jueves, 17 de junio de 2010

LA ÚLTIMA ESTACIÓN (2009), de Michael Hoffman

El movimiento de desprecio hacia las cosas materiales que ideó León Tolstoi y que comprendía también el amor y la libertad como valores máximos, la resistencia pasiva como forma de protesta, la igualdad detrás de la verdad y el rechazo de la Iglesia, fue pasto de la interpretación errónea del fundamentalismo humanista. Lo que era idea, degeneró en religión mientras las obras del genio aspiraban a ser divulgadas a todos los rincones como un sentimiento de legado para los más pobres.
Toda idea, sin embargo, tiene su contradicción intrínseca y Tolstoi comienza a vivir en sus propias carnes la terrible batalla que se desata entre amor y libertad simplemente porque son conceptos contrapuestos. El amor son ataduras, obligaciones, dulzura regalada, humor cómplice, darse sin esperar nada, esperar sin derrota en la mirada. La libertad significa la capacidad de elegir, de hacer, de comportarse y de buscar lo que más se desea y eso, inevitablemente, siempre es la felicidad. ¡Qué gran choque se produce! La libertad es la felicidad pero nunca se es feliz si no hay amor. Y los mimbres de la creación, de la genialidad, del talento están hechos de trenzas de cariño que te da quien mejor te sabe comprender.
En este permanente enfrentamiento, por fin, encontramos cómo una película se puede elevar hacia categorías extraordinarias cuando dos actores de la sabiduría y encaje de Christopher Plummer y Helen Mirren aparecen en escena. Él sabe conjugar en un rostro de amable vejez y cansada pluma el intento de encontrar el equilibrio vital que le permita morir en paz y, no obstante, sólo consigue un desolador estado de guerra. Ella ilumina la escena con una presencia profunda que destila el saber mirar de una gran dama, la desesperación latente de quien olvidó cómo amar, la ira de permanecer detrás de las páginas cuando gran parte de la tinta inmortal del enorme escritor tiene su piel, su risa, su compañerismo, su vitalidad, su sentimiento de admiración y de soberano deseo de estar junto a quien siempre ha amado. Libertad es Plummer. Amor es Mirren. Y ambos colisionan violentamente porque la idea de amar nunca puede volverse religión.
Entre tanto, caminamos por espacios rusos que huelen a campo y trabajo, por estancias de madera que parecen recoger las virutas de los roces provocados por la actividad de un escritor que quiso ir un poco más allá en su visión de la realidad utilizando una ficción que nunca dejó de ser verdad. La inteligencia como arma y transferida en un papel para que el resto del mundo pueda llegar a librarse de la manipulación continua. Pero siempre habrá alguien que quiera coger el pensamiento del comunicador para reinterpretarlo y hacer que sea olvido de su razón, de su herencia, de su compromiso.
A pesar de algunos errores de planificación del director, Michael Hoffman, la película tiene mucho humor que pule la densidad de los obviados planteamientos literarios de Tolstoi. Más tarde, deriva en un drama sobre dos personas que se aman con tal intensidad que, en su tremendo combate de intereses, aún tienen tiempo para una despedida en calma, para una sonrisa de tranquilidad, para tener esa seguridad de sentirse felices porque han sido amados. Ahí reside, tal vez, el secreto y la unión de dos almas que el tiempo convierte en viejas y que guardan el latido necesario para seguir siendo humanas, para seguir siendo las dos partes de la misma persona, para seguir siendo destinos amarrados con fuerza el uno al otro, primera y última estación, libertad enamorada del amor, bendición y creencia, coherencia y calor, viaje y hogar, vida y agua, papel y escritura, arruga y conciencia, precio y mercancía, ternura y comprensión. Todas estas letras mal juntadas puede que sean las insondables estancias en donde se asienta el genio de un escritor que fue libertad y que tuvo amor.

4 comentarios:

dexter dijo...

Es verdad que si antes hablamos de biopics antes nos encontramos con esto. Por cierto ¿esta peli la consideras un biopic? Para mí esta película describe claramente una curva descendente. Empieza pero que muy bien con la presentación de personajes para luego decaer bastante y por fin volver a alzar el vuelo en un tramo final francamente intenso y emotivo.
Hablas de los actores que de verdad están entre lo mejor de la película. Cuando leí las nominaciones al Oscar de este año, pensé, vaya Mirren aspira a la mejor interpretación principal y Plumer a la secundaria, qué raro tratándose de una película que tiene a Tolstoi como protagonista. Viendo la peli caes en la cuenta de que no es tan raro. Y sí, no puedes haber descrito mejor lo que son los personajes, Sofya es el amor, Leon la libertad. Y yo añadiría que si Plumer es la sobriedad, Mirren es el temperamento. No hablas de él pero a mí me gustó mucho la interpretación de James McAvoy el espejo en el cual se reflejan el Amor y la Libertad, el temperamento y la sobriedad. Si Tolstoi es la luz que guía los caminos de Valentin, éste es el guía del espectador en la película. Por contra, me pareció un poco desaprovechado el personaje de Paul Giamatti - qué gran actor, amiguitos.

Me alegro de que hayas elegido - o te hayan dejado elegir- comentar esta interesante película y no la patochada comercialoide que debe ser el nuevo Dorian Gray.

César Bardés dijo...

Bueno, pues según la definición que yo he mismo he dado de biopic, sí la consideraría un biopic. Si hemos considerado "El hundimiento" como tal, yo creo que, perfectamente podemos considerar a "La última estación" así.
Totalmente de acuerdo con tus apreciaciones de Plummer y Mirren y es cierto que no me refiero a la actuación de McAvoy (uno de los grandes enemigos del crítico es el espacio) y lo hice en un primer borrador pero algo tuve que quitar y le quité a él. En mi opinión está más que correcto aunque no brillante y está un peldaño más abajo de la enorme sabiduría que destilan Plummer y Mirren (qué maravillosa expresión la de Plummer al final, cuando aparece ella e, incluso, sonríe entre el dolor, fantástico). El personaje de Giamatti (que a mí también me parece un estupendo actor) lo que pasa es que está presentado de una manera demasiado maniqueísta. Es el malo malísimo que se opone a los deseos de ella y lo hace sin reparar en nada. Echa la bronca a Tolstoi por matar a un mosquito y, sin embargo, no se da cuenta de que él, con sus actitudes, también está matando. Por contra, McAvoy juega a su favor con un papel estupendamente perfilado, estanque de sensaciones de la pareja central y, a la vez, un alma sensible que busca el amor al igual que lo buscan Tolstoi y la Condesa, y también la libertad, como Tolstoi y la Condesa. No tan bien está el de su pareja en la película que parece más bien que se pasea y que es un personaje-excusa para dimensionar el de McAvoy. En cualquier caso, teniendo presentes los baches de la película y algunos planos absurdos (en mi opinión, por ejemplo, la discusión en la cocina entre McAvoy la chica está rodada cámara al hombro y sobra totalmente porque no tiene ni justificación narrativa, ni justificación anímica. Céntrate en la reacción de los personajes y no en inquietar al espectador con un juego tonto de cámara), por fin podríamos decir que, por lo general, hemos visto una película más que aceptable después de muuuuuchas semanas de sequía.
El periódico no me suele imponer ningún título (aunque sí ha habido alguna sugerencia como fue el caso de "Los abrazos rotos") pero es que yo soy un adorador impenitente de la versión de Dorian Gray de 1944, de ese extrañísimo director que era Albert Lewyn y que tiene dentro a un gran George Sanders y a un más que creíble Hurd Hatfield en el papel de Gray. No hace falta ser un lumbreras para adivinar que lo de ahora es, ya con la estética, un ful de estambul.

Scarlett dijo...

La sugerencia te vino hecha por un equipo periodístico que no es de Albacete (Tere es de Jaén, Miguel Angel poco acento albaceteño tiene...). Con muy mal criterio, debieron de pensar que, al ser el director manchego, debía de causar furor en Albacete, y nada más lejos de la realidad. Para una mayoría de albaceteños, el director es un "advenedizo" por vender al mundo una versión de "paletos" de la población manchega que poco tiene que ver con la realidad. En todo caso, esos paletos sólo se dan en los pueblos de Ciudad Real, jamás entre quienes se creyeron, a pies juntillas, aquello de que somos el NUEVA YORK de La Mancha. Somos, por lo tanto, una minoría los albaceteños que sí que estamos encantados con el director. Ya se sabe que nadie es profeta en su Tierra, y el caso de Almodóvar no iba a ser diferente. Y, como dice otro manchego, José Mota, "no pasa ná", por ser paletos no pasá ni media", pero SER, SOMOS.

César Bardés dijo...

Sí, pero no pasa absolutamente nada. No estoy en contra de las sugerencias, todo lo contrario, las entiendo y, en ocasiones, hasta las respeto. Y en el caso de "Los abrazos rotos" hubiera ido a verla en cualquier caso porque ya digo que esto no es como antes, que había dos o tres para ir a ver. Ahora, si hay una, gracias y esa semana la una que había era la de Almodóvar. Además, no se pueden señalar culpables porque quizá la sugerencia vino de más arriba, cosa perfectamente posible. Y no sé (porque no lo recuerdo) si aún estaba Juan Ángel por ahí, cosa que es posible y él era más amigo de las sugerencias como me hizo saber en cierta conversación telefónica en la que me llegó a censurar algún que otro artículo. En cualquier caso, entiendo que el objetivo de cualquier publicación es vender y que, si fuera por ellos (recordemos que estamos hablando de un periódico) y por las políticas de empresa lo que querrían es que fuera a ver el taquillazo semanal que, al igual que esta semana es "El retrato de Dorian Gray", la semana pasada era "Kick-Ass" y la libertad de elección e irme a ver películas un poco más raras y hechas para un público mucho menor también es de agradecer. "No pasa ná...que mejor...que mejor...ahora que sepas que ser, eres" ¿El qué? "Ná".