martes, 6 de noviembre de 2012

AHORA ME LLAMAN SEÑOR TIBBS (1970), de Gordon Douglas

Al rebufo del éxito impresionante que supuso En el calor de la noche, con el personaje del eficiente Inspector Virgil Tibbs dando una lección a unos cuantos sureños con prejuicios racistas y métodos brutales, no tardó en surgir una secuela que, lógicamente, se preocupó de mostrar más el día a día de ese agente de la ley en pleno San Francisco, ciudad de cuestas y puentes. Siendo inferior a la primera, hay cierto entretenimiento inteligente escondido bajo la gabardina del racional detective que, aún estando en una ciudad más civilizada, también tiene que hacer frente al color de su piel, a un matrimonio que poco a poco va deshaciéndose y a los inevitables problemas fuera de toda ciencia que supone educar a un chico que va haciéndose hombre a marchas forzadas. Después de todo esto no hace falta ser ningún artista de la criminología para adivinar que el mayor activo de esta película se halla en su protagonista Sidney Poitier.
Lo cierto es que, a pesar del oficio que en muchas ocasiones ha demostrado su director Gordon Douglas, hay ciertos errores de continuidad que evidencian una pausada desgana tal vez motivada porque Douglas venía de hacer varias películas de parecida temática al lado de Frank Sinatra con resultados muy apreciables como fueron Hampa dorada, la anticuada La mujer de cemento y El detective. En todo caso, hay giros de guión interesantes y, sobre todo, una fascinación por el personaje protagonista que utiliza la inteligencia como arma de acoso para encontrar al auténtico culpable de un crimen que parece apuntar a un conocido político local.
Más que inspirarse en su primera parte, Ahora me llaman Señor Tibbs, parece querer sumarse a la moda de la época en la que todas las películas que hablaban sobre policías tenían una semejanza curiosa con Bullit, de Peter Yates, y quizá ahí radique uno de sus mayores errores porque teniendo entidad propia como personaje era algo que no le hacía ninguna falta. De cualquier modo, esta película contiene elementos de encanto en su descripción del inicio de los años setenta, en el ambiente de fotografía de grano grueso que parece inundar San Francisco con sus barrios de luces rojas, la soltura con la que Tibbs-Poitier se mueve en su propio territorio, el gozo de escuchar la banda sonora de Quincy Jones, el inicio del desarrollo de unos estereotipos liberales que dominaron el cine americano durante aquella época y, por supuesto, el ingrato trabajo de un inspector experto en homicidios que intenta hallar algo de razón en una brutalidad vista a diario.
Así que no esperen ninguna obra maestra. Está bien, mata el rato con ligereza. Se deja ver con el añadido de un gran actor que sabe dimensionar un personaje que llegó a ser mítico en la década de los sesenta y la trama es eficaz pero con un asfalto de leve torpeza en la narración. El valor de esta película reside en ese inspector encargado del caso que se sitúa fuera de los clichés típicos instaurados por Clint Eastwood o Steve McQueen.

4 comentarios:

dexter dijo...

Let the skaaaaaaaifoooool

César Bardés dijo...

Me sorprendes, Dex. Aunque me parto de risa también. Impaciente. Ya sabes que los estrenos son los jueves. Y hasta el jueves, como un niño malo, te vas a quedar sin saber lo que pienso del Bond éste. Tanto 007, tanto 007...al final vais a acabar con el cerebro hecho papilla.
Abrazos con colmillo

Carpet dijo...

Vaya, yo no puedo aun sumarme a la petición de crónicas sobre el nuevo Bond. A ver si tal ver mañana encuentro la posibilidad de darle un paseillo y me pongo al día para debatir el jueves que, a lo que me suena, habrá debate.

Lo que si me gustaría decir, al hilo de este post, es que Tibbs responde a un tipo de detectives que cambía de manera radical con respecto a lo clásico. Tal y como comentas "Bullit" es el nuevo modelo, seco, de pocas palabras y mucha decisión, bastante duro y con problemas sociales-sentimentales debido a su profesión. De la misma época era el Madigan de Widmark en "Brigada homicida", aunque este todavía iba en pareja. Los 70 van evolcuionando haciendo al detective policia cada vez más violento e individualista, Harry Callaghan, McQ, Shaft, Popeye Doyle...Hasta convertirse finalmente en el vengador de la ciudad con Charles Bronson en "Yo soy la justicia" y similares...Aunuqe hay un detective de esta época que es una vuelta al modelo clasico de los años 50, Jake Gittes-Nicholson en "Chinatown" de Polanski

En los 80 sin embargo se pusieron de moda los polis en pareja con las Buddy movies, el enfrentamiento entre dos caracteres contrapuestos en una investigación daba mucho juego e incluso comicidad, comenzando con Nolte y Murphy en "Limite 48 horas" hasta los Glover y Gibson de las "Arma letales".

En los 90 nos encontramos con cosas mucho más variadas, desde la mirada a los clásicos de "L.A. Confidencial" aunque el Bud de Russell Crowe tenga más de Harry el sucio que de Sam Spade. Pero entre los detectives policias de esa época sobresalen un par de ellos que alcanzan el nivel de legendarios: Morgan Freeman en "Seven" y Tommy lee Jones en "El fugitivo", compitiendo duramente con ese Robert Duvall de "un dia de furia", son policias humanos, con mucho recorrido que se preguntan las cosas más allá de lo obvio, buscando si las conductas son consecuentes...

En los 2000, la vuelta de tuerca se gira hacia el lado de la corrupción, los policias tienen dobleces, algunos son más peligrosos que los propios delincuentes, como el Alonzo Harris de "Training day" con Denzel Washington o Matt Damon en "Infiltrados"...

Hay muchos policias-detectives que nos ha dado el cine, pero sus metodos, motivaciones, comportamientos, elecciones e incluso deducciones son muy diferentes dependiendo de la época en la que han visto la luz...o les hemos visto en la luz.

Abrazos con placa


César Bardés dijo...

Perdón por la tardanza pero es que los martes los tengo pelín copados (o copaos, que queda más chulo). Tengo que darte la razón en lo que comentas acerca de la idiosincrasia detectivesca que se impone en el cine a finales de los sesenta y principios de los setenta. Tibbs, en cambio, en comparación con todos los que citas, es el deductivo, tiene muy poco de hombre de acción. Rara vez desenfunda la pistola. Él prefiere demostrar que es más inteligente que los demás antes que es más violento que los demás.
Buenos ejemplos pones, y nada desdeñables. El Madigan de Richard Widmark es uno de ellos, por ejemplo, o el Harry Callaghan de Clint Eastwood y, por supuesto, el Popeye Doyle de Gene Hackman. Habría que sumar a todos ellos el citado en el artículo, Tony Rome, de Frank Sinatra, un detective de corte mucho más clásico, mucho más cínico pero puesto en medio deun ambiente que le resulta anacrónico como es Miami en la época más ye-ye. Tenemos también que nombrar, forzoso es, el cambio que supuso el Lew Harper de Paul Newman, un detective que también se movía por reglas clásicas pero que, sin embargo, descubría su vida privada, fracasada y que revelaba su incapacidad para amar de forma constante a la mujer de su vida. De hecho, Harper tuvo una continuación en "Con el agua al cuello", de Stuart Rosenberg. Al igual que Gittes-Nicholson la tuvo en los noventa con "Two Jakes", una película que pasó como un fracaso fulgurante y que es bastante mejor de lo que parece.
Menos clásico era el investigador que incorpora Richard Dreyfuss en una rareza de aquellos años (en el 75, creo que fue) con el título de "Un investigador muy privado", incorporando a un tipo lleno de manías, que sabía utilizar la pistola si era necesario y que deseaba estar acompañado pero el mismo mundo al que pertenece se encarga de rechazar a todos los que se le acercan.
No olvidemos la incorporación de Al Pacino como policía, al amparo del éxito de William Friedkin, en una película tan equívoca como "A la caza", que causó verdadera sensación en su época y hoy se queda lamentablemente anticuada. Y hubo una intentona doble protagonizada por Burt Reynolds incorporando a un detective privado con reglas más modernas, que dormía encima de una mesa de billar, que no era precisamente elegante, con un calculado desastre en todo su vestuario, siempre arrugado y hasta sucio en "Shamus" y en su secuela "Gator, el confidente". La primera, pasable, la segunda, infumable.
Abrazos con gabardina.