miércoles, 28 de marzo de 2012

EL ALBERGUE DE LA SEXTA FELICIDAD (1966), de Mark Robson

La gente de París siempre será nuestro ha tenido la gentileza, la amabilidad y la tremenda tarea de reseñar mi libro La imagen en el alma. La verdad es que es una reseña para sentirse orgulloso y me gustaría compartirla con todos los que visitáis estas páginas. Los interesados podéis pinchar aquí.
Muchísimas gracias. Es un honor.

Nada se resiste al coraje de una mujer. Ellas son capaces de saltarse las formalidades burocráticas, de trabajar en lo que aborrecen con tal de alcanzar lo que desean, de atravesar medio mundo en busca de un sueño, de llegar a un lugar donde nadie habla su idioma y salir adelante, de encontrar al hombre que la ama y la comprende y poner su sentimiento por encima de una revolución, de coger a un buen puñado de niños y darles una esperanza de futuro en un mundo convulsionado y de hacer que las montañas y los ríos no sean obstáculos para la difícil huida de la infancia huérfana y perseguida.
No hay mucho aprecio en general por una película como El albergue de la sexta felicidad aunque si esta historia se rodara hoy en día se llevaría todos los Oscars del mundo. No puede ser menos ante todo aquello de lo que nos habla, con tanto cariño y tanta fuerza, como la voluntad, como sobre el no siempre ingrato destino que jalona sus premios con las más duras pruebas, como sobre la inmensa capacidad de amar que guarda dentro de sí el ser humano aunque casi ninguno seamos capaces de atisbar ese tesoro que nunca encontramos en el limitado territorio de nuestro yo, como la certeza de que el coraje es mujer.
Tal vez ese sea el auténtico significado de la fe: la capacidad de amar; y de tener fe en el propio amor y en lo que somos capaces de hacer. Tener ilusión por hacer una comida, por contar una historia, por hacer que el mismo amor sobreviva al escepticismo, al ambiente hostil, al mundo entero que se confabula en una extraña sucesión de acontecimientos para hacer primar la guerra y la desesperanza por encima del más grande de los sentimientos...Tener ilusión es todo eso y yo sé, aunque las palabras se me queden cortas, que es algo que sólo las mujeres saben mantener. Nos lo dijo una mujer de bandera en medio de la turbulenta China de los años veinte.
Y no quiero poner el punto final sin destacar no sólo el trabajo lleno de humanidad y sabiduría de Ingrid Bergman sino el conmovedor retrato del mandarín interpretado por Robert Donat (qué maravilloso actor) que pasa de la desconfianza a tener el corazón secuestrado por el amor desinteresado de una mujer que robó nuestra admiración para ella sola.

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