viernes, 21 de diciembre de 2012

EL NOMBRE DE LA ROSA (1986), de Jean-Jacques Annaud

Con este artículo quiero desearos a todos una Feliz Navidad. Como todos estaremos ocupados en otros quehaceres y lo que menos apetece es leer sobre cine, solo se publicarán los artículos de los estrenos de estos días. Así pues andaremos por aquí los jueves días 27 de diciembre y 3 de enero y recuperaremos la marcha habitual el martes 8 de enero. Intentad dibujar una sonrisa, no porque vosotros seáis felices, sino porque parte del fracaso que estamos viviendo es porque no hicimos felices a los demás, porque no nos preocupamos, porque, mientras no nos toque, con nosotros no va. Feliz Navidad, sois fantásticos.

Los ecos del hambre resuenan como gritos de víctimas en medio del frío. Es una época de oscuridad y de mentiras cifradas. “Más amarga que la muerte, es la mujer”, susurra Guillermo de Baskerville al amparo del sueño. Los crímenes se suceden por una justicia dogmática, terrible, incomprensible. La inteligencia parece estar reñida con la razón. La fe manda por encima de cualquier otra consideración. Jesús era pobre. No lo era. Discusiones sin meta mientras el pueblo se muere. Una tinaja llena de sangre. Un libro prohibido que permanece como un tesoro en una de las mayores bibliotecas de la cristiandad. Fray Guillermo tiene razón y siempre tiene que demostrar que la tiene. La Inquisición extiende su sombra de muerte y locura. Cree o tendrás pánico. El miedo no tiene nombre.
Las voces de los cánticos ahondan en el respeto, es la voz de Dios, o quizá, la del Diablo. Un “oculi de vitro in capsula” que se queda dentro de una manzana que no se ha de probar. Las letras abren la mente. Es mejor que el pueblo no abra esa caja de truenos. La ignorancia es dulce. Y útil. El buen maestro se aleja mientras algo muy parecido al amor espera. Porque, tal vez, la compañía sea el mayor de los tesoros en una era de oscurantismo y de destrucción. El ciego no ve. El mudo no habla. Quien habla de más, paga con la muerte. Y muy a menudo, ni siquiera se habla. El tiempo es implacable y elimina todo. El fuego también. Y el fuego tampoco tiene nombre.
Bajo el rostro de Sean Connery se esconde un actor que sabe esconder los mecanismos del raciocinio bajo la capa de santidad. La moderación y la templanza son las mejores armas contra la desilusión, el desamparo y la pérdida de Dios. La razón y la fe. Dos palabras que no son enemigas y que los más radicales se empeñan en enfrentar. No vale la razón para explicar a la fe. No vale la fe para razonar. Son compatibles. Nadie lo sabe. Solo Fray Guillermo la pone en práctica. Porque la santidad no está en Dios, está en los hombres. Pero ya no hay hombres. Solo odios, terrores, incomprensiones, castigos, chantajes. El lisiado que ya no razona y farfulla un dialecto que es todas las lenguas y también ninguna. Es el lento declinar de una humanidad sin rumbo, sin guías espirituales que sepan conjugar las inquietudes del hambre de Dios y del estómago. El hambre ya perdió su nombre.
Grotesca en sus personajes, intrigante en sus desarrollos, latín de infieles, cariños hacia el maestro…Resulta difícil situarse en aquellos terribles días en que el miedo lo era todo y la risa estaba prohibida. Y la razón no está reñida con la risa. Ni mucho menos. Más que nada porque, casi siempre, la risa está llena de razón. El nombre de la rosa provocaba risa y más vale acabar con espíritu de quien tenga ganas de reír. Maestros, alumnos, razones y risas, enigmas y resoluciones…Todos quieren saber cuál es el nombre del amor. Y quizá nunca sepamos nunca cuál es su verdadero nombre.

4 comentarios:

Dexter dijo...

Ayss, qué recuerdos, una matinal de cine en los Buñuel, hace veintipico de años, cuando aún se hacían matinales y aún existían los Buñuel. Es una película que me impactó y que hizo lanzarme de cabeza a leer el libro de Eco (desde entonces no he conseguido terminarme ningún otro libro suyo). Recuerdo que la escena de Berengario flotando en la bañera me tuvo una semana durmiendo con la puerta abierta y la luz encendida (y no era tan chaval).

Vuelvo a ver esta película siempre que puedo. Viene muy al hilo del post anterior y de la relación entre cine y literatura. Siendo dos propuestas muy distintas la de Annaud y la de Eco (incluso el final es distinto) me parecen magníficas ambas. Lo cual viene a echar por tierra definitivamente lo de "me gustó más el libro". El caso es que cuando se habló de adaptar la novela de Eco los que la habían leído pensaban que era inadaptable. Creo que Annaud lo supo hacer muy bien y logró que nadie echase de menos los recesos filósóficos de Eco. Apoyándose en Connery que así cualquiera- aunque hubiese gustado ver cómo se las apañaba Vitorio Gassman como has apuntado en alguna ocasión- y en una puesta en escena magistral.

Abrazos desde el laberinto

César Bardés dijo...

Yo también tengo recuerdos imborrables cuando vi esta película. Salía con una chica, estaba enamoradísimo (como suele estarlo un chico de veinte años), la Navidad acababa de entrar y fuimos al Cine Roxy para ver esta película porque yo quería que ella disfrutara, con la mirada joven y el ánimo dispuesto. A la salida...ella me dejó. Lloré como un descosido pero, en algún lugar dentro de mí, en ese rencor que se guarda me decía "no merecías que te llevara a ver una película tan buena".
El papel de Vittorio Gassman no era el de Connery, Dex, era el de Murray Abraham (que hubiese sido muchísimo más ladino, menos evidente, estoy seguro). El previsto que hiciera el papel de Connery era Michael Caine, que tampoco estaba nada, pero nada mal.
Abrazos lacrimógenos.

Carpet dijo...

Bueno, que buena despedida prenavideña. Yo también os deseo muuuuy felices fiestas y coincido en el comentario de que nuestro propio egocentrismo es el origen del mal común. el exceso del individuo está condenando al colectivo.

En cuanto a "El nombre de la rosa" coincido con dex, es una de esas películas que conoces, que te sabes de pe a pa, que has visto muchas veces, entereas, parcialmente, pero siempre que te la encuentras en un zaping te atrapa de nuevo. Adso y su aprendizaje vital a la sombra del maestro y al calor de la camepesina hambrienta (el gran papel de Slater, nunca mejorado); el ¡¡Penitengiagite!! de Ron Perlman; la sabiduria de Guillermo-Connery :"Que tranquila seria la vida sin amor, Adso, que tranquila y que insulsa"; la discusión dialectica entre Guillermo y el venerable Jorge:
"-La risa es un viento diabólico, que deforma las facciones de la cara y hace que los hombres parezcan monos.
-Los monos no ríen. La risa es propia del hombre.
-Como el pecado."

Algunas de esas frses irónicas cargadas de significado y que nos ahcen sonreir incluso en los momentos más angustioso, como esa que en Guillermo de Baskerville dice : "Por lo que veo el hermano muerto era zurdo" y le contestas : "En efecto, era invertido en muchos aspectos".

Una película excelente, un post maravilloso.

Pasadlo muy bien y disfrutad de todo....Y reid, que la risa quita el miedo y sin miedo, decia el venerable Jorge, no hay lugar para Dios. Haya lugar o no...el caso es que riamos.

Abrazos con sed de conocimiento ( o como decía Eco con la lujuria del intelecto)

César Bardés dijo...

Es que la historia es apasionante. Hace algunos años, visité el Castillo de Loarre, en Huesca, lugar donde en un principio se iba a rodar (totalmente adecuado). La producción alemana estuvo en desacuerdo con esa decisión de Annaud y se mudaron a Italia. Es apasionante el entorno y además es una película que necesitaba el concurso de un actor como Connery (o como Caine), británico, sereno, sabio, tranquilo y con la razón de su parte.
Gran antología de frases, Carpet. No puede haber mejor celebración en una película.
Un comentario maravilloso.
Pasalo tú también. E intenta reír. La risa, en efecto, espanta el miedo y sin miedo no hay lugar para los que intentan quitarnos lo poco que tenemos.
Abrazos sin mácula.