martes, 14 de junio de 2011

EL HOMBRE DEL TRAJE GRIS (1956), de Nunnally Johnson

Nunnally Johnson siempre fue mejor guionista que director (ahí están Las uvas de la ira, de John Ford, para demostrarlo) pero, aún así, estamos ante la que puede ser su mejor película detrás de las cámaras. Para ello, trasladó su propio guión con un pulso firme en un drama social sobre la reinserción de un ex soldado en la vida norteamericana en medio de un buen puñado de dilemas éticos que confluyen en su gran deseo de ganar lo suficiente como para sostener a su familia.
Diez años después de que Gregory Peck y Jennifer Jones pusieran patas arriba las hogueras del deseo en Duelo al sol, de King Vidor, volvieron a coincidir en este melodrama con un registro muy alejado a aquéllos que encajan a la perfección en un drama de tintes domésticos que incide en el mundo de los negocios y que, además, se ven soberbiamente secundados por dos extraordinarios actores como Fredric March y Lee J. Cobb (es difícil imaginar un reparto de esa categoría en cualquier película de hoy en día). Con tanto material, Johnson optó por una dirección sobria y discreta que hizo que las interpretaciones de todos ellos sean destacables y moduladas con un buen gusto evidente subrayadas por una banda sonora del gran Bernard Herrmann, muy distanciado de sus compases habituales para Alfred Hitchcock.
En cualquier caso, la película es una de esas fábulas contemporáneas que hace que nos planteemos la intensidad del aliento de la vida cuando intentamos retomar nuestros caminos después de una ruptura traumática de la rutina. La respuesta está empedrada de intrigas en un camino sinuoso y difícil en una meta que se antoja tan lejana como la felicidad. Quizá no sea una de esas películas que se contentan con el mero entretenimiento sino que su esperanza es la de evocar emociones que hagan que nuestra capa exterior se ablande y se humanice para que nos demos cuenta de que vivir no es tarea fácil y que los demás también tienen derecho a perseguir la felicidad, igual que hacemos nosotros. No cabe duda que nuestra rutina diaria, en ocasiones, puede ser tan dura como un campo de batalla en Italia donde casi te dejaste el pellejo. Los héroes están a nuestro alrededor, en el día a día, intentando llevar adelante sus sueños y sus anhelos. Y para llegar a alcanzar las cumbres que uno mismo ha imaginado, no hay lugar para la ambición…porque eso hace que no seas un hombre…y si es así…la moral es tu peor enemigo.
Es una historia que hace que, de alguna manera, te sientas mal…y eso…eso está muy bien

6 comentarios:

dexter dijo...

Bueno, yo sé que has visto muchísimas más pelis que yo y que mi cultura cinéfila es más limitada. He visto esta peli que comentas relativamente hace poco y me vino a la cabeza "Revolutionary road". Salvando mucho las distancias, supongo, se podrá establecer un parangón. Ambas se ambientan en los primeros cincuenta, nos hablan de la clase media y de sus sueños y objetivos. Evidentemente, el punto de partida de Peck y de Leo no es el mismo y el tono teatral es más acusado en la peli de Mendes que en esta. No sé, es probable que haya dicho una tontería de las mías, pero fue la apreciación que tuve en el momento.

Peck, como Lemmon, como Stewart, la perfecta personificación del americano medio, qué actores, madre mía.

César Bardés dijo...

Ni lo pienses, Dex. Ni cultura más limitada ni nada. Y sin duda, tienes razón, también hay una cierta semejanza en cuanto a ese retrato de clase media en busca de una felicidad, a menudo, en lugares equivocados. No es ninguna tontería lo que dices. Eso sí, como también dices, el punto de partido no es el mismo, el tono no es el mismo y creo que la tragedia tampoco es la misma.
Vaya tres que has dicho. Los tres van asociados en mi memoria indisolublemente a una película. Peck, sin dudarlo, a "Matar a un ruiseñor", Lemmon, sin moverlo, a "El apartamento" y Stewart, sin inmutarlo, a "Anatomía de un asesinato". Bufff...igualito que ahora.

Carpet dijo...

Yo puedo decir, sin miedo a equivocarme, que no la he visto. Es raro porque en la 2 (antes UHF) le dedicaron un ciclo a Jennifer Jones y pusieron muchas de sus pelis, pero no recuerdo esta, salvo claro está que la pareja de Perla y Lewt me eclipsara cualquier otra composición de la Jones y Peck.

Lo que sin embargo me asalta de lo leído en tu post y también la referencia de Dex a "Revolutionary Road" es que la rutina no deja de ser muy cinematográfica si se sabe dónde buscar. Cuando digo rutina me refiero a esa clase media con vidas normales, tranquilas y que aspiran a bien poco salvo a ser moderadamente felices con sus familias.
En el caso de la de Mendes habla del fracaso vital y del derrumbe de un vida artificiosa.
Con "Un tipo serio", los Coen lo delicada que puede ser nuestra vida equilibrada cuando de repente las cosas se tuercen.
Pero hay otras películas que también atacan a nuestra estabilidad y nuestra grisura.
¿No hay en "El apartamento" un ataque en toda la línea de flotación de nuestras míseras ambiciones de trabajadores enajenados en una maquinaria gris?.
Mendes también (reincidente) señalaba otra falsa fantasía de estabilidad en una familia “normal” en “American Beauty”.

La clase media, la burguesía acomodada, hay muchas historias en esas vidas que algunos determinan aburridas y sin emoción. Como bien dices, Wolf, hay muchos héroes grises entre los que nos levantamos con el despertador, cumplimos una monótona jornada laboral y llevamos lo mejor posible nuestras depresiones y sinsabores para intentar hacer la vida agradable a nuestras familias a diario.

Abrazos aunque sean vestido de gris ( hoy es una descripción exacta).

César Bardés dijo...

Yo también recuerdo aquel ciclo de Jennifer Jones que, si la memoria no me traiciona, arrancó con "La canción de Bernadette", continuó con "Jennie", con "Duelo al sol", con "Desde que te fuiste", con "La colina del adiós" y con "Adiós a las armas". Yo tampoco recuerdo haber visto "El hombre del traje gris" hasta bastantes años después y como por casualidad.
No dejas de tener razón en esos retratos de clase media, que buscan felicidades y encuentran mediocridades que les llevan a una frustración y que hacen verdad aquello de que "no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita". La rutina también puede se apasionante, sin duda, y más si escarbamos en motivaciones y consecuencias, muy bien descritas en los ejemplos que has puesto. Incluso un retrato esperpéntico de todo ello lo podemos tener en "Los Tennenbaum" y una ridiculización no muy buena la hallamos en "Dulce hogar...a veces". Minnelli también habla sobre ella en clave de comedia en "El padre de la novia" (de la versión de Shyer y Steve Martin mejor ni hablar). Y puede que en esa rutina gris y sin emoción, haya siempre un algo que impulsa todos los días a levantarse y llevar todo hacia adelante. Ser y no solamente estar. Otra cosa es que lo que realmente nos puede llevar a la depresión o a cualquier otra forma de insatisfacción es que no somos ni la mitad de lo que soñamos.

Carpet dijo...

Ciero, Hudson y su "pero ...¿y si se muere?" es el último recuerdo de ese ciclo que tengo.
Lo cierto es que la Jones no me terminaba de gustar, pero tiene algunas pelis (eso de ser la chica de Selznik algo bueno tenía que tener) que son pura historia del cine. "Jennie", por supuesto y aunque se que no te gusta demasiado "Duelo al sol" es otro gran clásico.


Abrazos.

César Bardés dijo...

Desde luego, es una película que sé que me tendría que gustar, pero no, no, no puedo con ella. Me gusta mucho más "Desde que te fuiste" o "La colina del adiós", por ejemplo. Ah, y como olvidar su último papel en el cine como esa mujer vestida de blanco que representa la última esperanza de felicidad para Fred Astaire en "El coloso en llamas".
Tiempos en los que había ciclos y todo...qué maravilla.