viernes, 27 de mayo de 2011

MÚSICA Y LÁGRIMAS (1954), de Anthony Mann

Cierta fría mañana de 1944, un avión se encargó de llevar algo de música al cielo, escrita sobre pentagramas de niebla. El aire llevó su sonido y las lágrimas pusieron la percusión. Ahí, en esa mañana escondida, se perdieron miles de pasos de baile, momentos de corazones que se ponían en forma dando saltos en nuestro interior, la sonrisa resonando en su inconfundible claqué y un cierto estilo elegante de pisar fuerte con un leve aire marcial.
Al fin y al cabo, la razón de nuestra vida puede ser una vida cargada de razones. La búsqueda de un sonido nuevo que entrara por el oído y saliese por la punta de un pie inquieto. La perseverancia encantadora de la conquista de la mujer que amas. El apoyo necesario de una amistad que con su sola presencia ya te protege. Encontrar en la vida que llevas la piedra angular de la música que tocas. Música y lágrimas. Pentagramas llenos de corcheas en la armonía propia de la esquiva inspiración. La boca del trombón que clama por un blues, por un romance de pies, por un cortejo de zapatos a ritmo del metal pulido que agita a la felicidad llamándola con prisas.
Ese número de teléfono que nunca olvidas por mucho tiempo que pase, esa melodía que nunca te gustó y que conviertes en un regalo, ese regalo hecho con tanto amor que pierdes la cuenta del que tienes y que conviertes en melodía, ese blues de Saint Louis transformado en marcha militar para uso y disfrute, esa música que suena por encima del terrible y sincopado ritmo de las bombas…siempre hay una canción que te recordará a quien amaste…por mucho que el olvido haya intentado imponer su tónica dominante.
James Stewart fue la piel. June Allyson fue la inspiración. Anthony Mann, un director tan alejado de este estilo…que hace que nuestro sentido musical se alíe con el cine y nuestras lágrimas sean las de la pena de un concierto que se acaba. Música y lágrimas. Yo llegué a bailar en el cine.

6 comentarios:

dexter dijo...

No me extraña. A mí me gusta mucho esta peli y está en un lugar priviliegidado dentro de mi dvdteca. No me importa la mala prensa que tiene entre algunos que detestan su tufillo patriotero. No me molesta en abusoluto. La elección de Stewart para el papel protagonista me parece muy acertada, no sólo porque hay una cierta semejanza física, sino también porque sólo él es capaz de aportar al personaje la dosis de humanidad y de ternura que requiere. Desde luego mucho más adecuado que el Lindberg de "El héroe solitario" de tío Billy.

Y será porque me encanta Glen Miller, será porque me gusta esa historia de esa búsqueda incesante de un sonido que a su vez se convierte también en la búsqueda incesante de un estilo y de una forma de vivir. Algo muy parecido a lo que Winkler y Kevin Kline quisieron hacer en "De lovely", incompleto pero aún así estimable acercamiento a la figura de Cole Porter- otro que tal- desde luego mucho más válido para mí que el que hizo Cary Grant en "Night and day".

Muy bien, Bardés, veo que sigues "in the mood".

César Bardés dijo...

Bueno, es que literalmente fue así. Yo vi esta película por primera vez en el desaparecido cine Bulevar de Madrid. Tenía quince años y fui acompañado de varios amigos. Entre esos amigos, había una chica llamada Susana, muy guapa pero con la que no tuve nunca nada, ni tampoco lo intentó ella, pero en un momento dado ya no pude aguantar más y aprovechando que éramos prácticamente los únicos en la sala, la cogí de la mano y nos pusimos a bailar en uno de los amplios pasillos de aquel cine, sin molestar a nadie. Al principio, me miró como si estuviera zumbado, pero luego le pareció muy bonito aquello y, es más, nos hemos encontrado, al cabo de los años, un par de veces y ella siempre me lo recuerda.
En cuanto a la elección de Stewart, impecable. En cuanto a lo del tufillo patriotero, me importa tres cojones, entre otras cosas porque Glenn Miller murió de militar y era algo inevitable. Y la anécdota del bombardeo y tocando es escrupulosamente cierta. Acertadísimo el decir que también es una búsqueda de un estilo de vida y, por supuesto, mucho más arriba Kevin Kline en "De lovely" que Cary Grant en "Noche y día", en la que dicen que Cole Porter no pudo evitar salir descojonándose de risa del cine después de ver la tontería que habían hecho.
Y ahora, perdona, pero está sonando "American patrol" y voy a dar unos pasitos de baile. (No es por presumir pero el baile se me da razonablemente bien).

Carpet dijo...

El viernes escribí un comentario que se perdió al ir a colgarlo, sin duda un golpe de fortuna que buscaba evitar que conocierais algunas de las sandeces que con toda probabilidad decía en él. Sin embargo, contumaz en el error, he decidido volver a decirlas para que tengáis bien a las claras con que clase de tipo os la estáis jugando.

Lo primero es deicr que yo no conocía a Glenn Miller cuando vi esta película, en mi años infantiles en la tele, y desde enetonces su música va siempre acompañada del rostro del bueno de Jimmy.

Y sobre Stewart otra cosa, decía entonces y repito ahora que tiene tres grandes personajes (caracteres) que vienen muy definidos en función del director de turno.
Con Frank Capra, interpreta a ese heroe honrado, honesto, buena persona que merece lo mejor y aunque parezca que no puede conseguirlo termina con una más que razonable felicidad. Ese personaje tan Capriano ( perdón por el palabro) se extiende a otros títulos como "El invisible Harvey".
Con Anthony Mann es un hombre de paso, algo descreido, con valores pero en busqueda de algo mejor de lo que ha visto, sufrido o vivido. Es muy palpable en los westerns pero también en esta recreación de Glenn Miller.
Con Hitchcock da vida a un personaje más oscuro, pero también más humano, es un heroe pero con defectos, la curiosidad, la obsesion, la angustia,...
El resto de sus personajes, algunos memorables con otros directores, son en buena medida mezcla de estos tres.
"El hombre que mato a Liberty Valance" de Ford podría ser un compendio del de Mann y Capra. "Anatomia de un asesinato" de Preminger es una mezcla con mucho de Hitch y algo de Capra. En "El vuelo del Fenix" de Aldrich, hay mucho de Mann y bastante de Hitch, también. En "Historias de Filadelfia" también abunda Capra...

En fin, así lo veo yo, lo que con toda seguridad no es decir mucho.

Abrazos.

César Bardés dijo...

Y no olvides ese puntito brutal que Stewart podía llegar a sacar en los westerns de Mann, tan abruptos geográficamente como psicológicamente. En cuanto a Glenn Miller, a mí ciertamente me pasa lo mismo, no puedo ya disociar su rostro del de James Stewart. Quien insistió en que viera esta película, una y otra vez, una vez más fue mi padre que, en realidad, aunque nunca me lo dijo, creo que era un gran admirador del trabajo de James Stewart porque fue precisamente él quien me descubrió al Stewart de Capra en "Vive como quieras", al Stewart de Mann en "Winchester 73" y en "Música y lágrimas", al Stewart de Preminger de "Anatomía de un asesinato", al debilucho Ransom Stoddard de "El hombre que mató a Liberty Valance" y, sobre todo, el Stewart cínico e incisivo de "Dos cabalgan juntos", una película que al propio Ford le parecía "una mierda" y que me parece una auténtica delicia. También él me descubrió al Stewart conservador y cansado de Aldrich en "El vuelo del Fénix". Y al Stewart que no deja de ser aventurero en su propia habitación en "La ventana indiscreta" de Hitch. De aguna manera, Stewart y mi padre también tuvieron un rostro bastante parecido...
Gracias Carpet.

Carpet dijo...

A mí también me ha parecido siempre un gran actor, a veces por encima de sus personajes ( por eso decía lo de los caracteres tan definidos ).
Pasa un poco como con Cooper, con Wayne, con Grant o con Fonda (su gran amigo), somos capaces de reconocer al actor encarnando un personaje, pero eso no lo desmerece sino que lo potencia.
Te crees la cobardía del sheriff a la fuerza que tiene que bailar con "Los malvados de FireCreek" intentando evitar el enfrentamiento que sabe seguro letal para él, hasta que su honestidad no puede aguantarlo. Es el mismísimo Jimmy Stewart te dices.
Y cuando un algo pacato y puritano desbravador va con su amigo a hacerse cargo de una herencia que no resulta otra cosa que un club de alterne, llamado “El club social de Cheyenne”, piensas por supuesto, todas esas dudas, situaciones incomodas y objeciones de conciencia son propias de Stewart.
Y también reconoces a James Stewart en el avispado, inteligente y sutil profesor, el único capaz de descubrir la maldad y el execrable crimen cometido por dos alumnos sin escrúpulos en “La soga”.
Y te dices, ese tipo hechizado por Kim Novak no es un personaje de la película es el James Stewart de carne y hueso, y es él y no un actor, mucho menos un editor, el que dice “Me enamoré de una bruja”.
Era todo eso, claro, pero también es el oscuro, deprimido y un tanto morboso Scottie Fergusson, que persigue un cadáver y transforma a aquella que se le parece para conseguir tener a quien no pudo, un tipo que sufre algo más que “Vértigo”.

Son actores de personalidad poderosa, tan moldeables que te hacen creer que son como aquellos a quienes interpretan, no buscaban el método o las motivaciones que movían a sus personajes, se integraban en ellos y la frontera entre el actor y la propia persona se diluía y tu solo podías disfrutarlos.
No es mal recuerdo asociar Stewart a tu padre, a pesar de ser un marcado conservador, no se me ocurren más que adjetivos positivos para describirle.

Abrazos

César Bardés dijo...

Es cierto que te lo creías porque pertenecía a esa clase de actores que se denominaban "de carácter", tal y como ejemplificas en los nombres que has dado. Se movían con desenvoltura en la comedia o en el drama (quizá Wayne fuera la excepción) y eran mucho más cercanos que los reconcentrados "métodos" de Clift, Brando, Newman y toda esa maravillosa generación posterior que, aunque nos encantasen, no eran tan cercanos en sus reacciones puesto que, a buen seguro, si tuviéramos un amigo o un primo que actuara como ellos diríamos que les faltaba algún que otro remate y que no sabíamos qué estaban pensando. Quizá uno de los más extraordinarios actores "de carácter" que ha habido en los últimos treinta años de cine ha sido Gene Hackman, tan creíble de sheriff como de policía anti-droga, de comandante de submarino como de ladrón de guante blanco, de agente del F.B.I. con redaños como de actor enfermo de cáncer que intenta tapar un asesinato. Caramba, si era hasta creíble como travesti en la breve escena en la que sale en "Una jaula de grillos". Buena aproximación a Stewart, sí señor.