miércoles, 19 de mayo de 2010

SALVAR AL SOLDADO RYAN (1998), de Steven Spielberg


Entre las ruinas físicas y morales, el soldado Ryan cuenta el último recuerdo que tiene con todos sus hermanos. Lo revive y lo disfruta. Cuando termina, pregunta al capitán Millar: “¿Y usted? ¿No tiene ningún recuerdo?”. El oficial pierde la mirada en la ensoñación y dice: “Sí. A mi mujer cuidando las flores de mi jardín”. Ryan, desnuda ya su alma, le ruega: “Cuéntelo” y el capitán, después de pensárselo un instante, temeroso de romper la magia del recuerdo, sentencia: “No. Eso me lo guardo para mí”.
Una mujer se desploma de dolor cuando las autoridades vienen a comunicarle la muerte de tres de sus cuatro hijos en el campo de batalla. El Estado Mayor no duda en organizar una patrulla para ir a buscar al cuarto muchacho que ha caído detrás de las líneas enemigas como paracaidista en algún lugar de Normandía. Y aquí es donde se plantea la pregunta. ¿Es lícito arriesgar la vida de ocho hombres para salvar a un desconocido?. La respuesta es que sí, siempre y cuando la vida de ese desconocido lo merezca y viva el resto de sus días desde la dignidad.
Por el camino, todos ellos se harán muchas preguntas, recitarán el ojo por ojo en un apasionante duelo de francotiradores, morirán por salvar a una niña que les recuerda a su hermana pequeña, dejarán escapar a un alemán para no convertirse en asesinos en una cruel broma del destino escrito, derribarán muros con sorpresa, dormirán en una iglesia que les recordará en una noche de temor a compañeros perdidos que murieron porque no valían para sobrevivir en el infierno y en un puente, último bastión que les une con la vida, lo darán todo para proteger a Ryan, el desconocido, el hombre que muchos años después volverá a Francia para visitar la tumba del soldado que le rogó que mereciera su sangre.
Antes de todo eso, Steven Spielberg rodó el desembarco de Normandía en la playa de Omaha, única que adoptó las medidas propuestas por el mariscal Rommel para evitar el ataque de los aliados. Allí, en medio de la arena teñida de rojo, asistimos al miedo, al estado puro de la crueldad, a la sinrazón desatada, a la casualidad horadada, a la explosión que fragmenta, al grito que desgarra, al hombre sin rostro, al hombre sin piernas, al hombre destrozado, al hombre acabado, al hombre desangrado, a la cobardía del momento, a la valentía de la desesperación, a la muerte inútil, al silbido atemorizador de las balas que muerden y se llevan tu vida entre los dientes, al horror de querer salvar lo mutilado…y a un sargento cuya mejor arma es la veteranía que recoge un poco de tierra francesa para guardarla en un bote junto al resto de las arenas donde ha derramado su propia sangre sin más victoria que la de sobrevivir.
“Salvar al soldado Ryan”, aunque pueda parecerlo, no es una película de guerra. Es una historia de personajes que, amenazados por el miedo a morir, intentan que la vida sea un valor supremo en una época en la que está despreciada y aniquilada. Porque también se puede crear y proteger a la vida en medio de una guerra que está inmersa en ríos de sangre y olas de muerte.

2 comentarios:

Carpet dijo...

Me parece impresionante "Salvar al soldado Ryan", es una película que me atrapa, pero a diferencia de una gran mayoría de personas (casi todos los que conozco, de hecho) no aprecio tanto esa primera parte del desembarco y su espectacular "realismo" como la segunda parte cuando el comando dirigido por Tom Hanks ha de buscar a Matt Damon-Ryan.
A ver aclaro, el desembarco me parece brutal, una maravilla fílmica y un espectáculo dantesco y terrible que, sin embargo, hipnotiza.
A propósito, hace algún tiempo enganché por casualidad un enlace de youtube donde unos estudiantes de cine con unos 10 amigos y por unos mil euros rodaron 18 desembarcos distintos con la misma lancha, diversos movimientos de las "tropas" (los 10 amigos), varios tipos de explosiones en la arena de la playa...y merced a la informática, el sonido y la combinación de las imágenes rodadas, convertían aquellas escenas absurdas y deslavazadas en un impresionante desembarco de millares de soldados....si encontrase el enlace os lo haría llegar.
En cuanto al tema, si decía que aquella primera parte me parece potentísima, a mí me atrapa más la parte final del desarrollo. Cuando Spielberg deja las multitudes y nos enfoca a las personas, cuando dejamos de ver el telediario (muertes y malas noticias por doquier) y nos centramos en nuestro amigo, en nuestro vecino o en nuestro hermano. Porque un corte en la mano de quien tenemos cerca es mucho más doloroso que la muerte atroz de mil personas en un terremoto en Chikiristan (mal que nos pese). Y cuando observamos a esos soldados con dudas, arriesgando su pellejo, y les conocemos en la busca de un tipo desconocido, sus dudas nos son traspasadas y nos planteamos como ellos si merece la pena el sacrificio, si el soldado Ryan dignificará la muerte de aquellos que acuden a salvarle.
Esa parte es la que a mí me gusta de verdad, la que nos muestra los individuos, nos enseña sus manías, sus miedos, sus penas, su cobardía, su locura asesina, sus egoísmos, su muerte y las miserias que encogían algunas de sus vidas.
Muchos hablan de Spielberg como el Midas, el tipo a la búsqueda del éxito comercial y de su tendencia al final almibarado (el almíbar que rica cosa). Yo creo que es un director arriesgado, que se ha jugado mucha pasta y no siempre le salió bien y que en más de una ocasión se ha mojado la oreja diciendo cosas desagradables. Yo no creo que “Salvar al soldado Ryan” sea una peli fácil, ni un imán para la taquilla, y mucho menos que nos cuente cosas dulces, aunque finalmente ponga el acento en el deseo y la importancia de ser buenas personas. Mensaje que comparto 100 x 100.
Un abrazo, Wins.

César Bardés dijo...

Comprendo perfectamente tu punto de vista, Carpet. Es cierto que la parte más "humana" y, por lo tanto, más cercana de la película es altamente interesante y que, de hecho, es la que nos hace crecer como personas. Es la que yo he comparado siempre como enorme deudora de "El puente", de Bernhard Wicki y en la que parece que nosotros también sangramos cuando cada uno de los personajes que empezamos a conocer tan bien encuentra la muerte porque su destino es morir para tener una vida en el haber. En absoluto es desdeñable nada de lo que dices y, desde luego, para mí, también es un punto fortísimo de la película.
En cuanto a la escena del desembarco yo no dudo que hay trucaje escénico, digitalizaciones y demás historias y que, probablemente, hay menos medios en juego de los que realmente vemos en pantalla y no dudo tampoco de que haya unos estudiantes que demuestren que eso no tiene tanto mérito pero te diré dónde reside para mí el auténtico mérito de esa secuencia. Steven Spielberg fue el primero en diseñar una secuencia así. Puso la cámara en medio del campo de batalla (todo lo contrario de lo que hicieron los siete u ocho directores que rodaron "El día más largo") y nos hace sentir lo que sufrían aquellos soldados que estaban en medio de una carnicería. Todo eso mezclado con otros dos méritos no menos valorables. Uno: aprovechando la descripción de la cruenta batalla, Spielberg comienza a diseñar unos personajes que posteriormente irá desarrollando pero vemos la veteranía del sargento interpretado por Sizemore, asistimos al valor intrínseco que tiene el Capitán Miller (estupendo Hanks) que, aún así, tiene que reprimir su miedo con ese temblor en la mano. Vemos la resolución del francotirador del grupo, etc.
Por otro lado, siempre pongo esta película como ejemplo de lo que es una justificación narrativa para la cámara al hombro. Creo que es la película que mejor utiliza ese recurso que, hoy día, se ha convertido en algo mareante. Y no es que quiera dármelas de listillo ni nada de eso, pero el sonido es excepcional porque los disparos, por primera vez en la historia del cine, suenan realmente así, tal y como aparecen en la banda sonora de la película. Qué estupendo plano es ese de cámara subjetiva saltando al agua y nos hace sentir de forma tremenda el agobio de asomar la cabeza aún cuando se ve la trayectoria blanca de las balas por debajo de la superficie. A mí me parece magistral.
Como peros, que los tiene, te diré que a mí ese prólogo y ese epílogo no me dicen nada. Los hubiera cortado y sin más. Tienen algo de increíble (la mujer mirando sorprendida a Ryan cuando está arrodillado delante de la tumba de Miller...por Dios ¿es que no se lo ha contado nunca?) y además me parece el sempiterno intento de Spielberg de forzar la tuerca de la emoción, de dar una vuelta, por lo demás, innecesaria porque a mí ya me ha llegado al corazón cuando Miller, agonizando, le dice al soldado: "Ryan, merézcalo". Eso ya para mí es suficiente, ya tengo el corazón entregado. No me lo fuerces que se me para congeladito. Y en eso estoy bastante en contra de Boyero que considera que ese prólogo y ese epílogo son imprescindibles para entender la película. A mí no me lo parece tanto.
En cualquier caso, es muy interesante comprobar cómo todavía ha y gente que prefiere acercarse a la piel y alejarse de los disparos. Estupendo comentario y siempre agradecido su seguro servidor.