jueves, 17 de enero de 2013

AMOUR (2012), de Michael Haneke

Cuando el cuerpo se rinde y la mente aún tarda en seguir su camino, la vida ya es una continua esclavitud. Es el día que se escapa al otro lado de la ventana. Es el presentimiento de que la comida también es prescindible. Es la soledad de la razón contra la ilógica de los años. Y no es que duela la enfermedad, ni tampoco el tratamiento, ni mucho menos la pena. Lo que duele verdaderamente, lo que se siente hasta en el último de los huesos, es la humillación.
Así, la tortura se prolonga porque todo es un continuo dolor. La simpleza de andar se convierte en la proeza de resistir. La intimidad es ya solo un grato recuerdo que se pierde en las brumas de lo insoportable. Vivir así es una carrera para ver quién es el más lento. La carga se hace terrible. Quizá el amor que se ha sentido a través de las aficiones comunes, del diálogo más intrascendente, de la comprensión nacida como un acto reflejo, sea lo único que todavía ayude a la verdad. Y la verdad es que la muerte se desea como una amante que rehuye el beso.
La desesperación y la preocupación no valen para nada. No son útiles cuando hay que darlo todo aunque incluso esa palabra pueda ser poco. Duele. Duele. Vivir duele. La mente sabe lo que dice. La música comienza a ser un placer diluido en una conciencia que se resiente de saber que otros tiempos fueron reales. Las lágrimas son gotas de cariño que mueren cuando salen del ojo. Todo es inútil. Todo es una historia.
Michael Haneke no duda en plantarnos en medio de una casa en la que se instala el sufrimiento porque dos ancianos viven relajadamente, con sus charlas, sus convenciones, sus pensamientos adivinados y destruye premeditadamente todo eso porque los años son la mayor tragedia. No es la muerte. No es la separación. Son los años. Los que se vivieron. Los que quedaron por vivir. Los que se presentan sin avisar. Los que castigan al cuerpo porque no tienen otro lugar donde llorar. El amor está tan indisolublemente unido a la muerte que, al final, la muerte también es el amor. Y se van juntos a respirar un poco, a dejar que el sol ilumine sus rostros, a descansar en algún rincón perdido de una ciudad presentida. Para ello, consigue dos soberbios trabajos en los rostros agotados y heridos por el tiempo de Jean-Louis Trintignant y de Emmanuelle Riva. Ellos son el centro, son el principio y también son el fin de esta película. Ellos son el todo. Ellos son la nada. Y el espectador, incauto y desprevenido, sufre y sabe que, un día, eso puede sobrevenir y, entonces, tendrán que demostrar amor, paciencia, sabiduría, lucidez, sinceridad, cariño. Coger una mano y contar una historia para calmar el alma. Sonreír cuando no hay ninguna razón para ello. Porque la razón está en fuga y no hay pensamiento que sea capaz de alcanzarla.
La cama está deshecha. Los libros están quietos pero no dejan de hablar. La música que puebla la casa se erige como un fantasma en medio de una vía de escape. El consuelo se refugia en una máscara que no deja entrever los sentimientos. Pero están ahí. Difíciles de atrapar, esquivos de entender. No hay nada nuevo en esta historia pero hay que reconocer que todo es una pura verdad, es el estremecimiento del esfuerzo para que la realidad sea un poco menos áspera. Como la maravilla de unos dedos volando sobre unas teclas de piano. Como la larga vela de una noche que no termina. Como el ruido de un bolígrafo escribiendo sobre un papel virgen. Como la imposible tranquilidad con la que se debe afrontar el vestíbulo del fin. Tiempo, maldito impostor. Corres cuando la vida es la luz y te paras cuando la noche se cierne sobre el imperfecto cuerpo. Muere en tu crueldad. Agoniza en tu eterna contradicción. Habla con tu boca torcida para que nadie te pueda entender y luego vuelve, una última vez, para llevarte lo que es justo. 

9 comentarios:

Dexter dijo...

Sinceramente, no sé por dónde empezar. Siempre me pasa con las películas que me noquean y me dejan en estado de shock, que llegas luego tú con tu post y me rematas. Enhorabuena por unas líneas tan maravillosas para una película admirable.

Probablemente habría que empezar por Michael Haneke. La película es un prodigio de dirección, medida en sus formas y en su contenido ( qué hubieran hecho otros con un tema así entre manos). Con el tiempo el cine de Haneke gana en sutilidad, no hay más que irse a lo que supone esta película con respecto a "La cinta blanca" en ese sentido, y por tanto gana en grandeza. Me gusta su tempo lento y pausado, sus silencios, sus detalles en apariencia insignificantes pero que no lo son. Me gustan los créditos sin música, cuando la música es casi una protagonista más, muy bergmaniano todo. Es una película terrible, por cuanto lo que supone de catarsis y de mostrarte una situación en la que todos podemos vernos reflejados, pero también emotiva y necesaria. Quién nos iba a decir que a estas alturas Haneke se nos revelaria un humanista. Trigntinnat y Riva hacen dos interpretaciones que justifican por si solas toda una carrera, y elevan la palabra "actor" a lo más alto.


Abrazos emocionados

César Bardés dijo...

Gracias por el elogio inmerecido aunque, he de reconocer, que tengo que empezar a creer que con este artículo he acertado porque una lectora del periódico me ha puesto una nota en la página web del mismo diciendo literalmente (en la web solo se publica un artículo de estrenos aunque para ellos escriba unos cuantos semanalmente): "Ay, César, no me interesa la peli pero mira que me emociona que existan personas como tú. Inmensamente agradecida porque engrandeces mi vida y mi espíritu y mi alma..."
En cuanto a la película en sí...tengo que decir que me dejó clavado porque es una película que tiene tanta verdad que asusta. Pasé un mal rato viéndola porque la situación con mis padres es parecida y tenía que tomar distancia para poder escribir con una cierta objetividad. Es verdad que la meta de Haneke es ofrecer una catarsis y un retrato cercano además de concienciar (de forma casi brutal) de un problema que está ahí y que muchos niegan reconocer. Se habla mucho del trabajo de Emmanuelle Riva, que, sin duda, está fantástica, osada y con una seguridad maravillosa como actriz pero ojo a Trintignant, un actor que nunca me ha encantado y que, sin embargo, aquí está simplemente perfecto. Muy centrado, muy contenido, siempre adecuado, siempre amando. Creo que, detrás del amor que se pone de manifiesto en esta película, hay también muchísimo amor por la profesión de actor.
Abrazos conmovidos.

Dexter dijo...

Son dos interpretaciones inconmensurables. No sé si se habla más de Riva porque le toca el papel de la enferma , pero él en su contención está increible. A mí me gusta mucho en "Vivamente el domingo" y muchísimo, muchísimo en "Rojo" de Kieslowski. Por cierto, que además de en "Hirosima, mon amour" Riva también aparece en una de Kristof, en "Tres colores azul".

Sí por gustarme me gusta hasta Huppert que nunca me termina de convencer. La película en efecto resulta tremenda porque te plantea una realidad que todos tenemos cercana, más o menos (yo recordé la agonía larga de mi abuela) y a la que tarde o temprano estamos abocados. Quizá en este sentido sea la película más terrible de Haneke.

Abrazos extremecidos

César Bardés dijo...

Está muy bien en "Vivamente el domingo" (si es que François era capaz de lo mejor) pero, sobre todo, porque hace bastante el papel de tontolhaba. Lo de Kieslowski...es que tengo una duda existencia con él. Sus tres colores están bien pero a mí la que me fascina verdaderamente de él es "La doble vida de Verónica" que me captó muchísimo más y me parece muy, muy apreciable.
En cuanto a la Huppert reconozco que es una tía que puede llegar a irritar, más que nada porque tiene una cara de marisabidilla que no puede con ella y es algo que no tenía cuando era muy jovencita (ahí la tienes en "Coup de torchon" que parece un verdadero encanto) pero los años...qué malos son.
Sí, es una película terrible. Te deja con la piel en carne viva y con las entrañas muy removidas. A mucha gente no le gusta esta película precisamente por eso.
Abrazos entumecidos.

Carpet dijo...

Pues fijate, si a mi me iba a costar distanciarme que no he querido ni acercarme. De hecho leer el post ha sido un sacrificio autoimpuesto, efectiavamente es maravilloso, una nueva muestra de que tus letras están a un nivel distinto de la película que las inspira, de forma que se pueden leer como un todo en si mismo, sin considerar ni conocer el film de origen.

Ya dije hace tiempo que mi simplista sensibilidad me lleva a intentar alejarme de lo que me puede doler, en especial del cine que me ponga en esas tesituras, será que soy especialmente permeable a las emociones que se transmiten desde la pantalla.

Así que, aun sabiendo que es una buena película, aun conociendo las excelencias de Trintignant o Riva e incluso el mismisimo Haneke, me voy a conformar con lo escrito, al menos por ahora, y huir de sentir esa catarsis que seguro que no voy a disfrutar como debiera.

Abrazos muy cobardes.

Enhorabuena por el post, me alegra ver que no sólo es aquí donde te felicitamos por lo que dices y por como lo dices.

Dexteer dijo...

Ayss, a mí también me vuelve loco "La doble vida de Verónica", me parece una película muy estimulante. La he visto varias veces y siempre le saco jugo. De los tres colores, me quedo precisamente con "Rojo", aunque la presencia de Juliete Binoche en "Azul" la convierte también en algo muy especial.

Vale, yo reconozco que la Huppert es como Sean Penn o Daniel Day (que ya llega, que ya llega) o su paisana la Deneuve, actores tan... intensos que pueden llegar a irritar, sí. A mí por ejemplo Isabelle me encantó en "La ceremonia" de Chabrol, pero me parece odiosa por ejemplo en "La hora del lobo" de Haneke precisamente. Y si tengo respeto por ver "La pianista" del mismo autor es justamente por ella.

Abrazos sobrecogidos

César Bardés dijo...

Nuevo elogio, Carpet, que recojo con más vergüenza que otra cosa. Gracias.
Aún así, comprendo perfectamente tus sentimientos con respecto a la película. Es más, te puedo asegurar que los míos eran parecidos y que se me hizo muy cuesta arriba afrontarla y también escribir sobre ello. Quizá por eso el artículo merezca un poquito más la pena que los demás, porque nace desde el dolor. En todo caso, es todo un apoyo lo que decís tanto tu, como Dex, como la señora/señorita que ha puesto esas letras en la web. No tenéis por qué hacerlo y, sin embargo, lo hacéis y eso para mí es una deuda que no podré pagar.
En cuanto a lo que dices, Dex, yo también me quedo con "Rojo" y hay que reconocer que "Blanco", sin ser mala, se me quedó un poco por debajo de mis expectativas.
Sí, si, es posible que la Huppert y la Deneuve sean actrices equivalentes a lo que comentas de Penn y Day Lewis. Tengo que reconocer que la Huppert también me gustó en esa película un tanto enferma que es "Historia de Piera", de Marco Ferreri y me alucinó en colores en "Un asunto de mujeres", de Chabrol. También en "La ceremonia", desde luego. Con "La pianista"...lo siento, no puedo con ella ni con la película.
Abrazos asombrados.

Dexter dijo...

Yo es que tiendo a tener un sentido trágico de la vida, jeje, creo. "La pianista" no la he visto. Hubo una época en la que me dio por Hanneke, pero después de "Funny games" - inclasificable, sin ser mala, es la obra de un sádico directamente- decidí darme un tiempo. Afortunadamente con "La cinta blanca" y esta me reconcilio plenamente con este señor.

Me congratulo y a a la vez me sorprendo de su nominación al Oscar como mejor director. No ganará, claro, pero estar ahí ya es una victoria, para él y para los propios Oscars, que ya tienen una marca de "calité

Abrazos exquisitos

César Bardés dijo...

Ya dijimos, con ocasión del artículo referido a "La cinta blanca", que Haneke tiene una cierta tendencia a ser "innecesariamente cruel". No era el caso de aquélla puesto que la crueldad estaba justificada por lo que contaba y, sin duda, hay mucho de crueldad moral en ésta. El problema está en que la crueldad no vale para cualquier historia.
No, Haneke no creo que gane, aunque sí se llevará la mejor película extranjera.
Abrazos alpinos.