miércoles, 30 de noviembre de 2011

UN MÉTODO PELIGROSO (2011), de David Cronenberg

Las diferencias entre los padres de la psiquiatría moderna sirven de excusa para todo un muestrario de conceptos que tan sólo evidencian frustraciones. El sexo no es la salida correcta en el laberinto de la mente humana, como propugnaba Freud, sino que es una energía diferenciada de otras manifestaciones igualmente válidas, tal y como defendía Jung. Sin embargo, en la búsqueda de respuestas siempre se halla la maldita experiencia, esa prostituta que se encarga de desmentir razones y construir suposiciones.
Así es como se puede hacer un viaje de aprendizaje en las artes de un discípulo obsesionado con superar a su maestro y de cómo éste tiene miedo a perder la autoridad. Y ahí están patentes los temores de todos los discípulos y de todos los maestros. La superación y el conservadurismo del conocimiento enfrentados en una época en la que el transcurrir de los tiempos no es más que un signo más de que el mundo se está volviendo loco. ¿La plenitud a través del sexo? ¿O, tal vez, a través de la libertad? ¿Están reñidas ambas? ¿O uno conlleva inexorablemente a la otra? El vacío que deja la teoría experimentada se rellena con notas de violencia y el resultado es mucho menos turbador del que se pretende. Quizá porque no se puede pasar de ser un mero espectador, un condenado a escuchar y a permanecer en silencio porque todo lo que se diga puede ser utilizado en su contra.
El director David Cronenberg deja atrás su habitual estilo violento y turbador para centrarse en la misma trasgresión de la emoción a través de una historia que trata de ser intensa para quedarse sólo en la exposición, no muy afortunada, de un distanciamiento en el que no falta la vanidad, la ciencia como producto de la observación y el conocimiento antes de su formulación. Para ello cuenta con el muy descolocado trabajo de Keira Knightley, grotesca en su locura, momificada en su sobriedad e inútil en su labor transmisora; de Viggo Mortensen, brillante en los momentos en los que el propio Sigmund Freud utiliza el arrasamiento de la lógica para llegar a algunas conclusiones vitales para la salud mental humana; y de Michael Fassbender, creíble y lejano, atinado y, en ocasiones, demasiado neutro para componer un Carl Gustav Jung que es el auténtico protagonista de una película que se antoja ciertamente impostada, pequeña por momentos y que deja un cierto regusto a tranquilizante que hace que ningún espectador se sienta parte de lo que se está contando.
Y es que es difícil sentirse parte del universo del descubrimiento que hay más allá de la curiosidad. La dirección de Cronenberg es precisa aunque deliberadamente partidista y no consigue captar en toda su magnitud la contraposición de dos hombres de ciencia que no dejaron de ser parte de la vida porque se planteaban interrogantes con inusitada continuidad. El sexo como fuerza liberadora. El sexo como energía. El sexo como frontera superada. El sexo como tortura. El sexo como amor. Y lo que parece es que el sexo puede conducir a la sensación de amor pero no al amor mismo puesto que, en el momento en que se conoce lo prohibido, es muy fácil andar por los senderos de la confusión y entonces ya no es parte de la solución, sino porción enorme del problema.
Aunque, tal vez, sea víctima del inconsciente colectivo, la película no llega a decir nada salvo para apuntar que hay muchas maneras de llegar a la cura y que el hombre que progresa en el saber tiene muchas más posibilidades de tener una vida más feliz y placentera, lo cual no deja de ser una mera opinión con la que se puede estar de acuerdo o no. Personalmente, yo no dejé de preguntarme si las patadas del señor que estaba sentado detrás de mí eran una manifestación de rabia, un reflejo masturbatorio o un íntimo deseo de haber triunfado en el mundo del fútbol. Y sin ser Jung o Freud, me veo incapaz de elegir una opción. La felicidad y el placer, por tanto, me están vedados.

4 comentarios:

dexter dijo...

Apuesto a que lo de tu vecino de butaca era un deseo íntimo de haber triunfado en el mundo del fútbol, que hay cada frustrado por ahí que lo flipas. A la hora de valorar una película "frustracion" o "depepción" son dos términos muy ambiguos, porque dependen de las miras y las perspectivas que se tuviesen previamente. Podría decirse que esta última de Cronemberg, es una ligera dececpción más que nada porque se esperaba mucho de ella.
Sin embargo, como veo que a Bardés no le ha puesto nada la peli, voy a ejercer un poco de abogado del diablo y defenderla, aclarando que a mí el film me ha gustado moderadeamente y hasta cierto punto. Me gusta bastante el comienzo de la película y la historia entre Jung y Sabine. Por cierto que ha sido bastante echada por tierra la interpretación de Keira en la peli, pero he de decir, que, a mí, gestitos y estiramientos de mandíbula incluidos, no me disgustó del todo. Después la historia se atasca un poco coincidiendo con la aparición de Sigmund Mortensen (que no está mal pero al que he visto más inspirado en otras ocasiones). Es entonces cuando Cronemberg se nos vuelve excesivamente académico, nos inunda con todo un vendaval de jerga especializada y conversaciones pseudo filosoficas que no se sabe muy bien a dónde van y terminan por entorpecer el seguimiento de la historia. Sin embargo, al final, creo que con ese nuevo encuentro entre Jung y Sabine remonta un poco el vuelo y cierra la peli dignamente.
De ésta me quedo con la cuidada puesta en escena y con esa primera parte en la que se esbozan los temas que luego no llegan a cuajar del todo. Echo de menos un mejor dibujo de Enma Jug, personaje interesantísimo del que Cronemberg parece olvidarse a los cinco minutos, y de Otto Gross, y eso que Vincent Cassel es un tipo que me pone más bien nada. Desde luego no es la historia que uno espera de Cronenberg, tan habituado toda la vida en indagar por los oscuros corredores de la mente, pero yo no la destrozaría del todo. Interesante, a pesar de sus múltiples defectos.

César Bardés dijo...

Sí, desde luego: "depepción" y "dececpción" son dos términos moralmente ambiguos. También he de confesar que esperaba mucho más de la película. El comienzo me parece lo mejor de la película, metiéndonos en harina sin apenas un planteamiento. El caso de Keira Knightley es que, vale, yo reconozco lo de las mandíbulas porque es un signo típico de la esquizofrenia (he tenido un pariente con esa enfermedad, bastante cercano, y sé de lo que hablo) pero es que cuando deja de hacer gestitos en plan "gran actriz que me van a dar el Oscar por hacer de zumbá" y tiene que actuar...no lo hace. Es hierática, sin transmisión alguna y con una infantil interpretación del personaje ("estoy bien, luego ya no hago gestitos"). La historia, cierto, se atasca a los diez minutos, Mortensen no se amolda al personaje sino que hace que Freud interprete a Mortensen. No es menos cierto que Cronenberg se vuelve excesivamente académico y se pierde en un montón de disquisiciones que no llevan a ninguna parte y que dejan muy frío. En cuanto a la puesta en escena es sobria, pero no me parece nada espectacular. Todo es un puro interior salvo los jardines del Belvedere de Viena (que tuve ocasión de conocer y con la anécdota muy divertida de ver, literalmente, cómo un anciano volaba por culpa del viento) y la esquina de la casa de la Knightley. Y para mí, el gran problema de la película consiste en que quiere ser turbadora y no lo es en absoluto. Pretender ser lo que no se es, es uno de los mayores errores que puede cometer el cine y, también, Jung.
Lo de Vincent Cassel, pura anécdota y lo de Emma Jung...bueno, ahí está la diferencia entre trazar un personaje con dos pinceladas u olvidarse de él porque le interesa menos que una tostada de almejas. (ups, me ha traicionado el subconsciente, me temo).

Carpet dijo...

Bueno, pues yo si que no es probable que me lleve una decepción puesto que despues de leeros mis perspectivas son bastante menores que las que tenía inicialmente.
Me entrsitece un poco, porque yo que no era muy fan de Cronenberg, pese a encontrarle bastante interés a "Inseparables" y que me resultasen bastante atractivos algunos minutos de "Crash" (concretamente los que aparece Deborah kara Unger). No obstante con sus últimos films, "promesas del este" y el magnífico western sin oeste que es "Una historia de violencia", habían conseguido que me sintiera muy atraido por su cine...esta vez, me temo que no me gustará tanto lo que tanto prometia.

Abrazos y os veo tras vuestra semana de descanso...yo curraré, más que nada para que España no se pare.

César Bardés dijo...

Es que Cronenberg tiene interés y eso es lo que sorprende de una película que tenía todos los mimbres para ser todo lo turbadora que pretende. Al fin y al cabo, hurgar en los misterios de la mente no deja de ser un universo de turbiedad inquietante. Sigo diciendo que la mejor película de Cronenberg, efectivamente, es "Una historia de violencia" y que también resulta interesante en "Inseparables" y tiene pinceladas, aunque ligeramente rayantes, en "Crash". Muy interesante es "Promesas del Este" y no deja de destilar una cierta inquietud tanto en "Videodrome" (notablemente superada por el avance tecnológico) y en "La zona muerta" que me parece atractiva pero no del todo aprovechada. Esperamos su veredicto, amigo Carpet.
Abrazos sin peligro.