viernes, 7 de mayo de 2010

DESEOS HUMANOS (1954), de Fritz Lang


El camino de hierro puede ser la línea escrita de un destino sobre la tierra. Las vías del tren se pueden torcer por traviesas mal puestas y los desvíos pueden dar a una vía muerta. Tal vez, no haya atajos de la existencia. Sólo la permanencia de una conciencia del saber vivir que, cuando se encuentra, es difícil de abandonar.
No es por casualidad que los protagonistas de Deseos humanos tienen relación con los trenes y con un montón de grises y amontonados hierros que forman una línea que, quizás, llegue a ninguna parte. Fritz Lang, genio indiscutible del séptimo arte, siempre tuvo en su cabeza la arquitectura del destino extrañamente sometedor que, es posible, nunca tenga un fin, sólo la inexorabilidad de que vas por un camino y es difícil, muy difícil, volver a encontrar la ruta correcta.
Soberbiamente dirigida, Lang extrae interpretaciones deslumbrantes de un actor tan limitado como Glenn Ford (no en vano, el alemán ha sido el hombre que mejor le ha dirigido en sus colaboraciones variadas), de una mujer con el agridulce sabor de lo vicioso como Gloria Grahame (en realidad, era una mujer extremadamente refinada y recatada que escondía sus ojos detrás de unas enormes gafas de miope y que llegó a ser condesa) y de un actor sólido, de esos que sólo se hacen de roca y a golpe de cincel como Broderick Crawford. Basada en la novela de Emile Zola La bestia humana, el gran Jean Renoir dirigió una versión en 1938 para nada inferior a esta. Quiero citar esto como maravilloso ejemplo de cómo se pueden hacer dos obras maestras por parte de dos grandes cineastas con la particularidad de su mirada como elemento separador. Cuando hay genio, hay maestría y cuando hay maestría…el arte desfila delante de nuestros ojos a una velocidad de 24 fotogramas por segundo.
En cualquier caso, la película nos habla de esas mujeres que se instalan en tu interior de una manera tan salvaje que acaban devorándote, acaban haciéndote ver que, para nada, eres el mismo hombre de antes. Manipulado, degenerado, cansado, destrozado, aniquilado y aplastado por el deseo. Una de esas que hacen que desees no haber nacido pero que, al mismo tiempo, das gracias a Dios por haber nacido, que tratan a los niños como hombres y a los hombres como niños, y que si no las extirpas, tú mismo acabarás por compartir el festín de tus entrañas con ella. Porque ella…ella sólo te puede conducir hacia la oscuridad de tu inteligencia y hacia la negación de tu humanidad. Cuando la encrucijada de caminos se extiende ante ti como una letra mal dibujada, es el momento en que la elección te hace ver lo que realmente eres.
Retrato de la debilidad del hombre, Deseos humanos, es un tratado sobre todo aquello que nos hace ser menos y que, algunas veces, nos impulsa a ser más demostrando que lo débil, también puede ser grande.

2 comentarios:

Miriam dijo...

Me encanta esta película, no sólo es una de mis favoritas de Fritz Lang sino de todo el cine negro (y de las que menos se citan en las listas y encuestas sobre films noir). Me llama muchísimo la atención que, cada vez que se menciona a Glenn Ford, casi siempre se le asocia con Rita Hayworth cuando es con Gloria Grahame con la que echa chispas. Es que en esta película cada aparición de ambos en pantalla se siente de manera muy carnal, infinitamente más que en el film de Charles Vidor con la Hayworth - que parece sacarle unos cuantos años.
La otra razón es la propia Grahame. Un actrizón como la copa de un pino que incomprensiblemente pocas veces se la recuerda. "En un lugar solitario", esta película y la soberbia "Los sobornados" dan fe de una actriz inmensa que merecía mejor suerte en un Hollywood ingrato con sus estrellas.

Saludos!

César Bardés dijo...

Pues es muy certera tu apreciación acerca de la química que desprende la pareja Ford-Grahame por encima de la de Ford-Hayworth. Quizá es que Gloria Grahame tenía ese puntito de más, morboso, que hacía que la imaginación volara con más ahínco a pesar de que, tal vez, era menos insinuante o, mejor dicho, menos evidente su insinuación.
Sin lugar a dudas, Gloria Grahame era una actriz como la copa de un pino, estoy totalmente de acuerdo. Es muy ilustrativa "Las estrellas de cine no mueren en Liverpool", que narra sus años de madurez, cuando ya deja de ser el símbolo sexual y la madurez llama con fuerza, por cierto, espléndidamente interpretada por Annette Bening.
Cierto es también que en sus interpretaciones maravillosas están las que citas en las que demuestra lo enorme actriz que era. Ahí está también su Oscar en "Cautivos del mal", de Vincente Minnelli, o ese fugaz pero hipnótico paso por la pantalla en "Encrucijada de odios", de Edward Dmytrik, o, incluso, si no la has visto, su encarnación de la "buena chica" que hace en "La tela de araña", también de Minnelli, una de esas rarezas que muy poca gente ha visto y que contiene un reparto excepcional con Grahame, Richard Widmark, Lauren Bacall, Charles Boyer y unos cuantos más.
Saludos y gracias por visitar este modesto blog.