viernes, 8 de marzo de 2013

CAUTIVOS DEL MAL (1952), de Vincente Minnelli

Sí, sí, sí. Todos odiamos el mal. Es feo. Es traicionero. Es despreciable. Es engañoso. Es aprovechado. Pero ninguno podemos dejar de mirarlo. Tiene ese magnetismo especial que, un día, también cegó los sentimientos. Y son sentimientos tan ajados como la amistad, el amor, el éxito, el arte y la visión, solo la visión, de la verdad. El oropel, para ser sinceros, era mucho más divertido con el mal al lado. Y es que el mal asume riesgos, eso hay que entenderlo. El mal era capaz de coger a un ayudante de dirección y convertirlo en un creador con criterio. El mal también agarraba a una alcohólica en pleno trance de autodestrucción y transformarla en una fulgurante estrella de cine. El mal, con sus trampas y sus callejones sin salida, era el acicate perfecto para hacer de un aburrido escritor, un guionista legendario. Y luego se le vuelve la espalda. Sin más. Porque ha hecho daño. Y no es eso.
Lo que pasa es que el mismo mal torpedeó todo lo que había construido para hacer que nada fuera demasiado dependiente. El genio era lo primero. Él había forjado los mimbres para un director, para una actriz y para un guionista pero sabía que, si se quedaban junto a él, solo quedaba el camino del fracaso, de la corrupción moral, del conocimiento de los bajos fondos del negocio del cine. El mal es así. El mal tiene la culpa de las soledades pero no de los éxitos. Maldito mal.
El cine, al fin y al cabo, es una novia caprichosa que, un día, necesita una cosa y, al día siguiente, la desprecia con vehemencia. Es una montaña rusa que está construida con profesionales, con grúas, con cámaras, con luces, con letras impresas, con dinero. Y el dinero es siempre volátil, huidizo. Aunque esté ahí, al final, esperando para ser agarrado, aguardando el turno para volver a encontrar el túnel en el bolsillo e iniciar su evasión. El reconocimiento ya es otra cosa. Ése rara vez se presenta. Y cuando lo hace, llega, da un golpe en la mesa y en la conciencia y se va. El mal lo sabe. Lo sabe porque ha vivido mucho. Lo sabe porque el padre del mal se encargó de hacer que se aprendieran bien las lecciones. Malvado mal.
Vincente Minnelli fue muy grande con esta película. Y, para conseguirlo, utilizó a un actor que también consiguió ponerse a su altura como Kirk Douglas. Perfecto como esa figura siniestra que encandila, conquista, desprecia y mata. Encarnación del mal en un negocio de miles de caras que necesita imaginaciones y retorcimientos para seguir adelante. A su lado, Lana Turner, Barry Sullivan, Dick Powell, Walter Pidgeon, Gloria Grahame, Gilbert Roland, Ivan Triesault, Leo G. Carroll…Hollywood al completo diciendo bien a las claras que el cine es atractivo, es influyente, es maravilloso y único pero que también es negocio, es truco, es mentira, es todo para luego ser nada. Por eso, porque todo, incluso lo malo, es irresistible, todos somos cautivos del cine.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es curioso, pero mientras estaba leyendo estas líneas en la radio estaba sonando de fondo "My baby just cares for me" de Nina Simone, ya sabes, esa del chico que no se deja seducir ni por la sonrisa de Lana Turner. Qué maravilla de tema.

Y qué maravilla de artículo. En efecto, todos somos esclavos del cine, y lo que nos gusta. Y yo digo que en estos momentos en el que el mundo se nos presenta como una gran mentira, es maravilloso refugiarse en el cine que no deja de ser otra mentira, eso sí, consentida.

A mí esta es la peli que más me gusta de Minelli- Vincent- y arremete de lleno contra el tópico de que es un director amanerado. Es ante todo una película, sobre el mal, la codicia, el arribismo. Un poco lo que "Eva al desnudo" al teatro o "El gran carnaval" al periodismo. El teatro, el cine o el periodismo como actividades como podían ser otras cualquiera. Nombro "El gran carnaval" por la coincidencia de Kirk Dogulas. Sí, sí, porque Kirk siempre será "Espartaco" pero hay que ver como se las apañaba el tío, toda una estrella de Hollywood, para elegir papeles de malo, y no papeles de villano al uso que a fin de cuentas son un caramelo para que se luzca un actor. De malo como encarnación del mal mismo. Es uno de los grandes, grandes. Es injusto que el hijo y la nuera tengan un Oscar cada uno (Michael dos si contamos el del cuco) y él nada.

Abrazos maléficos

César Bardés dijo...

Es que Kirk sabia elegir muy bien los papales que cuadraban con ese estilo agresivo, casi insultante que tenía. Tremendamente efectivo en sus expresiones. Lo que tú dices. Papeles de malo pero no de villano aunque alguna vez sí lo hiciera. Era el actor ideal para el carácter equívoco, el tipo encantador con un velo de turbiedad que llegaba a dar miedo. Una de las muchas injusticias de los Oscars es que este grandísimo actor no tuviera nunca uno.
En cuanto a Minnelli, es que era un tipo capaz de ser muy blandito en ocasiones y, sin embargo, en otras ser un tipo que ajustaba sus películas a una dureza impresionante. Sin duda, ésta es una de las mejores de Minnelli. No nos olvidemos, aunque mucho más melodramática, de "Dos semanas en otra ciudad". Eso sí. Creo que es una de las miradas más lúcidas que ha hecho el cine hacia sí mismo y eso tiene un valor incalculable.
Sigamos refugiándonos en el cine. Se está calentito y podemos olvidarlo todo durante un par de horas. ¿Alguien da más?
Abrazos malvados.

Carpet dijo...

A mi también me parece un gran post, a la altura de una película inmensa. es curioso que figura en el pelotón de las muy buenas películas pero nadie la califique de verdaderamente grande, que a mi em lo parece, tal vez sea por Minelli y la percepción que se tenía de él.

Y Kirk efectivamente cuadraba a las mil maravillas con ese papel, ¿hizo alguno de bueno-bueno sin dobleces? No lo recuerdo, o es mi altzheimer (no quiero tirar de google) o no me resultó memorable, por que Espartaco también tenía sus cosas...
Otro papel de esa calaña fue el Paris Pitman de "El día de los tramposos".
"dos semanas en otra ciudad" me parece una muy buena película, maravillosa, pero un peldañito por debajo de esta.

Abrazos perversos

César Bardés dijo...

Es cierta tu apreciaciòn sobre la comparación entre "Dos semanas en otra ciudaf". Creo que "Cautivos del mal" es una obra maestra y "Dos semanas en otra ciudad" es una muy buena película. Tal vez, entre otras cosas porque "Cautivos del mal" tiene un reparto espectacular y tiene menos melodrama dentro. En cualquier caso, Douglas es perfecto para expresar el lado oscuro de la personalidad de los papeles que interpreta y lo hace con una seguridad y un descaro que se hace fascinante.
Por decir algo diferente, habría que destacar una película de Minelli muy poco conocida y llena de grandes actores, muy dura, titulada "La tela de araña" que va sobre la que se monta en un psiquiátrico porque al director se le ocurre cambiar las cortinas del hospital.
Abrazos recomendatorios