lunes, 4 de enero de 2010

EL MOTÍN DEL CAINE (1954), de Edward Dmytryk

Lo peor que puede hacer un hombre que por todos los medios intenta llevar la razón es aplastar al fracaso. Por mucho que el sin sentido se haya apoderado del mando, hay que tener un mínimo de respeto por los hombres que siempre están prestos para la defensa. Todo el mundo sabe que los baluartes también se resquebrajan, también se agrietan en algún pedazo de su piedra maciza. El motín en un barco puede que esté justificado pero, tal vez, alguien, con la afrenta despreciativa de una copa arrojada a la cara, nos haga ver que toda conspiración tiene un ejecutor, un teórico y un apoyo y no todos tienen la razón frente al oficial que se derrumba porque ya no puede controlar el pánico que le induce irremisiblemente al error.
Y eso es lo arrebatadoramente apasionante de esta película. Como espectadores, se nos presentará el lado de la razón, el vértice puntiagudo de la única salida posible y nos amotinaremos con los culpables. Más tarde, cuando la condena sea dictada y la fatiga de guerra sea la evidencia del patetismo de un oficial que ya no le queda nada por dar, entonces es cuando empezaremos a sentirnos culpables, a darnos cuenta de que debería haber algunas gotas de indulgencia en el estrecho frasco de nuestra moral, de que cuando los cañones escupen fuego, nosotros no somos los llamados a ser los defensores de lo que creemos justo sino que serán hombres como ese mismo capitán al que hemos condenado y contra el que nos hemos aliado. La diana de nuestra conspiración. El blanco móvil cortado porque la negligencia también es parte de la condición del raciocinio.
Siempre he quedado muy impresionado al ver esta película, porque me ha hecho sentir muy incómodo. Al principio, estamos contra Humphrey Bogart, el capitán. Lo vemos maniático, picajoso, despreciable, algo estúpido, desnortado. De pronto, admiramos la inteligencia de Fred McMurray, ese oficial que sabe esperar el momento adecuado para decir la palabra justa, el poseedor de esa lengua viperina no exenta de razón aunque agresiva en su iniciativa. Más tarde, nos ponemos del lado de Van Johnson, el oficial valeroso que decide tomar el mando porque ve peligrar el equilibrio de un barco que zozobra peligrosamente por un buen puñado de decisiones equivocadas. Por último, cuando estamos bien tranquilos y seguros de que el motín ha sido algo, no solamente justo, sino también necesario, aparece un José Ferrer que nos deja mudos con su lógica de combate, que nos arrincona en la vergüenza con su saber humano, que nos arruga la moral y nos la echa directamente a la cara para que veamos la crueldad con la que prejuzgamos y sintamos la ingratitud de un deber que nunca se debió cumplir. Y entonces, volvemos a nuestro barco con los uniformes impecables pero el sentimiento tocado por los certeros torpedos lanzados por debajo de nuestra línea de flotación. No dejen de ver esta película. El motín es la retirada y nunca el ataque del valor.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay que reconocer que esta película guarda cierto paralelismo con "Rebelión a Bordo" o con "El motín de la Bounty" o como se haya dado en llamar en cada uno de sus remakes.
Como bien dices, en este caso y también en el otro se nos muestra a un capitán, autoridad suprema, como un conjunto de defectos graves, tiránico, maniatico, cobarde, despótico, iracundo o claramente desequilibrado. Una vez mostrado el personaje y poniendonos a favor del resto de los personajes honestos, integros, sometidos y haciendo lo imposible para aceptar las ordenes de un superior manifiestamente incapaz, se eleva la tensión hasta el punto en que es necesario pasar a la acción.
Llegados a este punto estamos vendidos, es obvio que optaremos por amotinarnos contra el tirano...pero hete aquí que la historia da un vuelco y nos acusa.
En las dos películas, el traidor, el amotinado, es castigado...aquí mostrandonos al hombre que hemos abatido en aras de decisiones de más alta enjundia y por tanto convirtiendonos en linchadores ( en este caso morales ) amparados en la masa. En el caso de la Bounty, exiliandonos en una isla de corto alcance, perseguidos y condenados por ir contra el sistema, aunque este se comportara de forma vil.
Y ahí es donde está el debate, mientras en el caso del Caine se nos dice que el hombre es el que merece respeto, en el caso de Christian Fletcher y su grupo es el sistema, el reino, la autoridad contra quien uno jamas ha de levantarse, sean cuales sean las circunstancias, mucho menos si se trata del bien de las personas por encima del de la "Patria".
Es la rebeldía, es el enfrentarse al poder el que se cuestiona en los dos casos...se nos coloca en una posición y luego se nos dice que lo que hicimos no está bien. ¿Nunca entonces debemos rebelarnos?... Nada es blanco o negro...abunda tanto el gris.
Otra pelicula que nos plantea un debate similar es la, para mi, mas que notable "Marea Roja" (quizá lo mejor de Tony Scott) con Denzel Washington(en uno de los pocos papeles en que no es policia) defendiendo la cordura frente al irracional belicismo de Gen Hackman.

Un Gran post, una gran peli, Wolf.

Sentado, nervioso, girando continuamente unas bolas de acero, espero al siguiente. Abrazos. Carpet.

César Bardés dijo...

De "Rebelión a bordo" me quedo, sin duda, con la versión protagonizada por Clark Gable, Franchot Tone y el insuperable Charles Laughton que lleva su personaje hasta cimas diabólicas. La de Brando es una película que nunca ha llegado a gustarme porque ahí Brando se gusta mucho llegando a ser realmente irritante aunque Trevor Howard está muy agudo en su interpretación. De la versión de los ochenta, con Mel Gibson y Anthony Hopkins, me quedo con Hopkins, por supuesto, siendo una versión totalmente olvidable salvo por el hecho de la muy breve aparición de Laurence Olivier como presidente del Tribunal.
Es cierto que son películas que juegan manifiestamente a ponerte del lado de los amotinados para, luego, caerte como una losa encima. En el caso de "El motín del Caine" (película que dio su nombre a Michael Caine que quedó tan impresionado que cogió la denominación del barco como apelativo artístico ya que él se llama realmente Maurice Micklewhite) es alucinante el personaje de José Ferrer, que para mí hace un papel extraordinario como esa conciencia que tiene que hacer algo que está en contra de lo que piensa pero que, sin embargo, no deja de echar en cara la cobardía inherente a unos amotinados que no han prestado nunca apoyo a un capitán que lo necesitaba. A veces la tripulación no tiene por qué sentirse arropada por el capitán sino a la inversa. El capitán tiene que sentir que la tripulación está a su lado y ése es el enorme fallo de los amotinados del Caine. Hay que destacar la versión teatral filmada por Robert Altman con Brad Davis en el papel de Bogart, Eric Bogosian en el papel de Ferrer,Jeff Daniels en el papel de Van Johnson y Peter Gallagher en el de MacMurray. Teniendo las limitaciones propias de un escenario teatral, Altman consiguió arrancar unas interpretaciones extraordinarias que recomiendo al que tenga la oportunidad de verla. Y, por supuesto, y para no ser menos, la versión teatral que se estrenó en Madrid con el título de "Huracán sobre el Caine" con Manuel Dicenta en el papel de Ferrer (yo no la vi pero mis padres sí estuvieron allí y según sus palabras, salieron asombrados) y la versión que se hizo para televisión con el gran Fernando Delgado en el papel de Ferrer, Rafael Arcos (un excepcional actor) haciendo de Van Johnson, José María Escuer en el papel de MacMurray y un insuperable y casi genial José María Prada en el papel de Bogart. Vaya por delante mi homenaje a todas estas versiones, incluidas las españolas.
Capitán Queeg, que los reyes le traigan unas nuevas bolas que esas suenas como a muy cascadas.

dexter dijo...

Le tengo un especial afecto a esta película por varias razones. Una de ellas es José Ferrer, un actor al que he descubierto hace relativamente poco. Hace unos días también recuperé Moulin Rouge de Huston, y creo que el Toulose Lautrec que compone es sencillamente para enmarcar,acorde con la película por cierto, nada que ver con la bobería esa de la Kidman que tanto gusta a nuestro amigo ese de las bolas de acero.

Con respecto al Caine, bueno, evidentemente me gusta mucho más la parte final en la que se desarrolla el juicio. Todo lo que hemos visto anteriormente, sí, nos pone en antecedentes, pero se ve demasiado lastrado por la historia de amor del protagonista que narra la historia que nada aporta creo yo al film y un cierto de exhaltación patriótica y propagandística - tengo entendido que la Maria impuso unas condiciones espartanas para rodar la película, viniendo además Dmitryck venía de donde venía. Lo más interesante es la evolución en paralelo de los personajes de McMurray y Johnson. Y así vemos cómo el primero que comienza siendo el autor intelectual del motín acaba escondiendo la cabeza debajo del ala, mientras el segundo recorre el camino inverso, de la fe inquebrantable en su capitán pasa finalmente a instigar la revuelta.

César Bardés dijo...

Muy interesante la inversión de personajes que comentas, Dex. Que, incluso, podría completarse con el personaje de Ferrer que defiende con uñas y dientes el caso aunque se siente enormemente avergonzado de hacerlo destruyendo y poniendo en evidencia al neurótico Capitán Queeg. De ahí su borrachera final, señal de que no puede aguantar lo que ha hecho.
Por otro lado, aunque algunos ya lo sabéis, comentar la extrañísima aparíción de Ferrer con la mano escayolada sin ninguna incidencia en la trama. Eso fue algo que introdujo Dmytrik en todas sus películas después de su delación (en palabras de Arthur Laurents, uno de los guionistas de la lista negra: "Comprensible, pero no perdonable") y fue el meter a algún personaje limitado en movimientos como símbolo de la propia mutilación moral que el director sufrió al delatar a sus compañeros. El asunto de Ferrer queda resuelto con una simple pregunta de Johnson. "¿Un accidente?" y Ferrer contesta: "Sí." Y no hay más mención al tema. Curiosa forma de expresar en público su sentimiento de culpabilidad.

Anónimo dijo...

Que injusticia más injusta, comparar odiosamente dos películas por el hecho de que sean homónimas. Pues claro que el Moulin de Ferrer no tiene nada que ver con el de Mcgregor, pero es que no son ni el mismo tipo, ni la misma historia, ni nada...y si, a mi me gusta lo que consideráis la "boberia" de Luhrmann (por cierto vi "Australia" hace un par de días y esa si que es un pastel incomible) mientras que me encanta el Tolouse de Ferrer...Qué tendrá que ver.
Por cierto y viene a cuento, donde yo conocí José Ferrer y me pareció admirable actor, fue cuando yo era muy jovencito en su versión de Cyrano de Bergerac, poco que ver con la de Deardieu que también me subyuga, mira tu por donde.

Abrazos, Carpet.

dexter dijo...

Jolines, que ya sé que el Moulin de Lurman y el de Huston sólo se parecen en el título, no sea usted tan tiquismiquis ni se me amotine.

César Bardés dijo...

¡A las armas1 ¡A las armas! Tomamos el mando y punto pelota. Rumbo OOO. Fuera Luhrmann y arriba Huston. El juicio vendrá después. Ferrer (además de tío de George Clooney) era un actor enormemente versátil, de físico un tanto difícil pero que era capaz de hacer cualquier papel que le viniera con algo de jugo dentro. Hombre de teatro más que de cine (vaya voz la que tenía el buen señor) voy a decir una pequeña joya que vi y que era un "biopic" del compositor Sigmund Romberg y que se llamó "Profundamente, en mi corazón", donde José Ferrer daba vida a este hombre que fue compositor de opereta pero también de musicales. Su mayor éxito fue una canción titulada "Softly, as in a morning sunrise" y en esta película Ferrer canta, baila y actúa y todo, todo lo hace bien.
Sigamos...Capitán, le relevo del mando. Su neurosis por Luhrmann implica que no está capacitado. Ah, no, que hemos dicho que eso era para los cobardes...perdón, perdón...siga ahí en primera línea de combate que los demás somos ideólogos sin poder de acción.

dexter dijo...

Ya veo capitán que dirige el navío con pulso firme. Le sugiero ordene el código rojo contra el insurrecto. Por cierto soy yo el único que ve un parecido más que razonable entre el capitán Queeg y el Nicholson de A few good men ¿Qué opina de esa peli? porque a mi me parece bastante maja.
Se despide de usted el marinero Dexter. Arrr.

César Bardés dijo...

Siento disentir, Alférez Dexter. No veo grandes paralelismos entre la neurosis del Capitán Queeg y el clarísimo trasfondo fascista del Coronel que interpreta Nicholson en la más que estupenda "Algunos hombres buenos". Queeg pretende el apoyo de la tripulación. A Nicholson le trae sin cuidado que le apoyen o no. Él es el baluarte y la defensa necesaria para el país. Los soldaditos de uniforme son sólo para figurar. El que está en la trinchera es él y él es imprescindible. Queeg es un hombre a punto de derrumbarse y, estoy seguro de que en el pasado, ha sido un excelente oficial pero ha pasado demasiadas horas en primera línea, tomando decisiones difíciles e intentando cargar con las vidas de sus hombres. Eso le lleva a precipitarse al abismo de la locura y de la paranoia. Él no puede con todo. Sólo es un hombre más.
Presenteeennnn....

dexter dijo...

Bueno, más que a la psicología de los personajes yo me refería al devenir de los mismos. Ambos son respetados dentro de su profesión, su conducta es intachable aunque como vemos esconde bastantes cosas, los dos están algo p´allá - cada uno a su manera- y acaban sentados en un banquillo y dando cuenta de sus actos. Tal vez no debí referirme a parentesco entre los personajes sino a conexión entre las dos pelis

César Bardés dijo...

Bueno, el ambiente militar es muy dado a crear a chalados con sus locos cacharros y con códigos de ética muy especiales. En cine hay varios ejemplos de películas de ambiente militar en las que siempre destaca alguno que está como un cencerro. Ahí está el Capitán Bligh que nombra Carpet de "Rebelión a bordo", o los soldados racistas de la espléndida "Historia de un soldado", de Norman Jewison, o el psicópata en el que se convierte el General Tanz en "La noche de los generales", de Anatole Litvak. O yo mismo que me tragué dieciséis meses de mili y así estoy. Militares p´allá.

Anónimo dijo...

Bueno, sinos ponemos a hablar de militares "p´alla" tendríamos que señalar a unos cuantos, los primeros en señalar por derecho propio serían los del "Dr. Strangelove" de Kubrick incluido ese magnífico Slim Pickens tejano intentado domar una bomba atómica.
También podríamos hablar del jovencisimo Cruise más enajenado que marcial en "Tabs". El mismisimo "Mayor Dundee" estaba también bastante poco equilibrado...Va a ser que lo da la carrera.

Abrazos, Carpet.

César Bardés dijo...

Bueno, en la misma "Teléfono rojo" tenemos a Sterling Hayden y a George C. Scott que están para que les den un bañito de agua caliente con miel de rosas. O incluso el adusto Coronel Owen Thurdsay de "Fort Apache" que mandaba a sus hombres a la masacre sólo para conseguir que alguien se fijara en él y le movieran de un rincón lleno de polvo e indios. O el Kirk Douglas de "Primera victoria", obsesionado con el sexo porque su mujer no le daba marcha y al final se redime con un heroísmo fuera de lo común. Tanta disciplina, al final, acaba por hacer más rayas que una cebra, ya ves.

Anónimo dijo...

Yo reconozco que no entiendo del todo el reproche moral del final de la película, salvo al oficial de comunicaciones al que desenmascara revelando su plan de escribir un libro, hacerse millonario y casarse con una actriz. He vuelto a ver hoy en La Otra en una nueva versión increíblemente bien coloreada, aunque me ha parecido que en una secuencia o dos han dejado el puente de San Francisco en gris -naranja en el resto de planos-, para hacer ver que es una coloración.
Decía que no entiendo el reproche moral a ka tripulación en su conjunto, porque el capitán siempre me cae mal. La cobardía no es neurosis, descuidar el gobierno del barco para regañar tampoco. Y, sobre todo, porque lo que veo es que se ponían muchas vidas en peligro por culpa del capitán, que temía otro posible borrón en su carrera si, en vez de mantener el rumbo prefijado, se ocupara de improvisar ante la circunstancia sobrevenida de un tifón (sinónimo de huracán y ciclón si es en el Pacífico).
Yo lo que sopeso es el riesgo temerario para las vidas, habiendo alternativas
Precisamente, lo que me cuesta entender es la indiferencia del timonel sobre si tomar un rumbo o el opuesto según quien se lo mande, cuando según el rumbo del capitán casi vuelca el barco (ya se sabe que en las galernas es mejor gobernar al pairo, sin luchar contra el viento, arriando velas). Como mi vida no vale más que la de los demás, entiendo al oficial que arriesga la suya por salvar varias decenas, aunque le suponga una condena en consejo de guerra y el fin de su carrera militar, siempre le quedará esa gran satisfacción. Por último, una cosa es poner orden en un barco indisciplinado y otra caer en el ridículo con cosas inconsistentes e indemostrables, como recurrir a la hipótesis de una segunda llave para justificar un robo de comida del cual ya le habían advertido que no era tal, sino "autoconsumo" de los camareros

César Bardés dijo...

Comprendo tu punto de vista. Yo creo que en ningún momento se reprocha al motín en sí mismo. Es necesario y evidente que alguien debe tener el mando porque el capitán "colapsa" y es incapaz de dar una orden coherente. Lo que Greenwald echa en cara a los demás es la falta de apoyo que ha tenido el capitán desde un principio. Por supuesto, es un hombre con una fatiga de guerra de caballo y no está bien para el mando (la culpa,en un primer lugar, es del mando supremo que le ha puesto ahí), pero también es verdad que se hace cargo de un buque en el que la indisciplina impera por todos lados, tanto que, a veces, cae incluso en la incompetencia. Greenwald lo dice "en vez de apoyarle y tratar de estar con él, ustedes le hicieron canciones burlonas para reírse de él". Ahí es donde está el reproche. Por supuesto, más allá del personaje de McMurray (no recuerdo el nombre del personaje) que es el típico tío que se trata de agarrar a cualquier tabla cuando todo se hunde y no duda en traicionar a quien haga falta cuando ha sido el conspirador teórico de todo el tinglado.
Es evidente que la película hace que, al principio, uno esté en contra del Capitán Queeg, pero, pensándolo fríamente, el Caine viene de una inercia muy peligrosa, arrastrado por la desidia del anterior capitán que cree, desganadamente, que el Caine es una bañera y ya está. Maryk (Van Johnson) hace lo que debe de hacer, pero es el papel del buen chico, del tipo al que le han comido el coco con "hay que destituir al capitán, hay que destituir al capitán" y el episodio de las fresas no es más que la expresión más gráfica posible de que el capitán se está derrumbando. Aún así, por supuesto, entiendo tu punto de vista y el hecho de que tengamos un distinto enfoque sobre lo que ha ocurrido es precisamente lo que la propia película busca.
Gracias por tu opinión.

César Bardés dijo...

Ah, y se me olvidaba. La actitud del timonel es perfectamente comprensible.No sé si has estado en el Ejército, pero es muy difícil para un marinero raso discernir a quién debe hacer caso cuando un capitán y un teniente le dan órdenes contradictorias. El arresto es la madre del raciocinio y sabes que vas a pringar hagas caso a quien hagas caso.