viernes, 17 de diciembre de 2010

DÍAS DE VINO Y ROSAS (1963), de Blake Edwards

En cuanto disponga de las fotos del acto de ayer, tendré buen cuidado de ofrecerlas a todos. Mientras tanto, se nos ha ido un gran maestro que hizo comedias inolvidables, películas románticas, misterios turbios y dramas desgarradores. Vayan estas líneas sin ápice de sonrisa por Blake Edwards, el hombre que entró en una ceremonia de los Oscars haciendo un "gag" cual Inspector Clouseau atravesando una falsa pared con una silla de ruedas a reacción. Con diamantes y panteras, por él.


Si hay una película que describe, uno a uno, los peldaños que conducen al infierno, esa es Días de vino y rosas. Y nadie quiere bajar al infierno solo. Por eso se arrastra a quien más se quiere. y cuando deseas salir de ahí, es posible que lo consigas pero también puede que sea demasiado tarde para quien tiene tu amor ahogado en alcohol. Sabes que bajas a las profundidades, a la humillación y, sin embargo, lo haces. Y el camino de vuelta será pedregoso, te arderán las tripas e imaginarás que alguien te persigue con unas enormes tijeras de podar para cortarte lo poco que te queda de hombre.
Había un actor que, antes de rodar cualquier escena, se decía a sí mismo una frase: Es la hora de la magia. Ese actor se llamaba Jack Lemmon y ha dominado todos los terrenos con la soltura de quien sabe lo que es la vida y por dónde hay que caminar. Aquí, Lemmon no es mágico. Es de otro mundo. Es el hombre enamorado pero solo. Es el hombre acompañado pero alcoholizado hasta perder el dominio de sus actos. Es el hombre que se da cuenta de lo que se ha convertido pero que araña, con uñas desgastadas, la devolución de su dignidad. Es el hombre que se emborracha por trabajo, sí, pero que también lo hace para no dejar sola a su mujer, igual que ella lo hizo al principio. Amor mal entendido en clave de botella. No sabe que, a través de ella, todo se ve distorsionado, sin rostros definidos, sólo ojos parpadeantes y pieles más blancas sobre fondos más oscuros. Se hunde. La hunde. Sale. Pero ella se queda en un arroyo del que ni siquiera el amor a una hija puede sacar. Por eso, para él, la vida será un luminoso que siempre seguirá su cadencia de encendido con la palabra "BAR". Él no era hombre mientras sucumbía al alcohol pero tampoco estará nunca completo mientras ella no vuelva junto a él (qué maravillosa Lee Remick) con la mente seca y el ansia calmada. Aunque tú y yo sabemos que ella no tendrá otro sitio a donde ir más que a su lado.
Hay películas en las que hay que dejarse el pellejo para verlas y esta es una de ellas. Te deja desollado, en carne viva, con el estómago inquieto y los ojos desasosegados, buscando razones para la sinrazón. Quieres bajar donde ellos están y hacerles despertar de su dipsomanía pero no puedes. Es una película que te hace ver el tremendo error que están cometiendo y, al mismo tiempo, te provoca la misma sensación de que tú puedes cometerlo, que te puedes hundir como ellos lo hacen, que se puede morir un poco cada vez que se agarra por el cuello una botella que hace de la diversión, una evasión. Y acabará en una frenética huida que te apresará tras unos barrotes que, en vez de hierro, estarán fabricados con la desesperación, la decepción y la turbiedad de un ser que habita en ti y ni siquiera sabías que existía.
Tal vez, esta película de Blake Edwards, junto con Días sin huella, de Billy Wilder, sean los más serios avisos de que al final de la escalinata hacia el infierno nunca hay una piscina de whisky sino la más árida de las desolaciones al comprobar que la vida te ha derrotado con una miserable arma llena de líquido que te hace perder la cabeza y la dignidad, como una pócima embrujada de tiempos que no son de leyenda...
Y ahora, me voy a tomar una copa por Blake Edwards...

3 comentarios:

Eme soy dijo...

César..,

Sii., esas fotos del evento tendrán su momento de gloria en poquito en el tiempo.

Felicidades, por esas buenas vibraciones que sentistes y estuvieron ahí.

María

César Bardés dijo...

Muchas gracias, Eme Soy, porque realmente las hubo. Fue un éxito y la verdad, el sitio, de lujo, Lorenzo, un señor, Laura, una profesional de quitarse el sombrero. La gente estuvo cómoda y fue una experiencia fantástica. El que peor estuvo, por supuesto, fui yo, pero eso no empaña para nada la brillantez del acto.
Gracias de nuevo por tu apoyo. A ver si me envían las fotos porque, claro, yo no podía hacer ninguna.

Emesoy dijo...

Enhorabuenaa !!!

Estaba cantado que no podía ser de otra forma.

Y con seguridad que también estuviste brillante, por que cuando la persona lo es pues no hay otra cera que la que arde.

Enhorabuenaaaaaaa .....