miércoles, 9 de diciembre de 2009

CARTA DE UNA DESCONOCIDA (1947), de Max Ophüls

En ocasiones, esperamos que aparezca el amor de nuestras vidas en medio del frío más gélido. Y, cuando aparece, sabemos que, tal vez, el amor, como un arpegio estridente, va desacompasado y que, ni siquiera, toca la melodía que nosotros seguimos. Entonces, nos agarramos a nuestros recuerdos de niño, a nuestra ilusión repleta de esperanza y creemos, por un instante, que el amor por el que enloquecemos se halla detrás de un cristal en el que brilla con luz propia y que, con una secreta mirada de deseo y admiración, lo podemos observar y sentir que, alargando la mano, podemos obtener lo que queremos, lo que amamos...pero que nunca poseeremos.
Y en la otra orilla del lago de nuestra existencia puede ser que el amor de nuestra vida pase rozándonos con dedos de seda sin tan siquiera darnos cuenta de que esa es la gran oportunidad perdida a la que hemos castigado con la lujuria, con el dolor, con el desdén y con la indiferencia suponiendo sólo una muesca más en nuestro recuento de debilidades terrenales cuando, en realidad, demasiado tarde, distinguimos que esa muesca no debería existir porque pertenece al territorio de la divinidad.
Por ello, porque a veces la vida es un tiovivo que encadena unos acontecimientos con otros y que no se para a pensar en la justicia para un corazón palpitante de amor, una carta es escrita por alguien a quien no se recuerda; una carta de adiós y de principio; una carta de desesperación y esperanza; una carta que te descubre al final, que el amor lo tienes en tus manos, que siempre lo has tenido pero que es demasiado tarde para recuperar una pasión que nunca has merecido pero que has visto pasar, mientras te parapetabas detrás de lo confortable y lo caprichoso, como una canción que te gustó pero que nunca tararearás porque, sencillamente, ya no te acuerdas...Y en ese preciso momento, es cuando notas que el hado te sobrepasa y te deja derrengado en el suelo, de que tu vida y tu destino cogieron caminos divergentes que terminaron por romperte en cientos de pedazos que nadie podrá nunca recoger porque estás solo...y al día siguiente, amanecerás con tu vida envuelta en vendas que jamás curarán unas cicatrices tan profundas que ni el tiempo, ni la razón, ni la ausencia son capaces de cerrar...Por eso, antes que pasar por ello, eliges el atajo más breve para ir al infierno...
Y, sin embargo, alguien, a pesar de no ser correspondido y de no saborear la intensidad de un amor que sólo tuvo billete de ida, pensará que vivir, amar y soñar siempre habrá merecido la pena, que la tragedia de una pasión inmensa que apenas encontró una alegría donde descansar hace que las lágrimas salgan en busca de algún lugar desde donde despeñarse...pero serán vertidas con la escritura de un rastro de humedad que será más eterno que el mismo cielo...Ophüls, Fontaine y Jourdan (y el extraordinario libro de Stefan Zweig) hicieron que todas esas sensaciones hechas con esqueleto de celuloide y tinta pasaran por mi cuerpo, por mi mente y por mi errante corazón dejando una huella indeleble de amor por un cine al que un desconocido, un día, tuvo la osadía de escribir.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta; cuando esto que ahora me sacude con escalofríos sea de verdad el final. En el caso de que siguiera viviendo, rompería esta carta y continuaría en silencio, igual que siempre. Si sostienes esta carta en tus manos, sabrás que una muerta te está explicando aquí su vida, una vida que fue siempre la tuya desde la primera hasta la última hora."

Preciosa tu entrada. No pierdas nunca esa sensibilidad. La echaba un poco de menos.

Carta de una desconocida es uno de mis libros de cabecera.

Gema

César Bardés dijo...

Stefan Zweig es uno de los escritores más impresionantes que he tenido el placer de leer. "Carta de una desconocida" es, o debería ser, uno de los libros de cabecera para cualquiera. Pero si tienes tiempo y te apetece y tienes ganas, no te pierdas "Veinticuatro horas en la vida de una mujer", es igual de breve e intenso. Si quieres alejarte un poco de esa sensibilidad femenina tiene una novela impresionante, también muy breve pero que me gustaría muchísimo llevarla al cine titulada "La novela de ajedrez" (hay argumentos para llevar al cine, lo que no hay es narices para llevarlos). En fin, he leído mucho a este hombre y era poseedor de tal sensibilidad que sólo pudo acabar sus días suicidándose en Brasil, muy lejos de lo que más odiaba que era el nazismo.
Ojalá siempre me quede algo de su sensibilidad.

Anónimo dijo...

Qué casualidad. Al final del libro de Carta de una desconocida, hay un fragmento de una de las novelas que me has recomendado, " 24 horas en la vida de una mujer". Llamó mi atención cuando lo leí.

NO sé si tendrás algo de su sensibilidad. Tienes la tuya propia, que no es poco. Recuerda, no la abandones nunca. Ni en la gloria.

Gema

César Bardés dijo...

Eso espero, Gema. Que la sensibilidad no me abandone. Quizá sea una de las pocas cosas que aún me rozan en la mano de vez en cuando.