jueves, 28 de octubre de 2010

STONE (2010), de John Curran

Tomando como premisa argumental el mismo punto de partida que se planteaba en La huida, de Sam Peckinpah, nos encontramos ante un retrato grisáceo de la vida de un funcionario que no sabe si es feliz, no porque no lo sea, sino porque ni siquiera se ha hecho la pregunta. Alrededor de él, se ha construido un muro insalvable de silencio e introversión y, durante toda su vida, cree que ha estado dentro de los límites de la rectitud por la sencilla razón de que nunca ha quebrantado la ley.
Y así, en un argumento que va con nitidez hacia la deriva, se nos cuentan cosas como el rechazo al radicalismo de una iglesia cada vez más delirante y absorbente, el encuentro con un preso que descubre la manipulación como arma contra la inteligencia y la certeza final de que, aunque se haya vivido con la creencia de que se ha actuado de forma irreprochable, la rectitud no es más que un fugitivo que se viste con mugrientos harapos para no parecer que mendiga algo a la existencia.
Es entonces cuando nos encontramos con la paradoja de que el tipo que decide si recomendar la libertad condicional a un individuo, es un delincuente moral de cadena y bola; y el tipo al que tiene que soltar resulta que, a pesar de que ha hecho auténticas barbaridades, piensa que ha hecho lo correcto, lo único posible y que, a través del horror, ha encontrado el genuino sendero de la purificación.
Con todo este entramado, llega un momento en que nos da exactamente igual lo que le pase a uno y a otro y algo en nuestro interior, nos invita a saltarnos la ley del cine y salirnos antes de los créditos. No cabe duda de que un actor como Robert de Niro siempre es eficaz aunque en esta ocasión esté lejos de lo magistral y sabemos que domina el arte de la mirada como muy pocos en la historia del cine; que Edward Norton cumple sin más y que no acaba de encontrar el tono adecuado al personaje y que Milla Jovovich nos presenta uno de los personajes femeninos más irritantes de los últimos años caminando por el borde de la bobada y tropezando peligrosamente en el abismo de sus labios rojos como el pecado. Y no hay más. Lo que empieza de una forma prometedora, se trunca porque la película se estanca sin salidas pues John Curran, el director, se ha encargado cuidadosamente de tapar todos los agujeros de desenlace posible y la película carece de él, igual que podría haber carecido, para nuestro solaz, de iniciativa para hacerla.
Y es que es muy difícil saber encontrar el matiz adecuado para inundar al público de tanta vida gris y sin sentido, de tanta mazmorra comunicativa y de tanta frustración acumulada en unos vasos de whisky que, de tanto usar, ya comienzan a tener el cristal amarillento. Más allá del porche, sólo hay una oscuridad que ni siquiera se tiene interés en penetrar y lo prohibido comienza a ser la propia conciencia que, a pesar de tener muchas razones para estar presa, se ha movido en libertad porque la injusticia es una condición inherente al hombre. El bárbaro debería estar preso. El torturador moral, también y, sin embargo, no hay delito en ningún código contra el que reprime voluntades ajenas y esclaviza sentimientos con la violencia del chantaje más fácil. No se puede centrar el núcleo de una historia en unas cuantas conversaciones con el diablo para darnos cuenta de que una mesa puede ser el mejor de los refugios. Que suenen los barrotes. Un preso abandona la prisión. Que se cierren las puertas. Un hombre que ha creído siempre cumplir con su obligación, no puede abandonarla. Y mientras tanto, el bostezo ya es la mejor compañía para quien ha tenido la paciencia de esperar hacia dónde va tanto desatino narrativo y tanta piedra en el corazón. Piedras huecas. Piedras de nada. 

6 comentarios:

dexter dijo...

Uff, pues me da mucha pereza esta película por muchos De Niros y muchos Nortons que salga. Luego si eso te comento una cosa a propósito de Robert de Niro y de lo que hablábamos estos días de lo carrozones que nos estamos volviendo. No sé si viene muy a cuento pero como veo que el Stone este no da para más...

Pd: Por supuesto que se ve muy claro a quién pertenecía la tumba. Quizá puse un mal ejemplo- por lo evidente- de lo que quería decir.

César Bardés dijo...

Nada, no pierdas el tiempo y no vayas a verla. De Niro siempre es atractivo pero ni siquiera aquí llena la esperanza.
Es evidente que me extrañaba la afirmación pero es que internet tiene estas cosas. Mis disculpas si te he parecido estúpido. A veces, incluso, lo soy.
Espero tu relación de De Niro con los carrozones

dexter dijo...

Bueno, Bardes, tú tranquilo que siempre es mejor ser un estúpido a ser un capullo y encima otoñal como soy yo.
No, bueno, lo de De Niro es una tontería de las mías que encima tiene que ver con De Niro así como de refilón y de pasada. Y el otro día hablando de lo carrozones que somos añorando el cine de antes me acordaba yo de esto y hoy al salir a relucir Don Roberto por aquí ya no me he podido resistir a contaroslo. Sucede que hace poquito me compre la edición especial en 2 dvds de New York, New York. El primer disco contiene la película y el segundo incluye unos extras la mar de jugosos que me tragué enteritos este fin de semana. Hay una entrevista muy interesante a Scorsese en la que habla de sus principales referencias a la hora de hacer la película. Son las opiniones que más o menos siempre le hemos oido a Marty a propósito del cine que le marcó en la infancia, pero aquí al hablar de una película que homenajea expresamente esa época están como más concentradas. Y el hombre nos habla del cine de antaño, de como construyó una realidad paralela que el cine actual es incapaz de reproducir. Se notaba que las calles eran decorados, las aceras eran más altas que en la realidad, los extras vestían de manera más elegante que la gente normal pero qué más daba. Era un código que todos aceptaban sin rechistar y le daba mucho más encanto a las películas. Una conversación muy interesante. Pues era eso, tú, fijate que tontería y además me he apartado definitivamente de los fanatismos religiosos y de los dramas carcelarios y de todo. Mis más sinceras disculpas.

César Bardés dijo...

Nada, no hay nada que disculpar y me moriría de ganas de ver lo que dice Scorsese si no fuera porque "New York, New York" nunca me gustó demasiado aunque reconozco que el trabajo de De Niro era impresionante (no sé si en esos extras saldrá lo que declararon los compositores Fred Ebb y John Kander diciendo que gran parte de la canción que da título a la película se compuso siguiendo las sugerencias de Robert De Niro). El caso es que, en cualquier caso, tu acotación es interesantísima.

dexter dijo...

Sí, y que fue una gran injusticia que la canción haya pasado a la historia en la voz de Sinatra cuando se compuso expresamente para la película y para Liza Minelli; ni siquiera fue nominada para el Oscar de aquel año y Frankie la grabó dos años después del film y zaca, pelotazo. También se dice que Scorsese quiso rodar la película en los estudios de la MGM donde Minelli había filmado Melodias de Broadway porque la concibió como un homenaje al director, y fíjate con Liza además en la cabeza de cartel.
Y también se habla de una cosa que tú quizá sepas pero que yo desconocía y con la que flipé en colorines. Resulta que a principios de los 80 Bertrand Tavernier visitó los USA y se fue una noche a cenar con Scorsese. En un momento Tavernier le preguntó a Marty si había quedado satisfecho con el final de NY, NY y en concreto con el rumbo que toma al final el personaje de De Niro a lo que el de las cejas en un alarde de sinceridad respondió que no. Pasados unos minutos, quien sabe si también algún whisky más, Bertrand volvió a insistir y le habló a su anfitrión de que estaría bien hacer una película sobre un músico de jazz exilado en París (De Niro se iba a París al final de la peli) Así en una noche de juerga nació toda una obra maestra. Que no sabía yo que Round Midnight se pudiese considerar una secuela apocrifa de New York, New York, mira tú.
Bueno, siempre puedes intentar comprarte el disco 2 y que te cobren la mitad.

César Bardés dijo...

Sin duda, fue una gran injusticia porque la versión de Liza es muy buena (sin desmerecer la versión de Sinatra, que también es muy buena).
El dato que compartes sobre la conversación entre Tavernier y Scorsese lo desconocía así que fíjate en cuánto lo aprecio. Es toda una aportación que guardo para cuando me haga falta. Quién sabe. Quizá a algún romántico en alguna ocasión le dé por hacer una película sobre un músico de jazz y las referencias, aparte de dar sabiduría, también aportan un toque de clase a lo que se pueda escribir.
Gracias, Dex. Un abrazo. Voy a ver si me dan el disco 2...