viernes, 18 de enero de 2013

JACK REACHER (2012), de Christopher McQuarrie

Aunque no tenga nada que ver, quisiera dedicar este artículo al actor Fernando Guillén. No le conocí personalmente pero tuve el inmenso placer de verle en esa inquietante obra de J.B. Priestley que hace unos años él representó en el Teatro Reina Victoria de Madrid titulada "Llama un inspector". Fernando, que allá donde estés haya alguien que te haga disfrutar tanto como tu lo hiciste conmigo aquella tarde.

Nada hay más temible que un hombre sumergido en las sombras. Para él, no hay pasado, no hay futuro y apenas hay presente pero, eso sí, de todos aprende. Su escondite es su salvación y no está dispuesto a que nadie penetre en él para descubrir sus sentimientos, su forma de vivir y su alejamiento voluntario. Él sale de la oscuridad cuando quiere, cuando alguna bestia ruge, cuando el ruido de los disparos llama su atención.
Sin equipaje, sin armas y sin más planes que la hora siguiente, el tipo es un rescoldo que aún llamea por la libertad. Toda su vida fue un ideal y, sin embargo, a pesar de sus esfuerzos y de su entrega, la gente no es más libre. Así que decidió serlo él. Y para ello más vale saltarse la ley cuando es conveniente y que la justicia hable por sí sola.
Las calles parecen insignias al valor que se ofrecen. Los coches chillan con sus motores en busca de una persecución al uso. El fulano sabe lo que piensan los francotiradores en el momento de posar su ojo sobre la mirilla. Sabe soltar el aire para que los nervios se templen y la bala salga trazando la línea más recta. Sabe que disparar no es fácil y para él, lo difícil, es su profesión.
Más película negra que espectáculo de acción, el guionista de Sospechosos habituales se pone detrás de las cámaras para rodar una conseguida historia de personaje y pesquisa. Con ocasionales visitas a Harry el sucio, de Don Siegel, y a Bullitt, de Peter Yates, el resultado resulta agradable, entretenido, con alguna que otra escena que podría haberse quedado en el suelo de la sala de montaje pero que destaca por una dirección sobria, muy cuidada, precisa, con una música realmente sorprendente debida a Joe Kraemer y unas interpretaciones más que notables por parte de Tom Cruise, de Richard Jenkins, del director Werner Herzog (al que resulta sorprendente verle en una película comercial siendo, como él es, un furibundo independiente) y, sobre todo y ante todo, del gran Robert Duvall. Entre unas cosas y otras, el diálogo es agudo, queriendo revivir las tramas del cine negro con héroe clásico dentro, con réplicas brillantes y secuencias bien tensadas con un punto de partida atrayente y listo. Más que nada porque siempre hay algo de miedo que parece adherido al asfalto que recibe las pisadas de incautos y desprevenidos ciudadanos que no saben que están siendo observados a través de una mira telescópica.
Para combatir esa posibilidad, solo se puede llamar a un tipo que tiene la mente entrenada para quedarse con cualquier dato, que sabe conquistar sin conceder, que sufre pero no transmite, que mira pero que lee lo que está pasando por las mentes ajenas. La perseverancia es una de sus constantes, la inteligencia es otra. Y un tipo perseverante, inteligente y nómada resulta más peligroso que un cargador de balas pulidas en la recámara. Es ése don nadie que discurre con una claridad de ideas impresionante porque sabe enfocar la cuestión desde el lado menos iluminado. Precisamente porque ese lado es el suyo. Un solo disparo. Un solo agujero. La sangre no corre. Corre la jugada menos esperada. Corre el coche. Corre la verdad, siempre fugitiva.
Aquí no valen placas de identificación porque todo encaja con cierta lógica negra. Hay mentiras, traiciones, arrepentimientos, asombros y peleas. No hay tanta acción como se puede esperar siempre que no creamos que un tiro entre las cejas sea tan trepidante como una persecución por las calles. La verdadera acción está en el cerebro. Ése sí que es rápido, manipulador, vengativo, justo y secretamente violento. Basta con activarlo con un par de recuerdos, un camino tortuoso, una suplantación, unos cuantos intercambios de puñetazos y un duelo de tiradores de élite. El resto es tan leve que enseguida se va con el olvido a tomarse una cerveza en algún bar con las paredes forradas de madera. Lo que queda son unas cuantas frases ingeniosas, un actor tan grande que sabe disparar con los ojos cerrados, un personaje lleno de atractivo y un misterio con gancho. El anzuelo lo pone un tipo llamado Jack Reacher. 

2 comentarios:

Dexter dijo...

No he visto la película que en un principio tampoco me parecía muy atrayente. Pero vas leyendo cosas, entre otras tu artículo, y piensas que lo mismo merece la pena y todo. Otra cosa es que finalmente caiga, que la cartelera está ahora calentina con Lincons, Djangos y demás.

He leído por ahí que Jack Reacher es Ethan Hunt con menos glamour. Y que la cosa tiene pinta de franquicia. Estaría curioso que ahora que Cruise ha anunciado su intención de abandonar la saga de Misión imposible le cayera este caramelito. Nunca creí que Tom diera como héroe de acción pero mírale. A mí la última de Mision Imposible me pareció superentretenida, y el final bastante bueno.

Abrazos con palomitas

César Bardés dijo...

Está bien, es una película que nadie puede negar que es entretenida, entre otras cosas, como ya he dicho, porque tiene muchos más elementos de cine negro que de cine de acción y el personaje es muy atrayente.
Yo no creo que sea Ethan Hunt con menos glamour. Es más deductivo, más introvertido, más introspectivo. Puede ser que haya franquicia (el personaje está relatado en 17 novelas cortas y ésta es solo una de ellas). Más que nada porque es un personaje que puede aceptar tranquilamente el envejecimiento inevitable que se le plantea a Cruise a la vuelta de la esquina.
Desde luego, la última de "Misión imposible" me pareció muy, muy entretenida, al mismo nivel que la primera, la de Brian de Palma. De la de John Woo mejor ni hablamos...
Abrazos con olor a desinfectante.