martes, 14 de diciembre de 2010

MANHATTAN (1979), de Woody Allen

Una pareja contempla un amanecer desde el banco de un parque. Dominando el paisaje, un puente de hierro y niebla, símbolo de una ciudad que nunca duerme y, por tanto, que nunca sueña. Ambos esperan cruzar ese puente para encontrar la felicidad que no saben muy bien en qué consiste. Tal vez, sea ese instante de magia y fotografía o puede que sea, simplemente, buscando a otra persona con la que compartir aficiones, cenas, exposiciones, bromas y comportamientos no impostados. Isaac no ve que su última oportunidad para la plenitud está ahí delante porque se deja cegar por estúpidos prejuicios de madurez. Su vida ha sido un desastre tras otro. No supo querer. No tuvo ni idea de buscar el equilibrio. Por no saber, no supo ni fracasar. Nueva York es una fiesta, llena de fuegos artificiales, de parques coloreados de verde en blanco y negro, de edificios con miles de ojos encendidos, con luces de neón que recuerdan la caída de una noche que la hace más atractiva y él quiere formar parte de todo ello y, a la vez, que alguien forme parte de él.
Fundirse con la claridad de una ciudad que vive en la arritmia de una melodía continua exige que, de vez en cuando, se eche la vista atrás y se juzgue si ha merecido la pena el paso adelante de un beso en el momento oportuno. Los amores pasan, sí, pero no se olvidan. Aquel que uno se esfuerza en olvidar es el amor que nunca pasa. Alrededor de Isaac está Jill, su ex – esposa que busca una especie de venganza moral porque sabe que es ahí donde más duele; está Mary, inestable y leve como un paseo en sombras a la luz de la luna, de mirada perdida y falso intelectualismo, de insatisfacción crónica y seguridad fingida; está Tracey…Tracey, muñeca de ingenuidades y de sueños en proyecto, de ojos enamorados que creen tener certezas que Isaac considera engaños propios de la edad. A esa edad la gente no se enamora sino que cree estar enamorada porque aún no ha vivido. Pero ella es encantadora. Es la voz que no resuena en la soledad. Es la piel que no se acaricia en la aislada oscuridad.
Las tres mujeres son los rascacielos por los que Isaac tiene que vivir, andar, latir y perder. Son el sol que inunda las calles y la noche que las envuelve. Ellas son las razones y los sentimientos, el dulce despertar del humor cuando no hay nada por lo que reír. La amarga derrota que el destino se empeña en encasquetar a un hombre que nació con la maldición de no ver cuál es el color de la felicidad cuando todo el mundo sabe que a ella le gusta vestirse de blanco y negro. Ellas son el clasicismo de una vida que se va fragmentando lentamente en granos de cemento y decepción. Ellas son la principal causa por la que Isaac no puede cruzar el puente. Podrá observarlo. Disfrutar con su vista. Incluso amarlo. Pero jamás, por mucho que corra para alcanzar el último viaje, podrá llegar a la otra orilla.
Manhattan, el amor a una ciudad que nunca dice que sí.

8 comentarios:

dexter dijo...

Que no, Bardés, que no hace falta que hagas estas cosicas, si total ya sabes que te voy a comprar el libro igual. De todas formas se agradece que hayas escrito sobre una película que ya sabes que para mí es más que una película es un referente. Es de hecho una de las pocas pelis que me obligo a ver al menos una vez al año y digamos que a través de ella veo también cómo voy evolucionando yo mismo. Manhattan es una declaración de intenciones y me siento muy identificado con Isaac en esa escena en la que tumbado en su sofá le va contando al magnetófono esas pequeñas grandes cosas por las que la vida merece ser vivida. Yo por supuesto incluiría en esa lista de pequeñas grandes cosas y en los primeros puestos además una película como ésta. No sé si era tío Billy quien decía que una película tenía que empezar con fuegos artificiales y a partir de ahí ir para arriba. Pues bien, esta película empieza con fuegos artificiales, y qué fuegos madre mía, qué arranque, qué final, y bueno lo que hay por enmedio tampoco está nada mal.
Esta es una obra inmensa, supongo que hay muchas formas de acercarse a ella, muchas maneras de iniciar ese famoso capítulo primero. Me encanta cómo lo has hecho tú, a través de las mujeres de la vida de Isaac. Y es que Manhattan es también una preciosa historia de amor, y no solo a una mujer, también a una ciudad, a un estilo de vida, una historia de amor a la vida, al cine. Muchísimas gracias.

César Bardés dijo...

Presuntuoso...El caso es que no sé si voy a poder estar el martes de la semana que viene en el Conversacines de turno pero, por si acaso, yo voy haciendo los deberes poquito a poquito y, claro, el primer día me puse "Annie Hall", y al siguiente, fui a por "Manhattan"...¿Y sabes qué? Me entraron unas ganas irresistibles de escribir algo sobre ella. Porque me reafirmé en la creencia de que es la obra maestra de Allen, porque llegas a amar Nueva York a través de esas imágenes de Gordon Willis y como ya tengo una edad parecida a la que tiene Isaac en la película...siento que muchos problemas nos son comunes. Es un peliculón, Dex, no se le puede poner ni un sólo pero. Me acuerdo que la vi cuando se estrenó en Madrid cuando yo apenas tenía catorce años y arrastré a mi madre a una sesión de noche para verla en mi querido y ya desaparecido Cine Pompeya, una joyita de cine, precioso, donde, en años sucesivos, se estrenaría todo lo de Allen.
Tanto es así, querido Dex, que he recibido el encargo de hacer el típico y odioso artículo del cine en Navidad (los aborrezco profundamente) y no he resistido la tentación de hacerlo a la manera de Allen comenzando "Manhattan". Es una película que, dentro de la risa, te hace llorar porque te pone en la conciencia de que tienes correr para buscar lo que verdaderamente merece la pena. Veo que, en tu caso, el artículo te ha llegado lo suficiente como para que hayas compartido algunos de los sentimientos que yo tengo hacia ella y eso es también lo que intenta la propia película. Creo que "Manhattan" son los fuegos artificiales de Allen con la música de Gershwin al fondo. Todo lo demás ha estado muy bien, genial. Incluso hice mía aquella frase que decía "la mejor película de Allen siempre es la última". Pero nunca ha hecho algo de la altura y categoría de "Manhattan". Ahí estamos los dos, a los pies de los rascacielos.

Eme soy dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con vuestras apreciaciones.
Me encantan las fotografias en blanco y negro y como no las peliculas, capturan el alma del personaje de forma exquisita y les sombrea con aurea especial que el color a pesar de ser bello no se lo da.
Manhattan, es una de mis peliculas predilectas de Allen, precisamente por ese toque de no color y por que describe la ciudad de Nueva York de tal forma que no puedes por menos que enamorarte de ella.
Según Allen, la idea de Manhattan se origina de su amor por la música de George Gershwin. Escuchando uno de los álbumes del compositor pensó, “esto sería una cosa hermosa para hacer… una película en blanco y negro… una película romántica “1 Allen ha dicho que Manhattan era “como una mezcla de lo que intentaba hacer con Annie Hall e Interiores”. También ha dicho que su película se ocupa del problema de la gente que intenta vivir una existencia decente en una cultura contemporánea obsesionada por lo material, admitiendo además que él mismo podría concebir dar todas sus posesiones a caridad y vivir en circunstancias mucho más modestas"
El origen de la película se remonta a una noche cuando Woody Allen estaba cenando con el director de fotografía Gordon Willis, en medio de la cena comenzaron a hablar sobre hacer una película acerca de la ciudad que tanto amaban y de experimentar sobre el blanco y negro.
De esta película Woody Allen diría:
Siento verdadera pasión y una gran devoción hacia la ciudad de Nueva York y creo que en la película se la ve de la forma más hermosa que se ha visto nunca en el cine. Cuidamos mucho la fotografía y creo que es realmente impresionante.

Ciertooo..., excelente y cuidad la fotografia de la pelicula.

Saludos
María

dexter dijo...

Pues es una pena, Bardés, que, sin desmerecer ni muchísimo menos al resto de contertulios, no puedas asisitir al conversacines del martes. Hubieses arrojado sin duda mucha luz y una visión novedosa de una película que para mí es definitiva. Cuando se habla de Manhattan ocurre que casi todo el mundo habla de su fotografía, de sus detalles intelectuales, de su retrato de una clase social liberal emergente que comienza a cuestionarse cosas que hasta entonces no se había cuestionado, de su magia especial que la convierte en una experiencia única. Casi nadie habla, como tú has hecho, de ella como de una historia de amor que es lo que realmente es. Porque por encima de todas esas pequeñas cosas que hacen que hacen que la pena merezca la pena ser vivida está el amor, por encima de Groucho Marx o del Potato Head Bues de Louis Armstrong está la sonrisa de Tracy. Y eso es lo que realmente nos mueve, lo que hace que Isaac salga despendolado por las calles de Nueva York en busca de su pequeña. Sólo que esta vez los sueños de sedutor de nuestro hombre se derrumban y apenas hay resistencia para que Tracey, como Ilsa, coja ese avión. Siempre les quedará Manhattan. Tal vez Tracey no se arrepienta en el futuro de su decisión pero al menos no podrá decir que en esta vida no fue amada. ¿Sabes porqué creo que nada más ver Manhattan te entraron unas ganas irresistibles de escribir sobre ella? Porque es una película que te invita a ello, a buscar lo que es tuyo y a luchar por lo que realmente merece la pena estar aquí. Al pie de los edificios mientras el arte deambula allá en las alturas.

César Bardés dijo...

Muchas gracias, Eme Soy, por tal cantidad de aportaciones que, para mí eran absolutamente desconocidas. No es menos cierto que Gordon Willis (operados habitual de las películas de Francis Ford Coppola) ya había trabajado con Allen en "Annie Hall" y el resultado fue bien diferente, con el uso de un color ligeramente saturado y que no es de los mejores trabajos de este tipo que sabía de fotografía como nadie. De hecho, fue galardonado con un Oscar especial de la Academia el último año porque en su obra hay una calidad difícilmente igualable.
Y sí, no es menos cierto que "Manhattan" es una película romántica más que cualquier otra cosa y creo que es así como se debe ver. Ahí está la razón de mis líneas, Dex, porque siempre la he visto como una historia de amor que no sigue adelante por la ceguera de una serie de prejuicios que nos impiden ver el auténtico cariño que hay en determinadas relaciones.
En cuanto a la intervención en Conversacines, todavía no hay nada seguro. Yo sigo viéndome lo que tengo por aquí de Allen como si pudiera estar porque, en principio, es así. Aún queda casi una semana. Ayer fue el turno para "Delitos y faltas", otra maravilla. Seguimos con Allen y precisamente ése Allen es el hombre que va dejando unas huellas imborrables en el mejor cine del siglo XX.

Eme soy dijo...

Sería unaa lástima no poder disfrutar de tus comentarios en el próximo Conversacines y estoy totalmente de acuerdo con Dexter que no por desemerecer a los que si estarán el mimbre no será el mismo.

Yo si espero escucharte....

Un saludo.
María

César Bardés dijo...

Muchas gracias, Eme Soy. Si no estoy, créeme, no es por no querer sino por la posible presentación del libro en Albacete ese mismo día y con los jefes delante, lo cual hace imposible que pueda compaginarlo (después, en teoría, cenas, relaciones públicas y labores de pasillo, claro). De todas formas, es algo que aún no está confirmado y por eso, yo sigo haciendo los deberes como si fuera a estar, cosa que es perfectamente posible porque, en esta ocasión, se depende de los políticos y si hay que fiarnos de ellos, apaga y vámonos.
Gracias por tus palabras aunque los amigos de Conversacines son capaces de llenar cualquier vacío con mucha coherencia y tremendo interés, de eso estoy totalmente seguro.

Eme soy dijo...

Bueno, pues

Si es por la presentación de tú libro, pues bienvenida sea esa tú ausencia.

Seguro que cubren con creces la emisión, pero no es lo mismo y lo mismo ya sabes.., no da

A firmar muchos.., muchos libros