viernes, 9 de octubre de 2009

YO VIGILO EL CAMINO (1970), de John Frankenheimer


El sheriff Tawes bordea el camino que separa el deber y el deseo, la ley de la violencia, el honor de la vergüenza. Es la ley en un agujero olvidado de Dios en algún lugar de Tennessee pero tiene una fibra moral que parecen las hebras de acero que atan la realidad. Su moral tendrá que enfrentarse al salvaje espíritu de la juventud que se le aparece en forma de una mujer. En su tormenta moral, encontrará el vacío de su propia identidad que hará que todos los demás, aquellos que le rodean, tengan la seguridad que él estará vigilando el camino.
Ésta película quizá fuera la última de la excepcional tanda de películas que John Frankenheimer dirigió en la década de los sesenta. Películas de un pulso firme que pusieron en su sitio la altura del director dirigiendo actores, con elementos de acción rodados con auténtica profesionalidad y con una carga expresiva en su interior de gran calibre. Ahí tenemos ese repóquer de ases que Frankenheimer dirigió: El tren, Siete días de mayo, Plan diabólico, El mensajero del miedo y El hombre de Alcatraz secundado por dos reinas de segunda mano como fueron Los jóvenes salvajes y Los temerarios del aire. Con Yo vigilo el camino llegó al final de su etapa más creativa para luego tan sólo lograr algún título aislado de renombre en una incomprensible carencia de ideas que tan sólo fue destello de lucidez en la durísima El repartidor de hielo, basada en la obra de teatro de Eugene O´Neill y en la maravillosa Ronin, con guión bajo pseudónimo del gran David Mamet.
En esta ocasión, Frankenheimer propone un drama ético que camina con cierto paso vacilante entre las fronteras del western y del cine negro aunque estéticamente pertenezca al primero. Para ello cuenta con Gregory Peck, más envarado que nunca para destacar la inquebrantable honestidad de su sheriff acompañado de la atractiva Tuesday Weld (por entonces, pareja de Al Pacino) y de un plantel de secundarios de leyenda como Estelle Parsons, Ralph Meeker y Charles Durning, todos ellos envueltos en el “country” de las canciones del mismísimo Johnny Cash. Y sí, quizá Yo vigilo el camino sea una película que es toda una declaración de intenciones del propio John Frankenheimer con la excusa del guión del reputado Alvin Sargent. Quizá quiso decirnos que él, al menos, vigilaría el camino para dejarnos un rastro de honestidad en una industria que tan sólo quiere comprar porque hay hombres que se dejan vender. Y lo hace con dureza. En esta ocasión no estamos ante un western amable, de tópicos y típicos elementos de disparos, caballos, buenos y malos. Hay todo un trasfondo psicológico en la historia que hace que caminemos por el borde de un cuchillo bien afilado mientras nos va cortando los pies en una sangría como rastro de una película en la que no tenemos más remedio que avanzar. Podríamos decir que es una mezcla, un tanto figurada, de Deliverance, de John Boorman y de Amores con un extraño, de Robert Mulligan, por muy extraño que parezca.
Interesante película, western atípico, dilema moral, incomodidad en la historia, la razón puesta en duda, la duda puesta en razón. Suficientes elementos como para no dejar pasar la ocasión de verla si somos capaces de llenar el tambor del revólver de nuestra moral con bastantes balas como para defendernos.

2 comentarios:

Ramón Moreno Palau dijo...

Gran pelicula no valorada en su justamedida,la vi alla por el 71en el antiguo cine Avenida del barrio del Besós en Bcn,un cine ya desaparecido,de hecho en el Besos y el barrio contiguo la Verneda ya no quedan cines,los miserables bingos o la especulación inmobiliaria acabaron con ellos,impresionante retrato de la pasión desatada que despierta en un amargado "sheriff" cin cuenton la belleza casi adolescente y virginal de una despampananteTuesday Weld,desde la primera secuencia-cuando el "sheriff" recrimin aa Alma y a su hermano conducir un vehiculo sin tenerlicencia-nos damos cuenta de que algo va a cambiar en la vida de aquel oscuro "sheriff" de pueblo de una zona deprimida de Tennessee-fijemonos en los rostros de ancianos que aparecen en los titulos de credito mientras suena I WALK THE LINEde Johnny Cash ,mas traducible por YO CAMINO POR LA LINEA o algo asi-es una zona pobre rural,la zona de los hillbillies de los apalaches,que incluye partes de Kentucky,Virginia o Missisippi,zonas abrumadoramente blancas,sin apenas industria,con un alto desempleo y falta de educación que el gobierno Roosevelt quiso sacar de la postración en los años treinta,lavida de Tawes transcurre monotoma y tranquilo,casado con Estelle Parsons y padre de una hija,vive con ellos el padre de el,un pobre hombre con demencia senil que todavia cree que sus las dos hermanas y la madre del "sheriff" viven cuando lo cierto es que su vehiculo cayo en una presa cercana y nadie sobrevivió,Tawes siento un dolor inmenso por ver a su padre con la cabeza ya totalmente ida,en eso se presenta en el pueblo un agente del fisco en busca de destiladores ilegales de alcohol y encarga a Tawes que se encargue de descubrirlos y detenerlos,resulta que el padre y hermanos de la bellisima alma compaginan sus empleos eventuales de baja cualificación con destilar alcohol ilegal,no son mala gente,son MOonshiners-los que viajan de noche-que van de un lado a otro del pais en busca de empleos eventuales ,que compaginan con destilerias clandestinas de whysky,el padre no es tonto y sabe que una criatura angelical como Alma es capaz de hacer perder la cabeza a cualquier hombre y mas a un amargado "sheriff" de un ignoto pueblo de TENNESSEE,se le ocurre que la mejor manera de mantener al "sheriff" alejado es que Alma seduzca al "sheriff",dejandoles las manos libres en la destileria,el pueblo es tan sumamente aburrido que lo unico que lo anima algo es autocine y los entoldados que montan las iglesias protestantes-concretamente los evangelistas-,en el autocine coinciden tanto el "sheriff" y su familia como Alma y los suyos,en cierto modo Alma es como una niña-vease su complicidad con su hermano pequeño-pero la perversidad de una Lolita,Tawes enloquece por aquella mujer,la vida le ha dado una segunda oportunidad para amar,pero todos sabemos que es un espejismo,Alma es solo un señuelo para mantenerlo alejado de la destileria,la esposa del "sheriff"-Estelle Parsons-es un personaje patetico que ve como pierde a su marido en brazos de otra mujer,el padre de Alma-Ralph meeker,eterno secundario de los buenos-pide a Alma que Tawes mantenga alejado al agente federal,en esto surge un tercer personaje-un baboso Charles Durning,casado con una autentica cascarrabias-elseda cuenta de que el "sheriff" esta metido en algo sucio y por otro lado busca beneficiarse a la muchacha,tanto el como el agente federal mueren a manos de Tawes que ya ha traspasado todas las barreras morales y esta dispuesto a huir con la muchacha.....pero no hay segundas oportunidades para personajes como Tawes

César Bardés dijo...

El resumen que haces de la película, pone de manifiesto la degeneración moral que existe alrededor de Tawes. Por eso, creo, la misma moralidad de Tawes es lo que hace que realmente vigile el camino. Por supuesto, es humano, y se ve seducido por una chica con la sensualidad de Tuesday Weld y cae en ella porque lo suyo es caer pero aún así él se comporta con un sentido de la ética excepcional que, además, le atormenta sobremanera cuando se da cuenta de que, en algún sentido, se está saltando esa ética. La película yo creo que es interesantísima, aunque, sin duda, áspera y difícil de ver para los que están acostumbrados al cine de hoy en día. Tawes es un guardián de la moral, pero se la salta. Los personajes a su alrededor no tienen moralidad alguna y, por tanto, no se la saltan, viven con esa falta de amoralidad y la asimilan como algo normal y cotidiano. En realidad, Tawes vigila el camino, camina por esa línea que separa lo correcto de lo inmoral y, a veces, pisa fuera pero se esfuerza por mantenerse encima de ella. Decididamente es una película que hoy no gustaría nada. No hay tiros, ni finales grandilocuentes, ni un clímax cada cinco minutos. Es más, es una película de deliberado tono bajo en la que hay que entrar casi de puntillas.