martes, 11 de junio de 2013

360. JUEGO DE DESTINOS (2012), de Fernando Meirelles

Quiero dar las gracias desde aquí a todos los que habéis estado dándome ánimos y haciéndome sentir acompañado en estos días difíciles. A Carpet, Dex, Chus y mi querido ex-alumno Nacho que habéis dado un trocito de vosotros para que yo me sintiera mejor. A los múltiples mensajes de condolencia que he recibido, todos ellos cariñosos y llenos de compañía. A las llamadas sentidas de Miguel Rellán, de Miriam Díaz-Aroca y de todos los viejos amigos que han compartido gran parte de mi vida. Todo ha sido mucho más fácil gracias a vosotros. Y os contaré un secreto: cuando me acuerdo de mi padre...solo me acuerdo de cosas alegres...¿Hay mejor herencia que esa? Dedicado a todos vosotros.

La vida es esa gran bromista que nos hace dar la vuelta más larga para encontrar el equilibrio. Puede que nuestra existencia esté coja, o que sea una permanente falta de rumbo que ruega por encontrar lo más parecido a un camino. Los errores del pasado juegan un papel muy importante en el destino porque pueden ser nuevos puntos de partida. Alguien nos recuerda a otra persona. Una decisión aparentemente caprichosa y sucia puede suponer una salida por el atajo más corto. Un breve intercambio de palabras nos puede situar en el filo del peligro y de la tentación. Un leve despiste en el trabajo puede echar por la borda toda una historia de amor.
Y es que, a pesar de que la intención es girar la rueda de las vidas cruzadas en busca del amor, en realidad todo es un compendio de soledades volteadas que rozan suavemente otros sentimientos como el abandono, la decepción, la indecisión o la incomunicación. Todo depende del momento en que nos pille esa encrucijada que propone esta historia porque somos animales racionales, seres que intentan interiorizar los problemas cuando habría que sacarlos fuera, compartirlos, debatirlos y serenarlos. Si no lo hacemos así, el resultado será, inevitablemente, la soledad.
Hace muchos años, más de sesenta, un director como Max Ophüls adaptó la novela La ronda, de Arthur Schnitzler y propuso un juego de destinos en forma de tiovivo en el que un narrador omnisciente se empeñaba en hacer que la rueda girase para que la casualidad fuera un elemento más del amor. Porque el amor, al fin y al cabo, era el motor de nuestras vidas, era la obsesión de nuestros corazones y era la perdición de nuestros sentidos. Tanto era así que siempre ofrecía dos caras de cada uno de los personajes que participaban en aquel lúdico juego de elegancia y sabiduría, lleno de deliciosos diálogos que hablaban de la vergüenza, de la timidez, de la desfachatez, de la nada del intelectual pelmazo o de la decepción previsible del burgués adocenado. Aquí, el director Fernando Meirelles quiere proponer de nuevo una adaptación del inmortal clásico de Schnitzler y lo adapta a los nuevos tiempos que corren. Unos tiempos que se han olvidado del romanticismo inherente de cualquier acto de ensoñación y se inclinan a la soledad intrínseca de cualquier persona que, tal vez, ya hizo su apuesta vital y perdió con estrépito. Con ello, Meirelles pierde tanto encanto como frescura en la idea y rodea todo de un halo de pesimismo para encontrar la redención en el desenlace, cúmulo de casualidades que encajan a la realidad en ese mundo globalizado de decepciones y desprecios. También prescinde del narrador porque no admite la intervención exterior en el entramado de relaciones que hace que todos tengamos algún punto de contacto en apenas ocho o nueve pasos. El resultado es una historia irregular, como la misma vida, que encuentra cimas siempre que un actor como Anthony Hopkins esté en escena y que, con cierta sorpresa, encuentra también simas en algún que otro episodio que parece dirigido con desgana aunque sin abandonar una madura sobriedad que, poco a poco, el director parece que va encontrando. Todo ello sin perder un aire de cierto cansancio dramático frente a la comedia de suaves movimientos que proponía Ophüls. Tal vez porque ya no hay sitio para ilusionarnos con una mirada, con un matiz imperceptible de sensualidad, con una conversación que hace que permanezcamos en el dulce engaño de creer que la felicidad es efímera pero, también, posible.
Así que dejen sus soledades en casa, apuren los tragos que la vida puede ofrecer porque siempre habrá una sombra de arrepentimiento que solo quedará disfrazada por la débil rutina del que no quiere pensar. No dejen que su soledad pase a formar parte de un compendio que no deja de girar para buscar el encaje perfecto a unos destinos que cambian constantemente a través de las decisiones que tomamos todos los días.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bienvenido, César

Es curioso. A mí también me vino a la cabeza la palabra cansancio mientras veía la película. Más que cansancio, hablaría de desgana, es como si Meirelles se hubiese dejado llevar por la apatía a la hora de contar todas estas historias, y hubiese preferido centrarse en una (confírmame si la peli es un encargo). Hay propuestas interesantes y puntos de partida atractivos que sin embargo se malogran al final. A mí por ejemplo me gusta mucho el episodio de la brasileña y el ex convicto, pero al final toda la tensión acumulada en la escena del hotel se queda en nada. Hubiese estado muy bien desarrollar un poco esta historia porque además el tercer vértice de la misma era nada menos que Hopkins.

Además de su relación con "La ronda" yo también creo que esta peli se inscribe en esos nuevos films surgidos con el nuevo siglo que juntan varias historias en diversos puntos del planeta para subrayar que en esta época global más que en ninguna otra todos estamos interconectados. Desde el "Babel" de Inárritu al "Contagio" de Soderbergh, obras todas ellas marcadas por el pesimismo existencial, nada que ver como dices con el romanticismo de Ophuls.

Además, la estructura argumental no es nada nueva. Dando una nueva vuelta de tuerca al esquema de "vidas cruzadas" esto ya lo habían hecho Ventura Pons en "Caricias" o Japar Panahi en "El círculo". Sin embargo, Panahi por ejemplo sabe sacarle todo el jugo a todas las historias que va enlazando pese a la premura de tiempo - y de medios. Meirelles lamentablemente no.

Pese a todo, voy a seguir atento a este Fernando. A un tipo que hizo "El jardinero fiel" no hay que desestimarle así como así.

Abrazos fieles

César Bardés dijo...

Pues no parece que sea un producto de encargo habida cuenta de que la productora de Meirelles está metida en el asunto. Puede que me equivoque y se haya metido él a posteriori pero me extraña. En cualquier caso, la película ha sido un rotundo fracaso en el mercado estadounidense y ha tenido un taquillaje irrisorio.
Estoy de acuerdo en que no llega a desarrollar algunas historias. Es más, opta por desarrollar quizá una de las menos interesantes como es la de Jude Law. Quizá, eso sí, puede que sea una historia más de "vidas lineales" que de "vidas cruzadas". El calificativo de "cruzadas" lo pone él al mezclar una narración con otra cuando la intención de Ophüls fue contar una historia, luego la siguiente con uno de los personajes de la anterior, lo cual le daba la riqueza de los lados poliédricos que tiene cualquier persona haciendo un retrato apasionante de las relaciones humanas aunque fuera desde una perspectiva romántica. No he visto "El círculo" pero la tengo en la lista de espera.
Meirelles y esto es algo que me llama muchísimo la atención, ha aparcado un poco ese estilo de cámara nerviosa que le caracterizaba y está muy sobrio para lo que es él, lo cual habla mucho en su favor. Bien es verdad que la película no llega a las expectativas y Anthony Hopkins es lo mejor que tiene dentro pero, al menos, en la forma de contar se hace bastante más atractivo y bastante menos cansino, que no cansado como lo demuestra tu opinión y la mía.
Buena disección, voto a bríos.
Abrazos quirúrgicos.

CARPET_WALLY dijo...

Nada que añadir a una peli que no he visto y no me atrae lo más mínimo pese a Meirelles o quiza por su culpa (a mi me gustó "El jardinero fiel", pero lo justo, sin cohetes). Irá directamente al disfrute, o no, televisivo allá por el 2014...o tal vez antes que ahora en 6 meses ya está todo el pescado vendido en pantalla grande, dvd, etc y se suelta rápido a las teles para poder seguir haciendo caja...si esta como dices, Wolf ha sido fracaso en taquilla...lo mismo la tenemos en el Plus este mismo verano.

A mi me empiezan a cansar este grupo de peículas "vidas cruzadas", "lineales", "paralelas", "continuas"...Me cansan un poco porque el afán por dar contenido a tres o cuatro historias provoca el paso superficial sobre cada una de ellas. Cuando lo que se cuenta es una comedia con un argumento común, vease "Love actually" o "Que esperar cuando estás esperando", por ejemplo, el problema es menor porque la ligereza del tema y la trama nos aparta de un interés especial por las historias individuales. Pero cuando la película pretende contarnos algo más es muy complicado mantener el nivel de atención entre los diversos dramas y termina siendo muy complicado comprender a cada personaje (algunos muy mal dibujados), sus cuitas y sus destinos...En realidad todas estás películas hablan no sólo de la globalización que dice Dex, ni de la interconexión de la personas, en la mayoria de los casos a mi lo que me llega es un determinismo existencial, una creencia en el destino prefijado, una imposibilidad de cambiar lo que ha de suceder...
El mejor (y peor) ejemplo para mi es "Crash", una película que me parece enormemente sobrevalorada y de la que salvaría pocas escenas en las que no estuviera presente Don Cheadle, a pesar de reconocer el buen trabajo de Matt Dillon.

Abrazos mezclados

César Bardés dijo...

Es verdad que hay un cierto tono repetitivo en este tipo de películas. Y tu análisis es muy certero al diferenciar entre este tipo de películas en puro género drámatico o como comedias. Es evidente que el objetivo de Meirelles es demostrar cuán íntimamente estamos conectados unos con otros pues, en apenas unos pasos, estamos todos relacionados.
En cualquier caso, yo sigo defendiendo "Crash". Me parece una película que tiene, quizá, un punto de vista algo diferente pues se refiere a vidas que, efectivamente, colisionan y toca un tema que, personalmente, me atrae mucho y es cómo las buenas personas son muy capaces de hacer acciones malas y las malas personas son muy capaces de hacer acciones buenas. Algo que me conecta con la típico expresión de "eres tonto". Nadie es tonto y nadie es listo. El tonto tiene acciones inteligentes y el listo tiene acciones tontas y esa manía por etiquetar lo que hacen los demás y lo que hacemos nosotros mismos es estrecha, limitadora y terriblemente egoísta.
Eso sí, estoy totalmente de acuerdo en que la película sube hasta alturas muy apreciables cada vez que sale Don Cheadle, sin duda, lo mejor.
Abrazos lineales.