martes, 5 de febrero de 2013

PSICOSIS (1960), de Alfred Hitchcock

La voz que rasga la moral es la obertura del metal que se clava. Hondo, profundo, brutal. Los pájaros disecados miran desde las alturas del techo, como no queriéndose creer el horror que ocurre, con la estridencia y la mentira, en la blancura de los azulejos. El agua hace los coros, incesantes y ligeramente atónitos. Tanto es así que aún corre durante un rato mezclándose con el rojo de una vida que se va por el desagüe, que enlaza con un ojo sin vida, que se ve a través de una cámara que gira, que se oye en el silencio. La belleza de lo siniestro. Sublime. Infame. Muerte en estado líquido.
Un dinero que no importa; un solitario que cuida de un hotel donde se da cita, en un encontronazo de crueldad, lo horizontal y lo vertical; un pusilánime que se deja llevar por los empujes femeninos; un detective curioso que sabe hilar la incoherencia y la verdad; una mujer que parece desear la felicidad a una hermana que nunca la ha tenido; un sheriff calmado que junta las piezas para que el misterio tenga un horror; un psiquiatra que arranca la confesión a una anciana; una anciana que quiso tener bajo control todo el pequeño mundo que la rodeaba; un director que, con su oronda figura y su seriedad estática, nos mostraba el lado oscuro del crimen y la enorme turbiedad que puede inundar el alma humana. Un músico que se empeñaba en herir la carne con unas notas suspendidas en el aire. Por el camino, un vendedor de coches extrañado por las prisas de una compradora y un policía que se esconde tras unas gafas ahumadas, como no queriendo dar pistas sobre su sospecha y su más que probable curiosidad. Y luego está ella. Ella, la chica. Esa con la que el público se queda enseguida y luego, sin saber muy cómo ni por qué, la pierde. Una chica que busca una pequeña porción de felicidad y de realización personal y decide tomar un atajo sin saber que, con esa decisión, se encontrará con un abismo en medio del camino. Un abismo de oscuridad, de opresión, de maldad enjaulada, de ideas que revolotean y que se pierden en lo más tenebroso de las ciénagas. El cuchillo cae. La cortina se rasga. Los pájaros miran, con su vientre de paja y su actitud acechadora. Solo es una película pero el hombre que estaba mirando desde un rincón con su cámara supo secuestrar los ojos de todo aquel que quisiera observar.
Al final, dieciocho fotogramas superpuestos para unir la vida con la muerte, la razón con la locura, la dominación con la sumisión. Menos de un segundo de película para desollar la piel con un escalofrío que se hace muy real. La voz sobre la mirada. El hombre que narra. El público que está desnudo, en una ducha, y que acaba de recibir una última puñalada porque sabe que ese trastorno es posible, que un día envuelto en noche y lluvia puede llegar para convertirse en una muerte empaquetada de rojo y agua. Ya no hay más días, ni más inquietudes, ni más modestas ambiciones. Tan solo la sonrisa, irónica e infernal, de un coche saliendo del barro de la inconsciencia.

5 comentarios:

Carpet dijo...

Aysss...que ya me espero cual a a ser el post de mañana...no sé si me dará tiempo estar tarde-noche a ver ese Hitch que a priori me produce sentimientos encontrados y que me atrae más como amante del cine que como espectador.

En cuanto a tu post, fantástico como no podía ser menos, es complicado ser sutil con algo tan conocido, ser delicado copn las palabras al describir una película que tiende a lo brutal, no por bestial a lo moderno, sino por la forma seca que corta por lo sano con todo lo habitual en el género.

Hay tantas maravillas en esta película, el plano cénital desde lo alto de la escalera que cubre la llegada y el ataque al detective, la caida de este por la escalera, los momentos de la Leigth con el policia, la charla de Janet con Norman y lo que provoca en él, el erotismo de las secuencias pre-ducha...

Uan maravilla, en suma.

Abrazos sin cortina

Dexter dijo...

Bueno, ya veo que nos vas preparando. Lo tuyo es oportunismo sin duda, casi como los programadores de Antena 3.

Yo soy tan miedica que tardé tiempo en ver "Psicosis". Ya no cumplía los 20 la primera vez que me senté ante ella. No me impresionó demasiado. La recuperé poco más tarde en el programa de Garci. Recuerdo que el debate estuvo algo tenso, porque había quien decía que la cosa tampoco era para tanto y que era poco menos que como otro episodio televisivo de "Hitchcock presenta". Claro que esta semana tengo algunas claves más para juzgar eso que se dijo. Y también tengo alguna duda que... Bueno, pero como diría José Mota hablaré de ellas, hoy no, mañaaaana.

Abrazos (como macguffin)

César Bardés dijo...

No dudes, Carpet, que la película atrae más a los amantes del cine que a los simples espectadores. Lo dejo ahí.
Estoy de acuerdo, por otra parte, en que es muy difícil escribir sobre algo tan conocido. Estos son los artículos que más respeto me producen porque, en el fondo, no vas a descubrir nada nuevo y tienes que dejar mucho de tu mirada para que sea algo, por lo menos, diferente. Veo, por tus palabras, que ha llegado a su objetivo. Lo agradezco y hay que reconocer que a veces, también, no estoy tan acertado.
En cuanto a los planos que me gustan...bufff, muchos. Pero voy a ser redundante. Me sigue fascinando ese fundido que hace con el desagüe por el que se va la sangre con el ojo de Janet y, a la vez, la cámara va girando. Puro Hitchcock en su obsesión circular (muy evidente en "Vértigo", por ejemplo) y una maravilla de escalofrío.
Dex, más que oportunismo es un poco de idea. No he visto a ningún crítico de primera línea unir ambas películas aunque la ocasión la pintaban calva. Tal vez porque, como ya he dicho antes, causa mucho respeto escribir sobre algo tan conocido y que, en el fondo, fue tan extraordinariamente innovador que no ha podido ser igualado.
Mi padre me prohibió ver "Psicosis" hasta que no tenía ya pelos en los huevos. Y la primera vez que la vi fue en "Mis terrores favoritos", recuerdo que en una de las primeras emisiones de Chicho. Y me pasó algo parecido. La vi y me dije: "Pues no es para tanto". Tal vez porque no esperaba ese corte brusco y radical que Hitch propina a la historia y me quedé, aún neófito en esto del cine, sin personaje con el que identificarme. Luego la he visto innumerables veces y qué quieres que te diga, será con un equipo reducido propio de la televisión y todo lo que tu quieras pero a mí me ha parecido, en cada ocasión, que esta película es la leche.
Abrazos con orquesta de cuerda.

Anónimo dijo...

Cuanto más la veo más me gusta...y el plano inicial que entra por la ventana a la intimidad de la habitación del hotel ella en sujetador! En la cama con un hombre sin casarse, al mediodía uffff

César Bardés dijo...

Todos los planos de la película están pensados al milímetro y me atrevería a decir para causar la mayor incomodidad posible al espectador. Fíjate por ejemplo en ese policía que la sigue. No hace nada, pero resulta tremendamente amenazador. Y, por último, como curiosidad. Plano final de Anthony Perkins...Hitchcock introduce dieciocho fotogramas (algo menos de un segundo) de una calavera sobreimpresionada sobre el rostro de Norman Bates...Siempre, siempre, siempre me han entrado escalofríos cada vez que la veo.