lunes, 20 de diciembre de 2010

LA ROSA PÚRPURA DEL CAIRO (1985), de Woody Allen

Ojalá a veces la realidad fuera ficción y el mundo de los sueños en celuloide fuera realidad. El arte no es hacer una película que transporte el pensamiento hasta lo tangible. El arte es vivir. Aunque en la fabricación de esa obra maestra que es respirar, afrontar los problemas de todos los días, ser algo más que un minúsculo punto en ninguna parte que se refugia en una oscuridad herida por un ojo de luz, también intervenga la fantasía. Eso sí, no siempre podemos ser espectadores.
Al otro lado de la pantalla, están esos seres hechos de nada e imaginación, que no tienen carne más que en blanco y negro, que no tienen defectos porque beben gaseosa en lugar de champagne. Enamorarse de alguien que no es real, no es la perfección y, de hecho, querer salir del lugar al que se pertenece es una aventura imposible, un desafío a la lógica. Un héroe de ficción nunca podrá enamorarse de verdad precisamente porque cada vez que se pasa la película se enamora y debe ser tan volátil, tan inasible como un tipo de carne y hueso que dice que es el actor que dio vida a ese débil y difuminado personaje hecho más de sueño que de verdad.
Y es que, en el fondo, todos buscamos una pizca de magia en nuestras vidas grises tirando a marrones. La amargura de lo dulce puede que tenga su respuesta en unos pocos metros de película. El amor es el final feliz. La felicidad no existe porque siempre nos enamoramos de la persona equivocada. La equivocación es despegar los pies de la tierra buscando una mirada que nos transporte hacia la ensoñación. Cuando todo parece caerse, todo es una bofetada que es real e irreal pero que sentimos de ambos modos en el corazón. Siempre quedará la fábrica de la evasión, el deseo de ser ese tipo que va vestido de etiqueta, o esa mujer que lleva un vestido tan elegante que ella misma parece una copa, o ese petimetre que exhibe un traje de cazador como recién venido de África y que hace que parezca creíble que se mueve y es respetado por los ambientes sofisticados de unos burgueses que se quedan sin capacidad de reacción cuando no hay frases de réplica, haciendo que un tal Buñuel tome cuerpo en el absurdo. El espejo no devuelve la imagen, somos nosotros los que la construimos en la mente. En esa mente engañosa, defraudada, hambrienta de escape, candidata perfecta para el engaño que sirve el cine. Somos el reflejo de lo que nos gustaría ser…a pesar de todo.
El principio es el final y el final es el comienzo. Es como una enorme bobina de película que gira y gira para mostrarnos imágenes a una velocidad que supera el parpadeo de la incredulidad. Hay calidez detrás del rostro de un tipo ridículo con gafas que, un día, supo ver que las rosas púrpuras no se encontraban detrás de los telones, sino en los solares abandonados del fracaso. La tristeza también es capaz de hacernos soñar. Sueñen, sueñen…La realidad no tiene prisa.

6 comentarios:

Eme soy dijo...

Leerte, siempre es pura poesia y me permitiras que algunas de esas tus frases adornen las que yo escribiré a continuación.

El espejo no devuelve la imagen, somos nosotros los que la construimos en la mente. En esa mente engañosa, defraudada, hambrienta de escape, candidata perfecta para el engaño que sirve el cine...,
Al leerte César me gustaría matizar que esta película es como una ensoñación, en donde del blanco-negro al color matizamos nuestros sueños e ilusiones y así poder decirte que, “El cine no es un trozo de vida, sino un espejo pintado y un trocito de pastel “y enlazamos pues con que el fondo, todos buscamos una pizca de magia en nuestras vidas grises tirando a marrones

Y cuando dices que, “La tristeza también es capaz de hacernos soñar. Sueñen, sueñen…La realidad no tiene prisa.”, me recuerdan a aquellos versos de “La vida es sueño” de Calderón de la Barca

Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son...

Así vio Allen al realizar “La rosa púrpura del Cairo”, Cecilia sueña con rellenar sus días grises con algo de color y pintar así ese espejo que sólo le devuelve como imagen los sinsabores de una vida sin color y sueña con ese mundo de luz y de color. que importa si para sobrevivir al día a día uno se sumerge en algo de ficción y se come un trocito de pastel que es el cine.

Y los sueños, sueños son ...

Por cierto.., mañana podremos escucharte en "Conversacines" o estarás cosechando éxitos en Albacete, firmando en la presentación de tú libro ?

César Bardés dijo...

Gracias por tus acotaciones siempre certeras. Muy buena esa matización sobre la ensoñación y de cómo rellenar los días grises de la protagonista a través de un trocito de pastel que, día a día, Cecilia tiene que engullir para hacer que su vida sea más soportable.
Toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Recuerdo que cuando via esta película, también en el cine Pompoeya de Madrid, recordé también cómo enlazaba con Calderón y, entre triste y contento, enfilaba por la Gran Vía de Madrid pensando en si mi vida era gris o tirando a marrón con apenas veintiún añitos que tenía ya, en plena carrera y creyendo que tenía todo el futuro aún por construir.
Mañana no estaré en el "Conversacines" pero estará Claudio Crespo, un hombre que, de verdad María, es un lujo poder escucharle. Merece mucho la pena. Yo estaré por ahí firmando libros y pensando, sobre todo, en lo que me estaré perdiendo.
Un beso y gracias por tantas cosas dichas desde el corazón.

Eme soy dijo...

Pues, entonces César que sea igual o mejor que la presentación del pasado día 16 en Madrid.

Que te llene de satisfacciones y alegrias.

Así te lo deseo ...

dexter dijo...

Pues desde luego que te echaremos de menos en el conversacines de mañana. Yo al menos y no poco además. Hace poco una amiga común recordaba en su blog a propósito de una película las veces que el cine había salido al rescate y se había convertido en su refugio. En aquel momento hice mías sus palabras y no pude por menos que acordarme de Cecilia, la protagonista de esta pelicula. Estas pelicula que nos habla de cómo el cine acude al rescate y nos da la vida a quienes lo amamos. Hace poco también hablando de no sé qué película comentabas de cuan insoportable sería la vida sin el arte. Puede que parezca un tópico gastado y ñoño decir que el cine es una "fábrica de sueños" pero habrá que pensar en que a la fuerza es así. Sin ir más lejos lo estamos utilizando constantemente como válvula de escape para escapar de nuestra realidad, es el lugar donde queremos estar y queremos quedarnos, el lugar hacia el que proyectamos nuestras ilusiones y porqué no también nuestras frustraciones.
Y con estos mimbres Woody Allen retomando una vieja idea del gran Buster Keaton teje esta obra maestra, un sentido homenaje a su oficio y a una época dorada irrepetible. Es este un ejercicio del cine dentro del cine que por una vez, como también sucederá poco después en Cinema paradiso, no es un ejercicio de ombligismo sino que apela directamente al espectador y a la capacidad de ensoñación que produce en éste. Y así se subraya el poder de fascinación que ejerce el star system en el común de los mortales de la época (la Gran Depresión na menos)y de cómo Cecilia ingenua y soñadora pierde el trabajo por estar todo el día pensando en las musarañas y en los chismorreos de sus estrellas favoritas. Pero no escarmienta, y su antídoto y su refugio vuelve a ser el mismo: el cine.
En fin, Bardés, hemos hablado tanto tú y yo aquí sobre Woody Allen que casi me da apuro volver a la machaca con el tema, ya ves que podría tirarme horas hablando del tema.

En el cielo, estoy en el cielo.

Jotaeme dijo...

Me sumo al lamento plañidero por su ausencia del Conversacines; alegrándome al tiempo de que ejerzas de escritor. Tu sueño soñando. ;-)

César Bardés dijo...

Ya estoy de vuelta. Perdonad la tardanza por contestar pero es lo que he tardado en ir y venir.
Dex, tu comentario, francamente, es de los mejores que he leído en ningún blog de esos mundos de Dios, un análisis certero, brillante y se nota que muy pensado sobre Woody Allen y su mirada. No tengo nada que añadir, salvo enmudecer y darte la razón.
Ay, Jotaeme, el lamento es mío por tu ausencia prolongada también en el programa. De todas formas, gracias porque sí, es un sueño que estoy soñando.