jueves, 11 de abril de 2013

TESIS SOBRE UN HOMICIDIO (2013), de Hernán Goldfrid

Todo aprendizaje lleva consigo el desafío inherente de una partida de ajedrez entre maestro y alumno. De un lado, las negras, manejadas por el docente, dispuestas a jugar con movimientos empujados por la experiencia, por la sabiduría que dan los años, por los errores y también por la propia vida. Del otro, las blancas, esperando ser movidas por el pupilo con armas letales como la osadía, como la astucia azuzada por el ímpetu, como el descaro que da la presencia constante de una arrogancia que no hará más que disiparse con los años. El vencedor de esa partida siempre será una incógnita.
Lo que también es cierto es que en esa mismo reto hay un componente de locura, de ver hasta qué punto el profesor puede estar obsesionado con resolver los enigmas planteados sobre el tablero y, por ende, hasta dónde puede llevar la insolencia el discípulo. Los detalles son importantes porque pueden ser la pista que lleven a la predicción del siguiente movimiento y de la naturaleza del mismo desafío. Solo hay que dejar que se produzca el inevitable fallo humano que, por otra parte, puede provenir de uno u otro lado. Más que nada porque uno de ellos lucha con su pasado en contra y el otro, con su futuro enfrente.
Tal vez, aunque la aventura del triunfo puede ir por otros derroteros, se llega a tener la estructura mental suficiente como para que las pistas de la partida guarden un orden lógico buscado en lugar de algo premeditadamente caótico. Basta con tener los suficientes resortes legales y perversos como para escapar del reflejo que supone tener al otro lado del tablero a alguien que ha asimilado todos los conocimientos que se han podido transmitir. El alumno como reflejo del profesor. Y entonces, esa partida se convierte en un plan urdido hasta lo grotesco con la única finalidad de poner en ridículo al oponente. El ajedrez está planteado. Las fichas comienzan a ser devoradas. Y solo el peón prescindible es la ficha que puede estar incrustada en las filas del enemigo.
Razón e informe de todo el homicidio con sus consecuencias es Ricardo Darín, que sigue siendo una de las mejores miradas del cine actual, intenso cuando debe serlo, elegante cuando se pide presencia, profundo cuando se solicita argumento. Él solo lleva el peso de toda la película porque le sobran cualidades para hacerlo y es totalmente creíble en cada una de sus motivaciones, difusas para cualquier otro intérprete y que aquí se presentan tan claras como un vaso de buen whisky al trasluz.
Por otro lado, no cabe duda de que las intenciones del entramado se encaminan a demostrar que, efectivamente, la misma película es una tesis sobre un homicidio. Quizá un ejercicio aplicado de un alumno aventajado que quiere dar una lección al profesor y que es el mismo espectador. Algo repetitiva en algunos instantes, sorprendente en su desenlace pero inteligente en su desarrollo, Tesis sobre un homicidio es pura verdad dentro de su propia hipótesis. Apasionante en más de una ocasión y también obsesionante con el crimen que plantea, único móvil posible para seres que han perdido el equilibrio en unas vidas que se supone que están prisioneras de unas circunstancias que apenas saben dominar. No hay opción para solucionar un caso que, sobre el papel, pide el juicio del público y que traerá como inevitable consecuencia la visión distinta de todos y cada uno de los que hemos visto la película.
Demasiado fácil es este pequeño ejercicio de tesis. Tal vez sean ustedes lo suficientemente indulgentes como para ponerme una nota que me sirva para seguir ejerciendo detrás de una mesa, escondido del mundo, refugiado de mis sentimientos, derrotado en mis vanidosos desafíos. No quiero aburrirles. Solo comprueben si mi tesis es posible. Con eso y con un vaso de etiqueta azul, me daré por contento.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues a mí me pasa una cosa curiosa con respecto a esta película. Y es que pareciéndome una premisa potentísima y un desenlace interesante, me llega a aburrir. Evidentemente, una de las razones de mi interés radica en Darín, increíble como siempre. No tanto Amman, demasiado preocupado quizá en forzar el acento (qué manía, con lo fácil que hubiese sido haberle hecho pasar por español). Por otra parte da la impresión que al director le preocupa más a veces que se note que ha visto mucho cine y se noten sus explícitos homenajes - desde "Impulso criminal" a "La soga" a ese guiño final a "Ciudadano Kane"- que seguir la propia trama. Y eso lastra. También lastra que la producción siga un poco la estela de "El secreto de sus ojos" como se ha recalcado en la publicidad (detalles argumentales de cierta similitud como el de la foto o el hecho de que todo el asunto de la investigación se organice en torno a una corazonada).

Abrazos delante de un vaso de whisky aguado.

César Bardés dijo...

A mí no me aburre pero sí es cierto que sales del cine con una impresión extraña, como de que no sabes muy bien qué has visto y cómo lo has visto. Es verdad todo lo que dices de los homenajes pero tampoco me parece que eso sea tan primordial para el director. Creo que Darín es lo primordial para el director porque sabe que en "El secreto de sus ojos" estuvo fuera de lo normal y que es un hombre que puede dar la imagen de romántico (como fue en aquella) o de obsesionado con un crimen (como es en ésta). Tienes razón en lo de Amman, no solo preocupado en fingir el acento sino también en dar una imagen permanente de ambigüedad que eso sí que lastra la historia. Aunque la producción siga la estela de "El secreto de sus ojos" a mí me parecen películas muy, muy diferentes, con muy diferentes objetivos y con una profundidad bastante dispar.
Abrazos con la mirada intensa.

Carpet dijo...

Efectivamente, a mi lo que me parece es que donde aquella "El secrero..." se adentraba en una sima, esta "Tesis..." hace snorkel. Eso si nos ponemos a comparar dos películas que tienen sólo como elementos comunes, los produstores, Argentina y Darin.

Y una de las diferencias y de los problemas incluso es el reparto. Lo que aalí era casi perfecto, aquí apenas resiste, la omnipresencia de Ricardo lo puede casi todo, pero para la partida de ajedrez hubiera sido mejor un oponente de más peso e intensidad, Amman está demasiado evidente (el juego que hubiera dado alguien con más dobleces que dira opción a más recelos) y lo del acento es un lastre absurdo.
Y el juego de secundarios es tan secundario que no da posinbilidad de agarre. Así todo está dominado por el mismo personaje (lo que no estaría demasiado mal con otro enfoque).
Ami no me aburrió y tengo la sensación de que vi una buena peli (no una maravilla) pero que se me escapaba entre los dedos la posibilidad de una gran peli. Lo planteado como un duelo de inteligencias y engaños, se queda desigual porque tomamos el punto de vista de un sólo oponente y vamos reaccionando como él, lo que hace que la trayectoria vaya tan conducida que no deja margen a la sorpresa, a la duda, a la indecisión, a la suspicacia...
En ciertos momentos parecía y permitaseme la comparativa "La semilla del diablo" con Mia Farrow convenciada de algo que todos negaban dando explicaciones razonables...El juego de mentes no funciona porque no vemos más mentes que la de Darín, no es "La huella".

Y lo de la corazonada podía estar bien, pero me parece estar demasiado cogido por los pelos...tener casi una certeza sólo por una conversación fugaz y un colgante, es mucho hilar.

No opbstante y como dijo Dex hace poco de un oscarizado actor, ¡¡¡VIVA Ricardo darín y la madre que le parió¡¡¡

Abrazos recelosos.

César Bardés dijo...

Pues estoy básicamente de acuerdo en todo lo que dices, Carpet. Posiblemente esa sensación extraña al salir del cine sea precisamente ésa, es decir, tener la sensación de que sí, de que has visto una buena película pero que, con una premisa tan potente, con un actor como el que hay, la cosa podría haber sido una obra de tomo y lomo.
Yo creo, precisamente, que el principal lastre de la película es su obsesión por darle a la forma las mismas pautas que al fondo. Lo digo en el artículo, la película en sí es una tesis sobre un homicidio. Algo que se plantea sobre una hipótesis que en absoluto es demostrable pero que el protagonista se empeña en demostrar.
Por supuesto, la película tiene otros errores, como el de Ammann, o como bien dices, no hay juego de mentes. En ningún momento se demuestra que el oponente de Darín sea tan maravillosa y diabólicamente inteligente. Todo se deja a la suposición e inducción de una sola mente. Creo que lo de la corazonada, tal y como está planteado, efectivamente es mucho hilar. Falta un paso intermedio, no me molesta que ésa sea la espita que encienda la curiosidad de ese profesor, me molesta que no haya continuidad en ese juego en el que la película tanto énfasis pone de la atención sobre los detalles. Y los detalles tampoco juegan un papel tan importante.
Me uno a los vivas de Ricardo Darín. Con júbilo y acento, si hace falta.
Abrazos atestados.

Carpet dijo...

Y luego hay un juego casi tramposo con el espectador. Eso de que el profesor de criminalistica acceda al lugar del crimen, incluso a la autopsia hasta el punto de robar uno de los objetos de la victima, sin que se sepa bien porqué salvo que conoce a los polis y que la cagó en el caso ¿Latorre?, no recuerdo bien el nombre porqué no nos lo explican.

Hay un momento que me recordaba a un capitulo de "El mentalista!" con un tipo muy observador haciendo una investigación paralela que los torpes policias no eran capaces...algo de Sherlock se admite, algo de Poirot también, pero está muy poco sustentado.

Abrazos sin pesquisas

César Bardés dijo...

No solo eso sino que el juez instructor del caso es el marido de su ex-mujer, lo cual le abre muchas puertas. Es verdad lo que dices de los informes y las pruebas y recuerdo haberlo pensado en el momento de la proyección. Aún asumiendo que es un señor que conserva contactos en el mundo policial y judicial, no puede ser siempre el mismo asidero para que la trama cuadre aún teniendo en cuenta que puede ser que la realidad argentina sea distinta de la nuestra.
Un poco más de curro quizás?
Abrazos capatácicos