jueves, 18 de octubre de 2012

LO IMPOSIBLE (2012), de Juan Antonio Bayona

Lo imposible no es que la Naturaleza se rebele con toda su furia y convierta a un paraíso en un desierto de agua. No es que la fuerza de la corriente se lleve por delante hogares, hoteles, árboles, animales, personas, coches, muebles, historias y sueños. No es que la desolación quede tras las catástrofe porque eso es abrumadoramente normal. Ni siquiera es que haya heridas abiertas en las pieles mojadas haciendo lo posible por abrir paso a la muerte. Lo que es verdaderamente imposible es volver a sentir la emoción del reencuentro.
Lo imposible es que los que menos tienen siempre son los que más dan. Es que el que lo ha perdido todo desea que el que esté al lado no pierda algo. Es tener la certeza de que el ser humano guarde tanto cariño y, sin embargo, la rutina y el contacto diario con la gente haga que se nos olvide la capacidad de amar sin recibir nada a cambio. Es ese sentimiento de ayuda que tanto cuesta extraer de nuestro interior cuando se trata de un desconocido. Es ese abrazo en el momento justo que te da las fuerzas necesarias para seguir luchando, para seguir sufriendo, para seguir adelante aunque ya todo sea un erial de agua marchita. Lo imposible es sacar una madurez anticipada a un muchacho que solo desea ser niño. Es sentir, de forma emocionante y única, lo increíblemente importante que es que un niño te dé la mano solamente para sentirse seguro, porque te acepta como alguien con quien está seguro, porque recupera la confianza de niño que, en algún lugar del camino, siempre perdemos siendo adultos.
A ratos, Lo imposible es una película terriblemente conmovedora porque rechaza fijarse en la distorsión creada por la misma Naturaleza y prefiere posar su mirada en los seres humanos y en todo lo maravilloso que llevan dentro a pesar de estar rodeados de millas de agua, de basura, de hierros retorcidos, de cadáveres a los que ha sorprendido la muerte sin poder gritar, de cristales dispuestos a hincarse en lo primero vivo que encuentren y de la penosa confusión que sigue al hecho. Siempre hay un silencio oportuno o una mirada de compañía o una caricia en el momento justo cuando la desorientación es tal que ni siquiera el cielo ofrece respuestas. Solo el agua las da y casi siempre es la respuesta que no se quiere escuchar.
Juan Antonio Bayona articula una película de imposibles porque es consciente de que se nos está olvidando ofrecer humanidad al vecino, porque el miedo no está en que una ola gigantesca y devoradora se te eche encima. El miedo está en la soledad después de que lo imposible haya ocurrido, de que un minuto antes se tenía todo y, de repente, no se tiene nada más que agua, fría y hostil, furiosa y temible, descarnada y tramposa. Todo el futuro se evapora con la ira del agua. Todo el presente muere con ella. Todo el pasado gira alrededor gritando y ahogándose en pánico. Y no hay nada a lo que asirse. Solo seguir viviendo para que los más débiles continúen el camino.
Aún con algún momento de esa cámara tan nerviosa que tanto le gusta a Bayona y dos o tres instantes de lágrima demasiado fácil, el espectador siente la ola en las gradas del cine, llorando con sus protagonistas, exhalando sonidos de fastidio cuando las cosas no salen y, sobre todo, provocando tsunamis en la costa de sus labios cuando Naomí Watts, verdadero motor de la película junto con la impagable mirada de los niños, actúa con pasión e intensidad.
Lo imposible no es que el mundo se venga encima. Lo imposible es que haya tantas personas buenas y no sepamos que existen. Porque hacen falta catástrofes de esta magnitud para darnos una exacta medida de toda la comprensión y ayuda que necesitamos todos. Y ahora permítanme que ponga punto final para decir cuánto quiero a mi familia.     

16 comentarios:

carpet dijo...

Anoche, aprovechando el ahora casi imperceptible ahorro del antaño atractivo día del espectador, mi chica propuso ir a ver la película. El cansancio acumulado tras varios días de intenso trabajo me hizo declinar la invitación, se sumó mi hijo mayor a la negativa aduciendo que aunque le gusta el cine, sólo le apetece ir a ver determinadas películas (la mayoría de ellas nosotros no las consideraríamos cine) y que también estaba cansado tras su entrenamiento futbolero. Sin embargo, mi hija secundó la propuesta (a ella sí que le gusta de verdad el cine y sobre todo lo que pueda parecer sensible o sensiblero, que a estas alturas, 12 años, aun no tiene claro).

Mientras yo me quedaba tumbado descansando cuerpo y cerebro viendo la tele, ellas se acercaron a recibir el tsunami.

A la vuelta venían algo conmocionadas. Es dura decían, hay escenas que te estremecen comentaban y no se referían precisamente al gran maremoto, sino a las angustias del después, a los recorridos dispares y dolorosos de los miembros de tan afortunada familia (afortunada conociendo el final y tras saber de sus distintos avatares).

Finalmente mi mujer señaló, es una película que debe ver el crío. Enseña una serie de valores, reales y poco visibles, que no podemos transmitir con fábulas de Esopo o con charlas sobre ciudadanía o lecturas de ética. La vida misma, partiendo de la historia real de esta familia, puede hacer más para enseñar humanismo, para adiestrar en empatía, para eliminar el egoísmo y para remover la conciencia haciendo olvidar el yo y catapultando al otro, que cualquier charla racional sobre valores.
Mucho hemos comentado sobre el poder educacional del cine, sobre la posibilidad de conseguir que seamos mejores personas, acercar en imágenes visualmente aceptables la humanidad que se despliega tras una catástrofe, donde las cosas dejan de tener sentido porque han desaparecido y sólo nos queda agarrarnos al otro, para protegernos o protegerlo, nos hace darnos cuenta de lo que verdaderamente importa y de ahí a ser un poco más humano hay muy poca distancia.
Es probable, que esta noche vayamos los chicos a ver la película y aprendamos.

Abrazos húmedecidos

César Bardés dijo...

Es cierto que la película enseña una serie de valores que se basan, en su mayor parte, en la capacidad de darse del ser humano, bien sea a los tuyos propios de la familia, bien sea a los mismos desconocidos que también han sabido lo que es la desgracia. Creo que eso nos falta muchísimo hoy en día, Carpet. Lo digo de corazón y con un pequeño nudo en la garganta. Deberíamos ayudarnos más el uno al otro, sin esperar recibir. El egoísmo ha imperado en nuestras vidas de una forma que ya incluso tememos pedir ayuda a alguien en un apuro. No creemos ya que la gente sea buena porque, sencillamente, no lo es. El humanismo debería ser un valor supremo y hemos dejado que caiga en el vacío, en la nada, en un signo, incluso, de debilidad. Eso enseñaría mucho más que cualquier otra cosa. Yo creo que la intención de Bayona, más que el hecho de impresionar con las imágenes de una catástrofe que arrasa con todo y elimina todo lo que tienes en apenas unos segundos, es precisamente eso. Mostrar algo que se nos antoja imposible como la mano en el momento oportuno, la ayuda entre unos y otros, la capacidad inmensa de amar que tiene el ser humano y de darse a los demás. Una ética que debería ser una máxima entre nosotros y que se nos ha olvidado ejercer. No viene mucho al caso pero estoy leyendo ahora mismo a Stephen King con su novela 22/11/63 (forma parte un poco de mi investigación para mi próximo libro) y se esmera mucho en decir que la gente en 1958 era mucho mejor que en 2011, era más amable, más dada, más generosa, más dispuesta aunque, por supuesto, también hubiera ambientes cerrados e impenetrables y que supuraban rechazo. Todo sabía mejor, todo apuntaba a mejor aunque el autobús fuera lleno de humo, las salas de profesores también y los coches contaminaran como verdaderas fábricas.
Lo cierto es que salí del cine con unas ganas enormes de abrazar a los míos, de repartir besos, de dar las gracias por ser tan afortunado y de decirle al señor de la butaca de al lado si necesitaba algo.
Y así, yo también me puse a buscar.
Abrazos. Sólo abrazos.

Carpet dijo...

Bueno, en cuanto a la bondad general de mediado el siglo XX comparado con el inicio del XXI no lo tengo tan claro.

Quizá el individualismo sea un signo de estos tiempos, es una forma fácil de doblegar voluntades, por tanto es algo que se ha ido fomentando por los poderes, lo mercantiles, los económicos, lso políticos...El grupo es peligroso, el individuo no.

También es una consecuencia lógica del bienestar, mientras conseguir algo es complicado para uno sólo, la unión consigue muchos beneficios para casi todos. Cuando todso gozan de tener cubiertas todas las necesidades no necesita al grupo para conseguir algo más e incluso lo rechaza por si puede perder algo.

Eso es cierto y asi nos está yendo en estos momentos donde incluso ante la pérdida paulatina de bienes que considerabamos habituales y básicos, nos estamos comportando como los alemanes de los versos atribuidos a Bertold Brecht :
"Primero arrestaron a los comunistas, así que a mí no me importó porque yo no era comunista. En seguida se llevaron a los judíos, pero no hice nada porque yo tampoco era judío. Después vinieron a por los sindicalistas, y no me preocupé porque yo no era sindicalista. Luego vinieron a por los comunistas, pero no hice nada porque yo no era uno de ellos. Finalmente me arrestaron a mí, y ya no quedaba nadie para que pudiera impedirlo. Era demasiado tarde"

Pues eso, en cascada vamos perdiendo uno tras otros servicios que pagabamos con nuestros impuestos, pero nos cuesta movilizarnos porque aun no nos ha tocado a nosotros (o no del todo, o no todo). Y vamos viendo las protestas de los demás desde el salón, algunos hasta comprendiendolas y apoyandolas, pero no tanto como para añadirme a la masa y gritar con ellos (me autoacuso).


No obstante, el aquellos años que se dicen mejores y donde quizá se valoraba más la existencia grupal, la masa era a su vez un peligro (tal vez también ahora) y los grupos acosaban, atentaban, asesinaban y ocultaban el crimen, las leyes del silencio se imponian, era el individuo heroe el que se enfrentaba a la lucha, entonces se valoraba al yo y se despreciaba al grupo. Y se mantenían sin discusión discriminaciónes brutales que hoy nos parecen imposibles, la mujer, el negro, el pobre, el analfabeto, el criado, el santo inocente...

Cada tiempo trae su propia miseria, bienvenido aquello que haga que nos la sacudamos aunque sea solo un poco.

Muchos más abrazos...sin sablazos.

Carpet dijo...

Quise decir que nos sacudamos la miseria...que siempre hay algún lector confuso.

César Bardés dijo...

Lo de la bondad de mediados del XX es una conclusión que saco (obviamente no soy tan mayor) no sólo de la lectura del libro que he mencionado (tampoco soy tan simplón) sino que es algo que también he escuchado a mis padres y, por decir alguien un poco más ajeno, a mis suegros. Antes había más interés por lo que le pasaba al entorno. ¿Cuántas veces, hoy en día, hemos visto a un señor tirado en la calle y no nos hemos detenido a ayudarle? Simplemente hemos supuesto que era un borracho o quizá algo peor y que era mejor dejarle dormir la mona. A mí, desde luego, me ha pasado varias veces. En otras, en cambio, sí que me ha entrado la vena solidaria y me he agachado para preguntar, al menos, y siempre, siempre ha sido gente que ha necesitado ayuda.
Por supuesto, y si acotamos aún más la afirmación, no quiere decir, ni mucho menos, que el régimen político de entonces se preocupara de la gente, para nada. Es evidente que la gente, el vulgo, les traía sin cuidado aunque hay que reconocer que la implantación del sistema de la Seguridad Social se deba a alguno de sus miembros y no como a algún lumbreras ha llegado a decir, a una corriente política de la democracia, sin quitar que, por supuesto, se hicieron muchas mejoras.
Totalmente de acuerdo contigo, Carpet, en que se ha fomentado el individualismo desde diversos estamentos y más aún en unos tiempos en que no necesariamente el mejor ha sido el elegido. Como muy bien dices, el grupo es peligroso, el individuo por sí solo, no.
Diriges tu mirada hacia la situación político-social y es lógico. Yo me quedo con la situación puramente humanista. En cuanto a la otra, a la que tu hablas, por supuesto que había desigualdades en aquellos tiempos (¿es que acaso no las hay ahora?), igualmente brutales si nos ponemos rigurosos pero en valores que, quizá, no nos parecen tan importantes. Y es que los valores han cambiado y lo que nos puede parecer a nosotros como algo moralmente aceptable, es algo que otros muchos tienen que sufrir con sangre.
Precisamente, en cuanto a la situación político-social, creo que es evidente que exige un cambio, un cambio radical pero el individualismo ha llegado a tal punto que, cuando existe un cierto movimiento de protesta, aún hay grupos que se dedican a lo que no es importante. Y eso desmoraliza a los que no nos unimos por comodidad aunque tengamos simpatía por ello. ¿Es lógico que en un movimiento que exige un cambio en la mentalidad política, que quiere que los dirigentes empiecen a pensar en los ciudadanos se proteste y se pida la desaparición de la fiesta nacional o el fomento de los "veganos"? Por favor. Y no es que yo esté a favor de que no desaparezca la fiesta nacioanl o que cada uno coma lo que le dé la gana. Si hay un movimiento, una fuerza, una solidaridad es para pedir que la gente piense en la otra gente, que nos ayudemos, que seamos todos (y no me estoy refiriendo precisamente a la nefasta, siempre nefasta, democracia vecinal) parte del de al lado, que tengamos siempre la mano tendida.

César Bardés dijo...

Curiosamente, lo que exigimos que hagan nuestros dirigentes (económicos, financieros, políticos o bancarios, sindicales o pitifláuticos) no somos capaces de exigírnoslo a nosotros mismos.
Yo no estoy de acuerdo, en absoluto lo estoy, a que la gente se manifieste delante del Congreso de los Diputados con la cámara reunida. Luego dicen que si hay brutalidad policial...¿qué esperan? ¿Una invitación a que entren? Siempre se me quedó grabada una frase que dijo cierto Presidente del Gobierno: "Yo soy el Presidente en un concepto legal, pero no soy un Presidente legítimo". Es decir...¿no nos gusta la ley? Cambiémosla pero mientras esté en vigor, hay que respetarla y jugar según las reglas del juego.
Imaginemos por ejemplo que yo cojo y digo que Educación para la Ciudadanía es una asignatura que no vale absolutamente para nada. Y lo que voy a hacer para protestar es romper los libros de todos los compañeros de mi hijo para que no den esa asignatura. ¿Tengo razón? Puede que sí. ¿Es legítima esa forma de protesta? Creo que no. ¿Es legal? Rotundamente, no (evidentemente, estamos hablando de un país que tiene una democracia). Ahora bien, la iniciativa popular está recogida en la Constitución y los poderes públicos están obligados a ella. Si yo consigo recoger el número suficiente de firmas y registro la petición en el Congreso, están obligados a debatir esa cuestión. ¿Que lo que queremos todos es mandar como el que más y que todo se someta a referéndum? Muy bien, cambiemos la ley que impida eso pero no nos entretengamos en dar cobijo a los botarates (que siempre los hay) y en dar excusas a los demás para que se emplee una violencia que nadie merece.
Todo tiempo, efectivamente, tiene sus miserias. Y todos, todos, miramos nuestro ombligo mientras vemos cómo se ahoga el vecino, como bien dijo Brecht, total, mientras no me toque a mí. Luego nos tocará y no habrá nadie allí.
Abrazos democráticos.

César Bardés dijo...

Y una cosa más. Todo movimiento, todo cambio, exige una cabeza visible que, verdaderamente, comulgue con lo que se quiere cambiar. Estoy convencido de que una de los mayores errores que se han cometido ha sido enaltecer a personas de perfil netamente bajo para ocupar puestos de responsabilidad. Y eso es evidente. Se me ocurre algún nombre de la izquierda española pero cabal a más no poder que podría liderar, poner un cierto orden y dejarse de jugadas políticas y convenientes para determinados sectores, desgraciadamente está retirado y no quiere hacer nada. Si nos fijamos un poco, cuando un país se ha levantado de sus rodillas, ha sido cuando ha habido alguien capaz de cogerle del brazo. Es decir, el individuo justo en el momento adecuado. El momento adecuado es ahora, pero el individuo justo ni está, ni se le espera.
No me gusta debatir sobre estas cosas porque a menudo está abierto a malas interpretaciones. Todo se resume en una palabra: solidaridad, atención, altruismo. Un poco de algo que nos haga lo que somos. Humanos.
Más abrazos, muchos abrazos, montones de abrazos. Como en la película.

Carpet dijo...

Coincidimos tanto, que casi no ha lugar a la discusión, pero amigo, sin debate no hay mejora, así que vamos a ello.

Cierto que hablo de la situación socio-política actual, ¿se puede evitar?, pero no sólo eso, de hecho lo utilizo como ejemplo.

Aclaro. Cuando decía que lo de mediados de siglo podía no ser mejor, si lo hacía en términos de humanismo, porque aunque es bien cierto que había más socialización (que no socialismo) y la gente se preocupaba por la gente (incluso hasta un punto de distorsión que provocaba la figura del cotilla o el metomentodo) y por sus penares y ofrecía ayuda por la calle y se cuidaban las formas educadas y se respetaba al otro ( aunque esto con reservas), también ocurría que se clasificaba a la gente por creencias, razas, clases social, nivel cultural, sexo, etc...

Así estaba estructurada la sociedad de entonces y dentro de esos grupos el humanismo tal vez no lo era tanto. Es cierto que nuestros padres (y los que aprendimos de ellos, yo aun lo hago) se preocupaban de la caída imprevista de un viandante, de un desconocido afligido y si veían a alguien tumbado salvo que tuviera un cartel pidiendo limosna se le suponía en un aprieto. También es cierto que ahora ese tipo de actitud parece ser excepcional aunque quizá no lo sea tanto, se suele dar mucho pábulo a lo anormal y no es noticia lo habitual, si la gente pasa al lado de un moribundo sin conmoverse el video sale en yutuve y de ahí abre telediarios, si la gente atiende a un atropellado lo cuida y consuela mientras espera la ambulancia o incluso lo traslada en su propio coche, nadie lo comenta (y es algo que yo he visto hacer e incluso he participado).
Ahora bien, antaño que se cuidaban esas cosas a lo que parece, se negaban determinadas cosas a determinados grupos y las “clases”, no sólo las sociales, funcionaban como segmentos aislados que negaban a los otros. Así comentaba, desde el punto de vista humanista, la negación del valor de la mujer como persona plena (algo que ahora exigimos en los países islámicos, con razón, olvidando nuestro pasado más reciente), sin posibilidad de hacer nada sin el permiso previo del padre o el marido, los malos tratos actuales son una lacra, entonces eran casi aceptados. La homosexualidad era un terrible tabú, objeto de persecución, e incluso prisión y escarnio. No digo nada de pertenecer a una ideología política no afín, que debías ocultar (no sólo en nuestro país, recordemos la caza de brujas en Hollywood). Negar el derecho de los negros a entrar en determinados sitios o sentarse en determinados asientos, …

Carpet dijo...

Todo eso, querido amigo, era también carencia de humanismo. No estaba motivada por el individualismo sino por todo lo contrario por la pertenencia al grupo, por el ámbito social al que pertenecías. En España se daba mucho (aun hoy quedan restos) del vacío que se creaba en torno al foráneo, al “extranjero” en muchas comunidades (no solo autónomas). Las novatadas, por ejemplo, no eran más que permitir la humillación pública (bastante poco humana) para ser aceptado por el grupo.

El individualismo actual es un mal, y te lo admito, pero hace 60 años muchos individuos distaban mucho de ser humanistas.

En cuanto al tema de la manifestación frente al Congreso te doy la razón en parte. Yo tampoco estaba de acuerdo con la iniciativa que me parece que tiene muy poco de democrática en realidad. Tal vez haya mucha gente harta de los políticos actuales, o al menos de algunos, pero entonces busquemos la formula de que se nos represente mejor, echarlos a todos, la lapidación pública y el griterío insultante no me parece la formula. Es más, creo sinceramente que volvemos a mover la masa, pero quizá con intereses no del todo “humanistas” sino con espíritus bastante más egoístas. Otra cosa es el tema de la brutalidad policial, que una cosa es dar palos al que está tirando piedras o al que andaba cerca “quesque me equivoqué” y otra las cargas dentro de la estación de Atocha ¿para disolver la manifestación en los andenes?
Y además, hay otro algo que me indigna cada vez más, no es que desde el poder se obvien los gritos de la gente, su movilización, las huelgas o manifestaciones, lo peor es el desprecio con que se las califica: masas extremistas radicales, perroflautas, estómagos agradecidos, vagos y aprovechados, antiespañoles ( si pides independencia o si pides más recursos para al educación), etc. E incluso la desfachatez con la que se adueñan de mi propio inmovilismo alegando que yo apruebo sus decisiones porque me quedo en casa.
Eso, y sin mezclar la situación político social, sí que es falta de humanismo, estar tan absolutamente centrados en el yo que todo lo que les contradiga es algo a despreciar. Como decía aquel famoso chiste gráfico creo que de Máximo, que ponía en boca de Aznar la siguiente frase: “Todo aquel que no piense como yo, está fomentando la división en España”.

Abrazos humanos.

César Bardés dijo...

Por supuesto que había más desigualdades en aquellos tiempos. Es imposible negar eso. Pero hay algo que deberíamos tener en cuenta, Carpet. El ancestral atraso que ha asolado a España durante siglos y que aún hoy padecemos. No sólo un atraso tecnológico, que ése, poco a poco, ha ido capeando el temporal, sino un atraso cultural tremendo (solo tienes que ver el nivel que hay por ahí) y un atraso social espantoso que, en buena parte, deriva del atraso cultural. Si volvemos un poco la vista atrás y nos ponemos en aquellos años, todo lo que dices es cierto, sí, pero en muchas de las cosas hay que reconocer que los que vivían en aquellos tiempos lo tomaban como algo casi normal. El hombre trabajaba, la mujer tenía que tener hijos (estamos hablando de España, naturalmente, en otros países eso ya estaba cambiando). Si la mujer trabajaba, el hombre era un tipo humillado que dejaba que su mujer trajera dinero a casa, todo el que faltaba, por lo que el hombre tenía que trabajar más, ganar más y pluriemplearse si fuera necesario.
Quizá pudiéramos decir que en la ética rutinaria, la de todos los días, sí que había un mayor humanismo en la gente. Había cotilleos, como bien dices. Pero, amigo, es que ahora es exactamente igual. Somos muy celosos de nuestras intimidades pero nos encanta que nos cuenten las de los demás.
Todo esto, por supuesto, no lo tomes como que aquello era justo. No lo era. Ni siquiera se acercaba a lo que era justo (aunque cada vez me estoy encontrando más mujeres que me dicen aquello de que "la liberación de la mujer fue una auténtica basura, prefiero estar en casa cuidando de mis hijos que trabajando como una cabrona fuera y perdiéndomelos".
Si te digo la verdad, vi muy pocas imágenes de las manifestaciones. No sé qué es lo que motiva la carga en Atocha. Habría que ver las imágenes "completas" (se sabe y no es ninguna tontería que lo que se emite no siempre está completo para los fines que se persiguen y dependiendo de la cadena). Quizá estaban invadiendo las vías para la tontería de vamos a interrumpir el servicio porque así jodemos a todo el mundo. No lo sé. Por supuesto, también incluyo en que es muy posible que la carga policial fuera pura brutalidad, no lo niego y lejos está de mí el justificarlo. La masa, por naturaleza, es algo muy poco fiable y es algo que aprendí ya en mis tiempos de estudiante.
En todo el resto que comentas, de acuerdo. Hay cesarismo político desde hace mucho. Hay una despreocupación preocupante en el modo de actuar de todos los políticos (de uno y de otro lado e, incluso, del de más allá), la irresponsabilidad es el valor que más se puede notar (consecuencias directas del "no pasa nada, hombre, esto se hace y ya está") y el desprecio, como bien dices, es insultante e invita a intervenir pero esa intervención, siempre, siempre, hay que hacerla con la cabeza no con la mano dura y el palo largo como decía aquella canción de Jarcha.
Abrazos hastiados.

Carpet dijo...

Fui a verla el jueves como anuncié y ahora ya vista y disfrutada puedo hablar de la parte cine ya que lña parte "leccion de vida" estuvo plenamente comentada. Por cierto y para mi sorpresa alegre, en el instituto a mi chico le están dando unas clase a base de cine, el otro día me comentó que han visto "La ola" en dos o tres sesiones y luego han hecho un debate sobre ella...aun hay esperanza, tal vez.


Bueno a lo que iba, la peli una vez descargada del elemento ejemplarizante de la peripecia. Creo que su factura es mucho más que correcta, muy americana en muchos aspectos, con ese regusto de ir del momento intimista dramático al inmenso destrozo de la catastrofe a base de abrir plano para mostrar la gota que la familia supone en el oceano de desolación. Sin embargo, retoma una y otra vez, la vuelta a la historia personal de los protagonistas y a veces deja de lado como muy secundarios al resto de afectados que a veces son sólo gente que pasa por ahí, eso tiene dos consecuencias: la primera es la implicación obligada del periplo de Watts, McGregor y los chicos, no tienes respiro y no puedes despistarte con otras truculencias porque Bayona te obliga a permanecer con ellos todo el tiempo, con sus angustias y sus esperanzas; la segunda es que notas que su drama, aunque notable, es quizá menor que el de otros personajes que pululan por ahí. Pese a contarnos lo buena que es la genet y la importancia de apoyarnos, nos cuenta las cosas desde una perspectiva egoista, me importa lo mio y el resto no es de interés.

En cuanto a los momentos sentimentales que he leído que se le critican, tratandolos de dulzones y spielbergianos, a mi me parecen traidos con eficacia y que cumplen con la función de transmitir emoción a los espectadores, aumentar la empatia y hacer creible una peripecia que si no te avisan de su veracidad tiendes a considerarla absioolutamente inventada...demasiadas coincidencias, demasiadas casualidades, demasiada suerte incluso.

Yo creo que es una película que se critica de más por venir de un director español, pero que sería mucho más considerada si nos viniera firmada con acento yankie.

A mi que "El orfanato" no me guistó en exceso, "Lo imposible" me ha parecido una muy buena peli...Una película que aguantará.
Muy bien Naomi Watts cada vez mejor actriz y muy acertado también Mcgregor, el crío mayor está bastante correcto, demasiado para lo que hay que transmitir, aunque a menudo me recuerde demasiado al Crhistian Bale de "El imperio del sol", demasiado empeñado en funcionar como adulto...

Abrazos en oleadas

César Bardés dijo...

Es curioso lo que comentas sobre "La ola" puesto que mi mujer, profunda conocedora no solo de esta versión, sino también del libro de Morton Ruhe y de la versión americana que se hizo para televisión con Bruce Davison de protagonista, también la utiliza en sus clases con resultados francamente buenos. Me alegro de que el ejemplo cunda. En otro orden de cosas, yo ya comenté esta película aquí, hace ya unos cuantos años (llevamos la friolera de 722 entradas).
Estoy casi plenamente de acuerdo en todo lo que comentas sobre "Lo imposible" aunque yo sí que eché de menos ver cuál es la verdadera peripecia de McGregor al igual que hemos visto la de Watts y la del hijo mayor. Cuando enganchamos con McGregor, la ola ya ha pasado y, lo que es aún más chocante, ya ha localizado a sus hijos.
Precisamente, uno de los acentos que he intentado plasmar en el artículo, está en que "Lo imposible" no es la ola en sí, es toda esa sucesión de coincidencias, casualidades y suerte que hace que el reencuentro sea algo más que una posibilidad.
Yo tampoco era fan de "El orfanato", me pareció una "Historia para no dormir" de Chicho hecha con una cámara demasiado nerviosa y, por eso, critiqué en su momento la elección de la película para representarnos en los Oscars a pesar de que era una obra de género y, hoy por hoy, sigo diciendo que es lo que mejor nos puede representar porque es más universal que lo que hemos mandado este año.
Yo creo que la gran dominadora de la película es Naomi Watts, mucho más que Ewan McGregor, que no lo hace mal, pero que dista del trabajo intenso y creíble de ella. Por todo lo que comentas, sí, sin duda, es una película que está muy bien hecha, que emociona y enfatiza la emoción con cierta razón, que te hace sentir un montón de cariño y que es un toque de atención sobre ese amor que guardamos.
Abrazos espumosos.

dexter dijo...

Lamento discrepar por una vez y sin que sirva de precedente con vuestra visión de la película. Yo acabo de verla hace unas horas con cierto retraso pero es que arrastro un tsunami detrás de trabajo y descontrol que no es ni medio normal.

A diferencia de vosotros no empatizo demasiado con la historia. Aún teniendo en cuenta de que se trata de un argumento real y de que la película está impecablemente rodada, no puedo más que advertir un punto de frialdad que me obliga a tomar distancia. Por decirlo en una palabra, no me la creo. Ya sé que es difícil de creer y que como dice Carpet resulta muy inverosimil si previamente no estás advertido de que ocurrió en realidad. Yo en este tipo de casos me pregunto qué es verdad y qué es mentira. Y el hecho de que aquí se haga énfasis en el mismo tipo de subtramas que siempre acaban bien (perdón por el spoiler pero es así, el pequeño Daniel, el padre y el hijo sueco) no sé me distancia de lo que se me cuenta. Hasta el propio Spielberg es a veces más cruel con algunos de estos personajes (me estoy acordando a bote pronto de la niña de rojo de "La lista de Schindler"). No sé, a mí no me llega y en parte me preocupa de si no me estaré volviendo algo cínico. Y no creo que sea cuestión de nacionalidades como dice Carpet, pero yo creo que esta historia me la cuenta Spielberg y me llega más. No sé, tengo esa sensación. Es el toque, se tiene o no se tiene.

Y partiendo de que Bayona tergiversa hasta los datos más nimios como la identidad de sus protagonistas (no hay más que ver la foto que cierra el film) ¿en aras de un mayor potencial comercial? yo me pregunto, qué más estará manipulado.

Por último, yo no he salido del cine con la sensación de querer abrazarme al espectador de la butaca de al lado - dos señoras mayores en mi caso. El papel arrugado que se saca McGregor del bolsillo en la última escena de la peli me deja más bien al contrario, sumido en la desazón. Y la escena en la que supuestamente se apela más a la solidaridad humana (la del teléfono móvil) me chirría bastante.

Abrazos a contracorriente.

César Bardés dijo...

Ay qué descreído te nos has vuelto, amigo Dex. Comprendo perfectamente tu punto de vista aunque, insisto. Yo creo que "Lo imposible" no es la ola ni nada de eso. "Lo imposible" realmente es todo eso que te chirría y eso es lo que realmente quiere contar Bayona. Evidentemente, no te la crees. Yo tampoco. Y no creo que Carpet se la crea. Pero ocurrió. Vale, puede que no todo sea real pero...¿acaso eso tiene alguna importancia? ¿Acaso la intención de la película no es precisamente esa, mostrar que lo imposible puede pasar? Sin duda, no es una película redonda, ya he comentado algunos de sus defectos y uno de los más gordos, en mi opinión, es obviar al personaje de McGregor hasta que se nos engancha a la historia cuando ya ha pasado la catástrofe. Eso es algo que, estoy seguro, Steven Spielberg no hubiera obviado.
Evidentemente, Bayona altera cosas para parecer más comercial. La foto que sale al final...bueno, teniendo en cuenta que, para empezar, es una familia española y los nombres de los protagonistas de la película están totalmente americanizados, está claro que es una deriva hacia la venta de la película. Y ni de coña los protagonistas reales son tan guapos como la Watts y el McGregor, por mucho que hayan sufrido lo que sufrieron.
Y lo del papel arrugado que se saca McGregor al final es un aviso, creo yo. Contra el olvido. Ellos han hecho lo imposible. Otros se han quedado en lo imposible y no deberíamos olvidar de todos los que sufren así. También es imposible que alguien te preste el teléfono móvil en esa situación pero mira, la historia de ese tipo no acaba bien, al contrario que la historia del niño (por cierto...¿en tu cine también hubo un "oooooohhhhhh" de ternura cuando el niño acaricia a la Watts?)
Abrazos creídos.

carpet dijo...

Bueno Dex, que desilusionante que no compartas nuestro entusiasmo. Aunque a decir verdad, es algo que me temía, no por tí, sino por cualquiera que fuera a ver la película. Por eso comentaba yo lo de que más que "Lo imposible" parece "Lo increible". No sé si puedes escuchar el podcast de la cadena ser de la entrevista a Maria Belón en 2007, germen de la película, yo lo he vuelto a intentar pero falla.
Algunas de las cosas que la peli cuaenta , en particular la de Daniel y su padre sueco, son rigurosamente ciertas, o al menos así lo dijo su protagonista. Otras son ciertas pero mejoradas, según parece, el estado de los miembros de la familia era mucho peor que el que se ve en las imagenes, el padre estaba hecho un cuadro a lo que contaba la mujer.
Hay algo que si está digamos que recreado con más visión comercial, el encuentro en el hospital no es tan casual, al parecer el padre sabía que los niños pequeños serían trasladados allí y preguntó a una enfermera por su mujer y ella fue la que facilitó el reencuentro...A estas alturas una licencia poética se puede consentir.

Aun ahí cosas más increibles, el pequeño Simon acababa de aprender a nadar y le sirvió para mantenerse a flote lo suficiente como para agarrarse a un arbol...

Spielberg podría hacer parecer más creibles algunas de las situaciones porque serían cosas inventadas (la niña de rojo de "la lista..." como comentas), ya sabes aquello de que la realidad supera a la ficción.

En cuanto al momento del movil, yo creo que le pasa algo a esa escena, y es lo que comentaba de la visión egoista de la historia....creo que Ewan está absolutamente creíble y natural, el hundirse por fin tras aguantar todo lo aguantado y ser incapaz de hablar es algo absolutamente lógico, probablemente cualquiera ante esa circunstancia y viendo su situación, le ofreciera solidariamente el movil para que volviera a comunicarse...Sin embargo Bayona, desprecia un poco al resto de los personajes, son meros figuarantes (eso nos pasa en la vida real tambien) y esa forma de desdibujarlos (algunos solo voz en off) hace que no nos llegue la situación tanto como debiera o al menso como Spielberg la hubiera contado.

Si algo se le puede criticar a Bayona es precisamente que a veces huya de recargar las tintas lacrimógenas y eso nos deja ante la situación real, que como dice Bardés es en si misma "lo imposible" o incluso "lo increible"

Abrazos veridicos

César Bardés dijo...

Estupenda esa aclaración sobre la entrevista de María Belón. La verdad, yo no había leído nada ni había escuchado nada al respecto y eso da una idea de cuánto me importaba que hubiese sido real o no. Cierto es que todo lo que ocurre es más "increíble" que "imposible". Especialmente valioso es ese apunte que nos haces sobre el aprendizaje natatorio del hijo pequeño que, sin lugar a la más mínima duda, estoy seguro de que Steven Spielberg hubiera utilizado y hubiera mostrado para darle unas cuantas gotas de emoción infantil a la ensalada.
Chicos...qué programa de radio haríamos los tres. La ostia en verso...
Abrazos reales.