miércoles, 8 de febrero de 2012

ESPEJISMO DE AMOR (1940), de Sam Wood

A pesar del desafortunado y engañoso título en castellano, Espejismo de amor es una de las películas más inteligentes que se hicieron en la década de los cuarenta. Para ello se contó con un guión, atrevido y lleno de agudezas, de Dalton Trumbo, un hombre de talento asombroso que, aunque fue la figura más señera de los llamados “Diez de Hollywood”, hombres que fueron perseguidos por el Comité de Actividades Antiamericanas hasta que acabaron con sus huesos en la cárcel, se da la paradoja de que aquí su guión es dirigido por un director que no dudó en delatar a todos los que pudo y en declararse parte de la derecha radical como Sam Wood. En cualquier caso, y con la inestimable colaboración de Ginger Rogers, aquí en el mejor papel de su carrera, la película es una obra maestra de la sugerencia, del sutil encanto del doble sentido y de considerar al espectador algo inteligente.
La película cuenta la historia de Kitty Foyle, una chica que tiene que luchar, como cualquiera de nosotros, por un trabajo, una vida estable, un amor que la llene y ese derecho a los pequeños instantes de felicidad que todos tenemos. En esa lucha y en esa conquista, se encuentra irremediablemente cercada por aquello que desea, pero también por aquello que necesita. El resultado es una interpretación asombrosa, merecedora del Oscar a la mejor actriz en un año de dura competencia y que hizo despegar la carrera dramática de Ginger Rogers, empeñada como estaba en apartarse de la elegante y alargada sombra de Fred Astaire. Ella y sólo ella es quien domina la función con un despliegue de recursos impresionante.
Por otro lado, y dejando aparte sus ideas políticas, la dirección de Sam Wood es precisa y acertada y siempre ha formado parte de mi asombro la increíble modernidad de una historia que se adelanta a su época en varias décadas. Y aunque, tal vez, pudiéramos caer en la trampa de decir que es una película hecha por y para las mujeres, yo creo que también es una muestra de lo que los hombres debiéramos pensar sobre ellas y, si bien no cabe la menor duda de que es un melodrama, de vez en cuando deberíamos echar un vistazo a nuestras lágrimas para estar bien seguros de que siguen ahí dispuestas a recordarnos que, debajo del encallecido mar de asfalto y desilusión que nos rodea, siempre hay algo que puede hacer que seamos mejores, más sensibles y más humanos. Espejismo de amor puede ser el reflejo de las lágrimas de otra persona, de otra cualquiera, que nos deja que nos introduzcamos en su interior y podamos ver la razón de un agua que resbala mansamente por las mejillas de alguien adorable. Nademos en esas gotas. Veamos la pena para ser un poco más nosotros.

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