miércoles, 27 de octubre de 2010

LA MUJER PANTERA (1942), de Jacques Tourneur

¿A qué se tiene miedo? Se tiene miedo a la oscuridad, a lo que no se ve. Así de sencillo y así de genial. Ésa fue la fórmula de Jacques Tourneur para hacer una película como La mujer pantera, de clara serie B, cuando vio los ridículos disfraces que le proponía la sección de vestuario. Decidió no mostrar nada pero sugerir todo. El público tenía que poner el resto con su imaginación. El resultado fue el nacimiento de una obra maestra del cine fantástico que aprovecha su originalidad para dar un repaso al felino carácter de una mujer que se convierte en pantera cuando se excita sexualmente, lo cual la hace tremendamente peligrosa en casos de celos y llantos. Extraordinaria es esa secuencia en que ella llora amargamente y le alcanzan un pañuelo para devolverlo hecho jirones. No se puede decir más con menos. No se puede sacar más partido a la limitación presupuestaria. Tourneur era un maestro, un hombre que sabía sacar oro de debajo de las piedras y nos dejó un puñado de obras de arte que merecieron perdurar en la historia como sombras apenas vistas y reflejadas en la pared de nuestras memorias.
Una pantera, una mujer, marca claramente su territorio para que no se acerque nadie al hombre que ama. Si alguien traspasa las fronteras de sus dominios, entonces se enfrentará a la ira de una fiera indomable. Será difícil de cazar, será imposible de atraer, incluso se revolverá contra quien quiere forzarla torpemente. Sus uñas están afiladas hasta el arañazo mortal. Sus dientes delatan la búsqueda de la carne que estorba sus propósitos. Y aún así, debajo de la sombra de su piel, de la negrura de su pelo, late el corazón de una mujer que ama, llora, siente y pelea por lo que cree que es suyo. Parábola inteligente sobre el carácter femenino, Tourneur rinde homenaje así a todas aquellas panteras que no se rinden nunca, condición implícita en cualquier mujer. Así, los hombres son vistos como débiles y manipulables, movidos por la obsesión sexual, hábilmente sugerida, sin más cerebro que el de un comparsa de selva que sigue a la hembra dominante en sus pasos haciendo creer que, realmente, quien marca el liderazgo es él, incautos que caen bajo las zarpas mortales de las auténticas bestias salvajes, plenas de inteligencia y fuerza, de belleza y oscuridad, de mucha oscuridad.
Así pues, señores, tengan cuidado. Al lado puede que tengan a su pareja cogiéndoles del brazo mientras ven esta película. Si en algún momento llegan a notar cómo se van clavando las uñas en sus venas, desconfíen. Están marcando el territorio. Están dando un aviso de amor pero también de temor. Están afilando sus garras de mirada transparente con ustedes así que yo no osaría llevarles mucho la contraria. Mímenlas. Se lo merecen. Saben desenvolverse en la selva y sobrevivir. ¿Creen que con ustedes no lo harán? Están muy equivocados. Son valientes y osadas. Son perseverantes. Son inquietud adornada de hermosura. Son pura excitación que no debe ser rechazada. Son mujeres. Son panteras. Llevan el peligro en sus ojos. Mírenlas.

2 comentarios:

dexter dijo...

Sí, Bardés, ya ha quedó suficientemente claro hace unos pocos posts que estamos hechos unos carrozas. Y has dado con una de las claves de porqué somos así; el cine clásico sugería más que mostraba. La película que comentas hoy podría pasar como un trhiller o un policíaco más de serie B de aquellos años. En la superficie se ve así. No vemos que por dentro Tourneur está encofrando uno de los pilares básicos del cine fantástico de todos los tiempos.
De hecho el remake ochentero de Schrader muestra más de lo que sugiere y sin ser del todo desdeñable el resultado no hay color. Algunos quizá tendréis el aliciente morboso de ver a la Kinjski en su apogeo, pero vaya. Quizá yo me quede con el aliciente de que inspiró a Bowie para su magistral Cat people y de rebote a Tarantino para construir una de las escenas más potentes de Malditos bastardos.

César Bardés dijo...

Infinitamente de acuerdo. Hoy ya no hay lugar para la imaginación. Todo debe ser mostrado y estar bien cerradito para que el público no se vaya con la sensación de haber visto una película blandita. Tourneur hizo una obra maestra (una de tantas suyas, el tío era un fiera, y nunca mejor dicho) sin mostrar más que sombras y dejar que el espectador rellene los huecos vacíos. Y lo hacía de tal manera que la imaginación se convertía en un arma temible porque inspiraba verdadero terror, y si no terror, una sensación que a mí me da más mal rollo, que es la inquietud.
En cuanto a la versión ochentera de Schrader...pufff...a mí no me gustó nada. La Kinski paseándose en pelotas toda la película. El McDowell comiéndose su propio semen. Sí, definitivamente prefiero a Tourneur inspirando a Tarantino. Así se demuestra también que ese tipo ha visto toda la serie B del mundo pero que también ha visto a los mejores, que los cuela en sus películas y que muy poquitos se dan cuenta.
Estupenda acotación, Dex.