martes, 23 de abril de 2013

LA TRAMPA DE LA MUERTE (1982), de Sidney Lumet

Tener un fracaso cuando se es adicto al éxito es la misma muerte. Por eso hay que elaborar trampas. Para conseguir que el éxito se quede, aunque solo sea una vez más. El dinero es un problema y, quizá, quien se tiene más cerca es quien tiene la pasta. Un romance, un convencimiento y los mecanismos del crimen se ponen en marcha porque, al fin y al cabo, el corazón es débil. Débil para pararse. Débil para resistirse a la vida cómoda y sin preocupaciones. Solo que el problema no es ése. El problema está en que quien ha huido de verdad no es el éxito. Es la inspiración.
El crimen es un compañero habitual del éxito. Pero por mucho que se planee el siguiente paso, algo puede salir mal. Y suele salir mal porque hay un invitado que no se suele tener previsto. Se llama ambición. Y entonces lo que era una trampa para evitar problemas, se convierte en un deseo incontrolable de hacerse ficción. Realidad en ficción. Está ahí y parece un chiste. Una vidente, mitad farsante, mitad verdad, es la encargada de sentir que algo terrible está ocurriendo. Mucho humor en un asunto serio. Y es que da igual enamorarse de un hombre o de una mujer. Da igual que alguien demasiado cercano esté empeñado en tentar a la misma fama. Es fácil entrar en el juego de equívocos. Yo no soy pero soy. Tú eres pero no mucho. Ella es pero de ninguna manera va a ser. Ella fue y ya no va a volver a ser. El dinero aprieta. El amor aprieta. La ambición aprieta. La videncia extrasensorial aprieta. Y las esposas no están bien prietas.
Juego teatral de enorme efectividad porque combina la humillación inherente a la persecución desaforada del deseo más inútil con el humor más descolocado del invitado que no se espera, La trampa de la muerte llega a ser una charada de inteligencias nubladas por la razón. El plagio, señores, es el camino más corto para llegar al éxito. Solo hay que tener la certeza de que aquello va a funcionar. Plagiarse a sí mismo es rizar el rizo pero hay que ser un buen peluquero para que no se note que ese mechón ya ha sido tocado. Michael Caine urde la trampa. La muerte tiene que llegar, inevitablemente, implacablemente, como una infantil consecuencia de la mente.
En torno a él, Sidney Lumet supo crear el ambiente lúdico con fondo negro. Los personajes son trágicos porque todos ellos están hambrientos de éxito. Y están inevitablemente condenados al fracaso. El escenario es acogedor porque la levedad no está reñida con el drama. Todo es una recreación. Todo es un enorme rompecabezas de desprecios que no tienen desperdicio. Ira Levin lo supo escribir en una obra de teatro. Y los pobres espectadores que tenemos que ser testigos de la estupidez del propio crimen somos los principales acusadores que deseamos que, por una vez, el éxito se convierta en un fracaso indeleble. Es lo que tienen los grandes estrenos. Con un aplauso o con un abucheo, asesinamos la obra. Así de sencillo. En una cámara de torturas. En un salón de té. En el teclear nervioso de unas letras que se resisten a ser recreadas. Como éstas.

8 comentarios:

Carpet dijo...

Juer, no recuerdo nada de esta pelícual y me extraña. No sé si paso por la cartelera fue fugaz o aun más rápido, ni nunca la vi en un videoclub (en los 80 eran la segunda casa de algunos), ni en un pase televisivo...

Pero Michael Caine, Lumet, Reeve,...Ira levin, eran argumentos más que suficientes. Por lo que comentas suena a un juego tipo "La huella" he leído que incluso "Las diabólicas" pero en un tono más ligero, más comedia.

En ese caso con Michael Caine en comedia es un acierto seguro (recordemos "Escandalo en el plató" por ejemplo).

Ayer precisamente escuchaba en la radio una entrevista al autor de un libro "Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateurs", contaba que Michael Caine cuyp verdadero nombre era Maurice Joseph Michaelwhite, hubo de ponerse un nombre artístico aconsejado por su representante, estaba en una cabiona de teléfonos y al mirar hacía la derecha vio un cine en el que ponían "el motín del Caine", así que escogio ese apellido. Contaba que el actor decía que si hubira girado hacia la izquierda su nombre artistico hubiera sido Michael 101 dalmatas.

Supongo que era una anecdota conocida pero simpática y que da idea del humor del inglés.

Abrazos tramposos

César Bardés dijo...

Disculpa la tardanza en contestar pero una avería doméstica y mi media ración semanal de piscina me impidieron hacerlo ayer. Su paso por la cartelera, efectivamente, fue fugaz, pero pude pillarla porque yo ya sabía entonces quién era Ira Levin (debido a "Los niños del Brasil" que ya había leído pero no visto) y fui hasta el cine Roxy en la calle Fuencarral (afectado ahora por el cierre de Alta Films y la empresa de los Renoir) para verla. Es lo que, algo pedantemente, se llama un "juguete teatral" muy vistoso, con grandes dosis de humor y, desde luego, muy inspirado en "La huella".
Por otro lado, sí, no cabe duda de que Michael Caine es una garantía aunque te hayas equivocado con "Escándalo en el plató", no protagonizada por él, sino por Kevin Kline. Supongo que tu error está basado en "¡Qué ruina de función!", de Peter Bogdanovich, más conocida por su original "Noises off".
Buena la anécdota que cuentas sobre Caine. Aunque ya la conocía, siempre merece ser recordada. Este tipo, sin duda, tiene un gran sentido del humor. Vamos a echarle mucho de menos cuando se vaya. Ya tiene ochenta años a sus espaldas.
Abrazos misteriosos.

Carpet dijo...

Es cierto que era "Que ruina de funcion" que estoy ya casi gagá.

la anecdota tiene una segunda parte. El autor del libro es un crítico mejicano que firma con el pseudonimo de Miguel Cane (pronunciado cane, no kein). Cuenta que una vez en una premier del "Batman" de Nolan, todos los periodistas que´rían entrevistar a Bale y a Katie Holmes, a esta última no precisamente por motivos profesionales, sin embargo él vio sentado en una sala del hotel completamente solo a Michael Caine. Le solicitó a la jefa de prensa entrevistar al inglés y Caine accedió. La jefa de prensa, al presntar al mejicano, americanizo el nombre y le presentó como Maikol kein ( muy bien pronuciado. El ingles sorprendido le dijo : "¡qué casualidad, nos llamamos igual!". El escritor mejicano muy azorado le dijo que en realidad ese no era su verdadero nombre, a lo que el inglés con una sonrisa de las suyas respondió : "¡qué casualidad, el mio tampoco!".

80 muy bien llevados, sigue llenando pantalla cada vez que aparece.

Abrazos ingeniosos

César Bardés dijo...

Si es que el tío, además de ingenioso, es extremadamente elegante porque su sentido del humor es así, mucho más que el típico británico.
Claro que sigue llenando pantalla y lo hace con una sabiduría extraordinaria. Recomiendo encarecidamente el libro "Mi vida y yo", que es su propia autobiografía, plagada de anécdotas personales, y editada por Ediciones B así como "Actuando para el cine", de Ediciones Plot, dos maravillas.
Abrazos rendidos.

Anónimo dijo...

Yo me sé otra con Michael Caine. Ocurrió hace un porrón de años en el mítico "Polvo de estrellas" del amigo Pumares. Resulta que un viernes noche llamó al programa una señora que dijo haber estado muchos años trabajando como sirvienta en el hogar del actor. Y a Pumares, que ya se sabe cómo era con las llamadas de arisco, se volvió todo entusiasmo y derrochó simpatía y delicadeza con la buena mujer. Se tiró cerca de una hora hablando con ella y contando anécdotas y curiosidades sobre su antiguo patrón. Y no recuerdo exactamente el contenido de la conversación, pero sí el fondo y ahí quedó demostrado que el amigo Michael amen de un gran actor era un cachondo.

Abrazos reverenciados

César Bardés dijo...

Pues tal y como lo cuentas, seguro que la mujer tenía una gran opinión sobre él. Si es que, por experiencia os lo digo, es lo que tienen los que son verdaderamente grandes: siempre son los más sencillos.
Abrazos agradecidos.

Carpet dijo...

Cuando el lobo menciona a los verdaeramente grandes, la experiencia a la que se remite es a la que tiene contigo y conmigo, Dex.

Y me refiero sólo a la cinéfila, amigo, que quizá convenga aclararlo.

Abrazos sencillos

César Bardés dijo...

Qué bien que me hayas pillado, Carpet. No sé qué haría sin un traductor como tú.
Abrazos aliviados.