miércoles, 13 de julio de 2011

VENCEDORES Y VENCIDOS (1961), de Stanley Kramer

La historia suele clasificar a los contendientes de un conflicto en vencedores o vencidos. Sólo con la perspectiva del tiempo es cuando nos damos cuenta de que, en una guerra, nunca hay vencedores. El defecto básico del carácter alemán que se dejó seducir como pieza fundamental de un engranaje de gigantes sin capacidad para la rebelión fue el principal motivo que hizo que una nación se dejara arrastrar hacia la locura colectiva, hacia el odio racial, hacia el hecho diferencial, hacia el expansionismo y hacia el delirio de superioridad...y en esa enorme maquinaria estatal que convenció a adultos, que conquistó a jóvenes y que revivió a ancianos, hasta los grandes hombres prestaron oídos a lo que nunca debieron escuchar. Y el día en que se condenó a un inocente sabiendo que se cometía una injusticia es cuando comenzó la masacre.
Más tarde, cuando la paz hizo su tímida aparición, nadie sabía nada, nadie entendía de política, nadie escuchó a un loco clamando su odio en el Reichstag. Una nación de sordos, mudos, ciegos que además miraban a otro lado, quizá a los vecinos que desaparecían en mitad de la noche por ser judíos, o gays, o retrasados mentales, o izquierdistas, o antisociales. El estado del miedo tiene muchos aliados en el silencio y en la aceptación por inercia, por comodidad, por conformismo. Por eso, por tanta imposición por el decreto de la violencia usando la rúbrica del miedo, Vencedores o vencidos, de Stanley Kramer, cobra una enorme vigencia en los días que vivimos.
En esta película podemos observar la actuación del principio de la justicia, más allá de razones políticas que tan sólo entorpecen lo que corresponde a la condición humana, encarnado soberbiamente por Spencer Tracy; el principio de la ira, la humillación y la venganza que los vencedores se toman siempre sobre los vencidos, implacable Richard Widmark; el principio del lograr a cualquier precio que el yugo de la culpabilidad no se cierna sobre las generaciones posteriores intentando hacer ver las contradicciones internas de quien tiene que administrar justicia por parte de quien es esencialmente injusto, extraordinario Maximillian Schell; el principio de la corrupción y del que sabe que obró mal pero que no tiene muy claro en qué momento comenzó a cruzar la línea que separa el servicio a la colectividad de la erótica del poder, impresionante Burt Lancaster; el principio de quien no entiende el ensañamiento de su propia patria con él porque, sencillamente, es incapaz de decir que el cazador fue al campo a matar la liebre, escalofriante Montgomery Clift; el principio de quien agotó su alma por el sufrimiento y la presión y que se derrumba ante la insistencia atosigante del señor Rolfe, abogado de la defensa, en una interpretación prodigiosa de Judy Garland; y, por último, el principio de quien, perteneciendo a la aristocracia, despreció al Führer pero nunca estuvo en contra de su política, porque así, de alguna manera, se considera libre de culpa y considera injusta la condena, sombría y falaz Marlene Dietrich...muchos principios para el fin, para la desolación, para la ruina, para una generación engrasada en el odio y en el mirar obsesivamente hacia sus adentros sin ni siquiera saber mirar y eso...eso no es patrimonio exclusivo de los alemanes.
Cuando Rolfe está presionando de manera inhumana a Irene Hoffman, Ernst Janning se levanta de su escaño de acusado y grita  para impartir justicia una vez más: "¡Señor Rolfe!...¿es que vamos a empezar otra vez?"...Y ese grito no es sólo contra su propio abogado defensor...ese grito...es contra la estúpida humanidad que siempre, siempre va a empezar otra vez porque es incapaz de comprender que el bienestar de la mayoría supera al bienestar de la minoría pero que los derechos del individuo están muy por encima de los derechos colectivos de una nación.

6 comentarios:

Carpet dijo...

Bueno, que peliculón...otro más. Esta película está por encima de su memoria, nunca ha sido considerada como una de las grandes probablemente porque se gestó pensando en la televisión y tiene algo de ello, pero cuando la ves se te mete dentro porque la suma de las partes es un todo maravilloso.
Tiene o tenía el lastre del verdadero juicio de Nuremberg y su importancia histórica, y era fácil desde el punto de vista americano haber tirado de revanchismo y aplicar aquello de los buenos y los malos con facilidad, pero esta película no lo hace o al menos no de forma evidente, nos muestra personas, actos, dudas, justificaciones, inercias, miedos, congojas,....nos habla de hombres y de mujeres, de contradiciones humanas y de las miserias de cada uno. Por eso te llega tanto, dejas de ver una pelícual y empiezas a cuestionar actitudes, a cuestionarte las tuyas propias.

Kramer no es un grande, pero tiene grandes cosas, hermana de esta en propuesta e intenciones sería "La herencia del viento", maravillosa; una carrera loca casi de dibujos animados sería "El mundo esta loco, loco, loco" que a mi me resulta una de las películas más divertidas que he visto nunca; "Adivina quien viene esta noche" tiene una fama inmerecida en mi opinión, no tanto por sus virtudes actorales ante las que me quito el sombrero, sino porque es una película fundamentalmente racista cuando pretende ser todo lo contrario...

Las playa y vacaciones me esperan, pero será un placer echar un vistazo por aqui de cuando en cuando.

Abrazos.

César Bardés dijo...

A mí me parece una película que en el apartado interpretativo es majestuosa y a la que, tal vez, haya que poner algún pero en cuanto a la dirección (los tiritos de "zoom" que tiene ya sé que son productos de la moda sesentera pero llegan a irritar). Creo que en cada uno de los actores hay toda una lección de actuación y, efectivamente, trasciende porque cuántas veces habré pensado en cóm hubiese actuado yo estando dentro de un régimen que ordenaba sin discusión posible. ¿Orden o comodidad? ¿Orgullo o miedo? La integridad se ponía en juego con un precio muy alto y no creo que la mía valiese mucho pero el interrogante está ahí. Kramer quiso ser trascendente sobre todo después de la realización de esa espléndida "La hora final" lo cual, a veces, lastra demasiado sus intenciones. Comprendo lo que dices de "Adivina quién viene esta noche" aunque no lo comparto. Era una época de plena agitación en Estados Unidos por los derechos civiles y la película también es una llamada de atención hacia la clase liberal que es liberal hasta que siente el problema en sus carnes. Además de eso, siempre he pensado que era más una historia de amor que una película sobre el racismo (y la historia de amor no es precisamente la de Sidney Poitier y Katharine Houghton). En todo caso, es muy curiosa tu visión y la guardo como un tesoro por si me hiciera falta en el futuro.
Pasa unas buenas vacaciones, Carpet, con mi agradecimiento por tantas opiniones que tanto me aportar en muchos aspectos. No entres mucho porque el viernes colgamos el "cerrado por vacaciones" hasta septiembre.
Un abrazo y toma un rayito de sol por mí.

Carpet dijo...

Aclaro, ya que tomas en consideración mi consideración de racista. El problema viene, creoq ue está claro, a como presentan al novio de la niña. Si, es negro, pero es un señor, como nosotros los blancos, un profesional bien vestido, hasta huele bien...Vaaaale entonces nosotros los liberales, que hemos dicho mucho y de pronto nos agobiamos, acepatmos al muchacho de color porque es como nosotros...Y ahí está el problema del racismo, en la película no se acepta al diferente, sino todo lo contrario, se acepta a alguien que se adapta a nuestro ideario aunque tenga el defectillo de tener otro color de piel, pero como somos muy buenos en el fondo le haremos un hueco en nuestro mundo guay.
Es cierto que la peli viene lastrada por su propia época y que incluso era brutalmente valiente en su momento, pero creo que el mensaje final era engañoso, cuando menos.
Y dicho esto, aclaro que me encanta la película y que disfruto como un enano de esa historia de amor Tracy-Hepburn que tanto se parace a la de la misma Kate con Fonda en "El estanque dorado".

Abrazos y algo de sol tomare pensando en vos, incluso leyendoos.

César Bardés dijo...

Sí, sí. En eso estoy totalmente de acuerdo. El ejemplo no era demasiado válida y por ahí me refería yo también. El tipo de señor que cogen es un hombre de innegable éxito, que también tiene una profesión liberal y reconocida y que se asemeja mucho al propio estilo de vida acomodado que llevan los señores de la casa. Eso, de hecho, es lo más reprochable de la película y su punto más flaco. Intentan compensarlo un poco con la figura del padre del muchacho pero no cabe duda de que el drama hubiese tenido más fuerza y hubiese sido más realista si hubiese sido un hombre de color de profesión normalita y sin tanto éxito en la vida, más encuadrado en la comunidad negra y no tan incrustado en los modos y estilos de vida blancos-liberales. Y, por supuesto, no es difícil imaginarse al propio Tracy como el personaje que interpreta Fonda en "En el estanque dorado". Qué actores y qué mujer.
Abrazos entre la arena, la espuma y el astro rey.

dexter dijo...

Bueno, era 1967, yo creo que para la época es toda una osadía. Ayer precisamente tuve una cita con el diablo a las cuatro. Qué grande Tracy, qué lecciones de interpretaciones en todos y cada uno de sus personajes. Y esa escena final de "Adivina" con Kate llorando a moco tendido ante el monólogo de su esposo, yo siempre digo que es una de las escenas que más verdad rezuman de la historia del cine. Y Fonda, qué tipo, el cine eran sus andares, ya sabes, lo dijo no se quién por ahí.

En cuanto a "Vencedores y vencidos" es la película favorita de mi señor padre. Si he aprendido a amar el cine de juicios es gracias a pelis como ésta.

Abrazos juiciosos

César Bardés dijo...

Sí, sí, no cabe duda de que fue una enorme osadía rodar una película con ese tema. Supongo que lo que Kramer no pudo prever fue el paso del tiempo que ha caído muy encima de lo que proponía y que ha perjudicado lo que intentaba decir. Lo de Tracy diciendo el discurso y Hepburn al fondo con lágrimas en los ojos...es conmovedor hasta eol escalofrío. Para mí...no sé, es quizá una mirada de despedida hacia quien fue su amor, su compañero y su admiración. Creo que Kate sabía que se iba porque Tracy tenía ya muchos problemas. Obligó a Kramer a rodar sólo por la mañana sus escenas porque se cansaba y su famoso mal humor parecía ser el caldo de todos los días, se encontraba mal y no quería hacer el papel. Creo que, de alguna manera, él también presentía que era la última oportunidad de actuar junto a ella, de decirse adiós haciendo lo que más les gustaba. Eso es actuar.
Yo creo que comencé a amar el cine de juicio cuando mi padre insistió que viera una película que se llamaba "El caso 880", con Burt Lancaster y Edmund Gwenn, una película muy atípica de juicios. Luego ya vino "Testigo de cargo" o "Anatomía de un asesinato" y, desde luego, ésta que ya me pilló con catorce añitos bien cumplidos en una de esas reposiciones veraniegas de las que ahora carecemos incomprensiblemente. Tracy, Hepburn, Fonda...qué grande es el cine