viernes, 8 de febrero de 2013

EL CUARTETO (2012), de Dustin Hoffman

Vidas que se apagan como los aplausos que disminuyen tras la ovación y que quieren volver a sentir la droga del reconocimiento del público a pesar de la vejez, del olvido y de la vanidad gastada. Chistes verdes para darle un poco de sal a unos años que no tienen futuro con la compañía del amigo como único cobijo. Intentos desesperados para agarrar al pensamiento y no soltarlo, como un aria sostenida en re mayor. Es la última nota, la coda final, el vibrato de una emoción que huye, despavorida ante la aparición de los huesos doblados, de las miradas de vuelta y las arrugas delatoras.
El talento se fue en busca de otros porque, cuando la casa se cae, más vale buscarse una nueva. El miedo a no repetir el éxito se presenta (y es por ello que se nombra repetidamente El barbero de Sevilla, de Rossini, compositor que se retiró de la música porque creyó que nunca podría repetir, y mucho menos superar, el reconocimiento que obtuvo con esa obra) y la desazón de la edad es un acento más en el mal carácter. Pero sin embargo, a pesar de los engreimientos, de las manías y de la resistencia a la ancianidad, aún persiste la luz en todos ellos porque fueron la claridad del espíritu sobre muchos que tuvieron el privilegio de escucharles, fueron las corcheas indicadas para ordenar millones de morales derrotadas que, en sus vibrantes acordes, tuvieron una razón más para seguir. Y eso es amor. Amor por la vida. Amor por el arte. Vivir por el arte. Hacer que el arte sea amor.
No se puede más que arrellanarse bien en la butaca y entornar levemente los ojos para disfrutar de la interpretación de muchos veteranos que llenan con la música la humedad de nuestras miradas con esta película. El tiempo se pasa volando y aunque hay algunos hilos que se mecen al viento, no importa si se mantiene la sabia experiencia y la certeza de que las bellezas de los años jóvenes siguen existiendo en el interior de los que están llegando a la recta final. Es divertido ver a Billy Connolly diciendo procacidades a diestro y siniestro y no tomándose nada demasiado en serio salvo la amistad. Es delicioso admirar a Pauline Collins con su ingenuidad latente y sus idas de olla que inspiran más ternura que compasión. Y sobre todo y ante todo, resulta la nota justa asistir al trabajo de Tom Courtenay con sus miradas sostenidas, sus expresiones armónicas, sus tranquilidades medidas que acompañan a la perfección el arte, la sabiduría y la maravilla de comprobar que Maggie Smith sigue siendo esa actriz que es capaz de pasar del drama a la comedia con la facilidad de quien canta con el tono más certero en el lirismo de la ópera más hermosa. Detrás de las cámaras, el primer trabajo como director de Dustin Hoffman que, sin hacer alardes, se centra en el trabajo interpretativo, dando suelo a sus actores para que ellos construyan la melodía, entrelazando complicidades para que se pueda sentir que el cuarteto fue y sigue siendo la pura fascinación de cuatro intérpretes que aún arrancan una última ovación. Y aún otra más. Y luego otra...
Y es que la edad es el peor enemigo, por muchos arpegios convertidos en gruñidos, por muchas notas desafinadas no solo en la partitura, sino también en la vida. El aplauso, el entusiasmo de la gente, no se puede pagar con nada porque solo así es como se puede vencer al tiempo. Y no importa cuánto transcurra porque siempre quedará ese momento sublime en que, sin saber muy bien cómo, se llegó a disfrazar la realidad como una obra de arte. E, incluso, se pasó por encima de la obra de arte sin saber muy bien que aquello era la realidad. Tanto es así que el amor, incómodo invitado, vuelve para ser un futuro breve pero fulgurante. Para dejar bien claro que todo lo que se hace por amor, no importa quién sea el destinatario, siempre llega a ser inmortal. 

2 comentarios:

Dexter dijo...

Este artículo tuyo me recuerda mucho al que publicaste hace unas fechas con motivo de "El exótico hotel Marigold". Sospecho que la película también tendrá sus puntos de conexión con ella. Solo por la sabiduría y el talento que hay allí junto (echo de menos a Mrs Dench, claro), solo por el cariño que me merece Dustin, prometo que tarde o temprano la veré.

Abrazos desde Benidorm

César Bardés dijo...

Sí tiene puntos de contacto, sí. Solo que aquí los actores, salvo Maggie Smith, son diferentes y aquí hay un trasfondo musical muy poderoso y muy bonito. La película tiene fallos, pero son muy ligeros. Se deja ver con mucho agrado, más que nada porque los actores son maravillosos. Me ha encantado volver a disfrutar de Tom Courtenay al que hacía mucho tiempo que tenía perdida la pista y he de reconocer que está fantástico.
Mientras que allí, en la película de Madden, todo giraba en una última oportunidad de vivir, aquí todo giraba en una última oportunidad de recibir el aplauso, el reconocimiento, lo que verdaderamente ha sido la vida de cuatro artistas geniales. Ese aplauso es lo que más desea cualquier intérprete (sea de música, de teatro, de cine o lo que quieras) y es la persecución de ese último y rendido homenaje que se merece, por encima de vanidades, cualquiera que haya engrandecido nuestro espíritu.
¿Cómo te ha salido el viaje del IMSERSO? ¿No ha habido recortes?
Abrazos desde el escenario.