viernes, 2 de diciembre de 2011

LA CARTA (1940), de William Wyler

Debido a las fiestas que están salpicadas a lo largo y ancho de la semana que viene, sólo publicaré el miércoles el artículo correspondiente al estreno de la semana. El resto de los días me dedicaré un poco más a mi segundo libro, del cual daré cumplida información, con toda probabilidad, después de las fiestas navideñas. Un saludo a todos.

Un tambor de revólver con sus ojos vacíos a los pies de una escalera de entrada. El odio profundo de una mujer puede dejarte con tantos agujeros en la piel como en el alma. La conspiración de la lujuria y de los celos va tomando forma bajo la luna de la esquina del mundo. Morir también es manipulable. Tanto como los sentimientos. Engañar es la verdad. La venganza es la certeza.
Los sueños depositados no rinden intereses. Deberíamos tener prohibido soñar. No lleva más que a la decepción y, en ocasiones, a la mentira. Y todo es una enorme falsedad de lo que todo es sincero a través de una carta que, en realidad, no significa nada. Sólo letras. Como éstas. Que tal vez sean leídas. Tal vez sean despreciadas. Tal vez carezcan de valor. Tal vez sean sólo un trasunto de lo que a todas estas palabras les gustaría ser. Como esa carta que ella, la asesina, la mentirosa, escribió a alguien a quien sólo quería poseer pero, de ningún modo, amar. Ella es incapaz de eso. No es que no sepa. Es que no puede. El amor implica debilidad y ella no tiene fisuras. Es hermética. Acerada. Perfecta.
Toda la película es una maniobra para ganar tiempo. Un minuto más allá es una victoria y no importa si para conseguirla se sacrifica la amistad, la confianza y el futuro. Y, por entre las rendijas de la dilación, se cuela la malea de la venganza teñida de exotismo y de oscuridad. La dama que emerge entre las sombras para aniquilar es la nube rasgando el ojo de la luna. Es la frialdad oculta tras el velo de la noche. Es la muerte segura para la asesina cierta.
No se puede pasar por delante de esta película sin sentir deseos de no escribir a nadie que se le ama…no vaya a ser mentira…

2 comentarios:

dexter dijo...

Eso era una actriz y no la Keira. Feliz semana, Bardés, yo también me voy unos días de desconexión. Prepáranos un buen libro que últimamente no hago más que leer tostones. Un abrazo, amigo.

César Bardés dijo...

Lo intentaremos, Dex. Es el hijo pequeño y ése siempre recibe más mimos. En cuanto a comparar a la Davis con la Knightley...solomillo o carne de segunda para perro? Intentaremos no ser un tostón, eso, te lo aseguro, me da pánico.
Un abrazo y descansa.