miércoles, 20 de junio de 2012

HISTORIAS DE FILADELFIA (1940), de George Cukor

Tracy Lord es una niña mimada que, simplemente, no sabe amar. Sólo quiere ser amada. Pero en su pedestal inmaculado es incapaz de presentarse como una mujer dulce y cariñosa, como una chica normal que tan sólo desea el amor para poder sentirse más mujer. Ella está en una torre de marfil de la que no tiene ni idea de cómo bajar. Ella elige y los demás obedecen. Por eso tiene a tres hombres saltando alrededor de ella. El más sabio de ellos es C.K. Dexter-Haven que sabe provocar las tormentas y dejar que pasen. Él sabe que, aunque profesa a la dama un amor eterno que ni siquiera la distancia que les separa y el desprecio que ella ha vertido sobre él son capaces de romper. Por ahí anda George, un petimetre que no puede ver mucho más allá de lo que Tracy quiere mostrarle, nuevo rico de profesión, acostumbrado a soltar zarpazos cuando alguien quiere pisarle y un hombre que suelta todo a destiempo porque, sencillamente, no tiene ni idea de lo que ella piensa, siente y vive. En el otro extremo de la mesa repleta de copas está Macanley Connor, cínico y desencantado escritor que para ganarse la vida escribe en una revista de cotilleos más infecta que la vida de la alta sociedad pero que queda deslumbrado ante la elegancia en el corazón de una chica, ante alguien a quien sabe descubrir en medio de los empujones de las alturas y los fingimientos de las cumbres y con la que no duda en bailar, de manera arrebatadoramente romántica, al borde de un estanque y dejarse el reloj en el dormitorio. Sin embargo...lo importante no es descubrir...sino mantener el descubrimiento y no idealizar, pecaminosa tendencia en la que caen demasiado a menudo los escritores...
Tal vez, el amor sea un balandro que se someta a los vaivenes del mar de vida que le rodea. La cuestión está en saber si se hunde o no, si se escora hasta volcar o si su manejo es tan grácil como el aire que inunda sus velas...No hay muchos balandros que aguanten...pero en el último momento, cuando ella va a subir a la borda equivocada, sabe reconocer la quilla que corta el mar en dos y que abre la felicidad que un día ya tuvo en sus manos pero que nunca supo apreciar...y no hay nada como bajar de las alturas para probar el sabor de lo que realmente te gusta.

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