caballo al principio de la peli. Me encanta la historia de amor entre ellos. Él, no queriendo y ella, como tú dices, puro empuje, puro empeño. El chico joven, no recuerdo su nombre, genial en su papel. Enseñando al duro Cooper el significado de la palabra amistad. Y por supuesto Karl Malden genial como siempre.

Gema

dexter dijo...

Maravillosas palabras - "un médico enfermo de pasado" de donde se ha sacado usted eso?- para una película verdaderamente especial. Y se confirma una vez más lo que venimos hablando ya demasiadas veces en este santo lugar. De cómo el western o las películas consideradas tradicionalmente "de evasión" esconden tras de sí toda una filosofía de vida y de conocimiento del ser humano que ya quisieran para sí Antonioni o Bergman. Ya lo apuntábamos el otro día a propósito de Centauros aunque a la vista está que no hace falta irse a Ford. A mí me fascina el retrato de personajes que se hace en estas películas, donde cuatro trazos bastan para conocer el antes y después de sus protagonistas -igualito que ahora- y donde la actitud de éstos de vuelta de todo como bien dice está en paralelo con el caracter agreste del terreno que pisan.

Repito, un post y una película formi, formidables.

César Bardés dijo...

Aún así, no deja de ser muy extraño cómo un director de tanta solvencia que deja unas cuantas joyas por el camino pasa de esta película a "En una isla tranquila, al sur", y de ahí se le da "Parrish" que, en efecto, es una película de enormes ambiciones y que queda absolutamente lastrada en parte por ese Troy Donahue que no traga ni el más pintado. (Creo que lo único que ha hecho bien el susodicho ha sido "Una trompeta lejana", de Raoul Walsh y el papel de amante de Talia Shire en "El padrino 2".
En cuanto a Cooper, bueno, es uno de los grandes mitos del cine ¿no?. Me gustan muchas de sus películas. Es más, me gustan esas películas que nombras y algunas más como esa maravilla que es "Por el valle de las sombras", de Cecil B. De Mille (la mejor película de este tipo, por otra parte) o "El hombre del Oeste", de Anthony Mann, una película que me sorprendió por las pocas concesiones que hace; o el talento que tiene para la comedia en "La octava mujer de Barba Azul" y en "Una mujer para dos", de Lubitsch; o ese galán ya en cuesta abajo de "Ariane", de Billy Wilder; o el hombre que lucha en lo que cree hasta la deshonra de "La corte marcial de Billy Mitchell", de Otto Preminger; o ese oficial que vive con los indios y que le encargan la misión de destruir un fuerte de cemento en la maravillosa recreación que de "Objetivo: Birmania" hace Raoul Walsh en clave de western con el nombre de "Tambores lejanos"; o ese ingenuo que sólo quiere hacer feliz a los demás en "El secreto de vivir"...Cooper es leyenda, es mito, es creencia. Era un actor limitado (famosa es la anécdota en la que Josef Von Sternberg le hizo repetir una escena 167 veces en "Marruecos") pero que sacaba un enorme partido a un rostro privilegiado, a un mirar de hombre muy tranquilo pero enormemente tímido. El nunca podía ser el malo de la película.
El chico de la película se llama Run y el actor es Ben Piazza, que se dedicó la mayor parte de su carrera a la televisión aunque tenía un parecido juvenil con Marlon Brando. Muchos años después apareció en esa pequeña gran película que es "Máscara", de Peter Bogdanovich. En cualquier caso, "El árbol del ahorcado" es una película de amor y de mucha, mucha vida.
Bueno, Dex, tus palabras son formi formidables para mí, me llenan de satisfacción y me empujan a seguir adelante, lo cual no es moco de pavo.
Sin duda, estoy totalmente de acuerdo contigo en que películas como ésta podrían dar lecciones a Antonioni (sobre todo a Antonioni) de cómo abordar sus santos y aburridos problemas de incomunicación (hay una gran incomunicación entre los personajes que pueblan esta historia). Es una comparación muy hábil que enriquece una visión que, lo confieso, no se me había ocurrido.
Por otro lado, es curioso comprobar cómo van algunas carreras. Aquí, Karl Malden tiene un cierto nombre, ya ha ganado un Oscar al secundario por "Un tranvía llamado Deseo", tiene fama de ser un actor disciplinado y del método. Ha hecho papeles importantes como el del cura de "La ley del silencio". Por otro lado, vemos a George C. Scott como ese falso predicador hundido en el alcohol en un papel claramente secundario, el año anterior había dado un aviso de talento como el fiscal de capital de "Anatomía de un asesinato"...Tan sólo once años después, George C. Scott será la estrella de "Patton", le darán un Oscar (que rechazó por considerar que era injusto un sistema de competición entre actores) y Karl Malden sigue siendo un segundón interpretando al General Bradley. En once años, Malden no se movió. En once años, Scott fue un actor respetado y casi, una estrella. Para mí es algo muy curioso.