viernes, 14 de junio de 2013

EL COLOSO EN LLAMAS (1974), de John Guillermin

El viejo desafío del ser humano intentando tocar el cielo con una torre de acero, cemento y cristal se convierte en una trampa mortal para la envidia y la ambición. Solo unos pocos hombres valerosos se atreverán a plantar cara al gigante que escupe fuego por sus ventanas como consecuencia de ese accidente que siempre se ignora al llevar a cabo los grandes retos. Un arquitecto que se da cuenta de que la superación no puede llevarse a cabo a costa de la seguridad. Un constructor que desea que la obra que ha llevado a término sea un símbolo de admiración y del imposible elevado a la categoría de realidad. Un viejo timador que, llevando con elegancia un viejo smoking alquilado, resulta cautivado por algo muy parecido al amor. Una señora que ha encontrado muchas razones en su vida para seguir adelante. Un ayudante que fue campeón de atletismo en sus días de universidad y que cae derrotado por esa bestia salvaje que quema y arrasa. Una mujer que quiere vivir al lado de su amor y que sabe ver todo el talento que hay encerrado en el hombre que ama. Un tipo decepcionado porque se halla a las puertas del fracaso en su matrimonio y que sabe que su suegro admira más a otros que a él. Un jefe de seguridad que trata desesperadamente de prestar ayuda. Y, sobre todos ellos, un bombero que intenta hacer su trabajo con la mayor profesionalidad posible aunque sabe que la lucha contra el monstruo nunca será una victoria total.
La consabida solución de la silla que solo admite uno y que resulta ser, como siempre, un riesgo que acaba por cumplirse es, quizá, el mayor de los fallos. Sin embargo, el agua, sinónimo de vida, que cae como gotas de sudor por los costados del ídolo de cemento, es de una espectacularidad que deja en mal lugar al mismo fuego que no es más que el elemento de destrucción que no piensa, que no ceja y que solo se alimenta del consumo del mismo aire. Aciertos y errores, algo parecido a la misma naturaleza del ser humano.
Cuando esta película se estrenó, en su día, se llegó a decir que contenía el reparto soñado por cualquier director. En la cabecera de cartel estaban dos actores enormes, del calibre de Paul Newman y Steve McQueen, nombres máximos a mediados de los setenta, que compiten en intensidad y dramatismo decantándose el arte a favor del segundo pero sin quitar méritos al primero. Lo cierto es que, aún hoy, El coloso en llamas sigue siendo una de las mejores películas del cine de catástrofes que se han hecho nunca, más que nada porque todos son creíbles en los papeles que desempeñan y porque, en el fondo, siempre supimos que esas torres no eran más que el infierno invertido. Hay cosas superadas, cosas inverosímiles, cosas subrayadas, cosas efectistas y, no obstante, todas las cosas funcionan. Aquí no hay cables recubiertos de nada. Hay un deseo ardiente de conseguir que el entretenimiento sea el agua que apague todas nuestras ansiedades y frustraciones. Tal vez porque todos, de mayores, quisimos ser ese arquitecto y ese bombero…

5 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Si señor, que recuerdos de "El coloso en llamas"...y qué reparto. Ya hemos hablado otras veces de esta peli, una de las primeras y casi únicas que vi con mis padres. Y qué buenos Paul y Steve, según dicen el Mcquenn iba a ser el aquitecto y el jefe de bomberos iba a ser Borgnine, pero a Steve le gustó más lo del uniforme y la manguera y quiso el papel a la vez que recomendó a Newman para el papel de arquitecto. Ambos eran amigos ya ficionados a las carreras de coches, recordemos que Steve había protagonizado uan película aburridisma llamada "Lemans" y que el propio Newman correría en la vida real las 24 horas francesas.

Alguna vez la repesco en televisión y es cierto que algunos efectos no han envejecido bien (a mi en su moemnto me parecieron fascinantemente reales) pero la tensión dramática y de acción está muchos peldaños por encima de otras del mismo género. Se supone que Irving Allen tuvo mucho que ver en eso, aunque Guillermin figure como director principal parece que sólo se hizo cargo de las escenas dramáticas y que allen se encargó de la espectacularidad.

Una gozada de peli, si.

Abrazos ardientes

César Bardés dijo...

Y no olvidemos que Newman también había protagonizado "500 millas" y que, de hecho, Newman y su equipo fueron ganadores de una edición de las 24 horas de Le Mans siendo el ganador más viejo de la historia del mítico gran premio. Estoy seguro que si McQueen hubiera vivido más años, hubieran llegado a correr juntos.
Yo es que creo que el juntar a estos dos fue algo irrepetible. Eran los números uno de la época y los más caros junto con Redford. Entre ambos había muy buen rollo pero McQueen, después de esta película, justo cuando estaba ganando más, cuando todo el mundo le quería en la cabecera de los carteles, decidió tomarse un retiro de cuatro años. Newman parece ser que habló con él varias veces diciéndole que estaba equivocado. McQueen le respondía que estaba cansado, que quería cambiar de papeles, que deseaba el prestigio que Newman ya tenía. Tanto es así que cuando McQueen decidió volver, lo hizo con "Un enemigo del pueblo", basada en la obra teatral de Henrik Ibsen y que aquí en España fue interpretado de manera esplendorosa por Bódalo. Newman le dijo que no, que ése no era el camino para él, que no era lo que Steve tenía que hacer para ganar prestigio. McQueen no le hizo caso y, dicen las malas lenguas, que eso estuvo a punto de costarles la amistad. Lo cierto es que cuando McQueen cayó enfermo, una de las personas que más veces fue a verle fue Paul Newman.
Irwin Allen es que era el productor de todas las películas de catástrofes y luego, un par de añitos más tarde, volvió a repetir la táctica con John Guillermin para hacer "King Kong", que significó el descubrimiento de Jessica Lange. Es posible que eso sea cierto, que Allen se hiciera cargo de las escenas de fuego y que Guillermin dirigiera más a los actores cuando tenían que contar algo a la cámara.
Es cierto que, por entonces, los efectos especiales eran la leche. Siempre recuerdo el tema del agua cayendo por la torre. Una escena espectacular, una cascada urbana contra un gigante que se alzaba desafiante contra el mismo ser humano que se atrevió a crearlo.
La tengo en casa. Lo que pasa es que la han vuelto a doblar con un doblaje espantoso y entonces ya me pongo con la versión original. Escuchar las voces de Steve y de Paul es otra maravilla.
Abrazos aguados.

Unknown dijo...

Buenas noches:
Con películas así, esperando a ser vistas, se puede esperar uno sentado en casa a que aterricen los altos vuelos del cine actual.
César, tienes la mágica habilidad de captar el interés con tus críticas.
Saludos cordiales

CARPET_WALLY dijo...

Supongo que la peli del jueves será "Trance" y no "El hijo de Cain", creo que elegí mal a la hora de acercarme al cine...y no sólo por no poder comentar la peli de Boyle.

Abrazos frustrados

César Bardés dijo...

Hola, Mercurio: Siempre es un placer tenerte por aquí. Muchas gracias por tus palabras. Después de los malos días que he pasado, siempre es un ánimo el que alguien te diga que lo haces bien, que has conseguido captar el interés, que consigo transmitir aunque solo sea una milésima parte de la pasión que me despierta el cine.
Gracias de nuevo. El cine también es poesía.
Carpet, pues no va a ser ni una ni otra. Me negué a ver a Danny Boyle con su psicodelia y su desquiciamiento encubridor de trampas. En cuanto a "El hijo de Caín" es que ya estaba estrenada y prefieren que ande un poco más al día, lo cual a menudo no es fácil.
Abrazos interrogantes.