jueves, 20 de junio de 2013

INSENSIBLES (2013), de Juan Carlos Medina

La mayor debilidad del ser humano es el dolor. El dolor provoca miedo y es algo que nos desgasta, nos hace vulnerables. No lo queremos mostrar porque no es más que un signo de flaqueza que nos destapa y nos descubre tal y como somos. Es algo íntimo que, en muchas ocasiones, preferimos pasar en solitario. Es asomarse al abismo de la nada porque hay demasiadas cosas que nos atan y nos obligan y entre ellas están los sentimientos, todo lo que nos hace personas, todo lo que nos convierte en mirada y lágrima. El dolor es el preludio de la pena.
Pero supongamos que, por unas circunstancias misteriosas, hay algunas personas que son incapaces de sentir dolor. Es un defecto de nacimiento que les impone la etiqueta de monstruos porque, al no conocerlo, no pueden calcular el efecto del dolor en los demás. Y eso es aún peor porque lo siguiente es la inmunidad ante el dolor moral. Casi todos los fundamentos del bien y del mal se basan en la propia moral que nace ante las motivaciones y consecuencias del dolor. Si el dolor no se conoce, si quemarse el brazo es algo tan intrascendente como comerse una chocolatina, entonces es imposible saber que a los demás les daña, les imposibilita y, a veces, se hace un impedimento tan grande que nubla los sentidos, obstaculiza los razonamientos y tritura las consideraciones.
La vida, sin embargo, es una gran maestra. Es una de esas docentes que enseña a las buenas o a las malas, que se preocupa de hacer que la historia venga al encuentro de los defectos y la guerra, la crueldad y la desesperación pueden ser buenas lecciones en el camino de aprendizaje del dolor. No importa si son unos o son otros, si la guerra partió a los hermanos con cicatrices que aún no han sanado, si la represión que los vencedores siempre se toman sobre los vencidos fue tan brutal como injusta. Todo se va llenando de unas insoportables llagas de soledad, de incineración de los sentidos, de arrasamiento de cualquier dilema moral. Si las personas que son capaces de sentir dolor, no tienen ningún sentido de la moral...¿por qué ha de tenerla aquél que no puede probar el daño? Es la última lección de la vida, que se empeña en enterrar la anomalía, en emparedar la verdad desgraciada, en dibujar terribles marcas en la piel de quien no tiene ningún problema ante la visión de la muerte porque, al fin y al cabo, no sufrir también es un dolor espantoso.
Con secuencias de una dureza extraordinaria, sin ninguna piedad hacia el espectador, con espeluznantes saltos de lógica, Juan Carlos Medina ha dirigido este tratado sobre el dolor físico y el dolor moral concebido como una búsqueda del pasado que aún no se ha cerrado y que todavía hiere a quien hurga en sus secretos. Los españoles nos hemos odiado por envidias, por chulerías, porque cada uno se toma el café de una manera diferente, porque no tenemos nada mejor que hacer y volvemos a caer una y otra vez en los mismos errores. Y es imposible encontrar amor donde ha habido tanta brutalidad y tanto ensañamiento. Lo más que podrá haber es sumisión o una simple aceptación de las cosas. Al final, nos miraremos a los ojos y seguiremos siendo incapaces de derramar una sola lágrima por nuestro hermano. Si no es por eso, seguro que seguiremos siendo diestros buscadores de excusas que bordean el analfabetismo aldeano. Jamás cerraremos esas heridas. Nos gusta que permanezcan abiertas. Mientras tanto, seguiremos mutilando nuestros sentimientos, nuestras inquietudes y, sobre todo, nuestros orgullos. Así es como se consigue que la indolencia y la insensibilidad se hagan sitio entre nosotros. La muerte estará para todos al final del camino y aún no habremos conseguido esa lágrima que nos convierte en hombres y mujeres. Solo queda el refugio del olvido. Y también intentamos profanarlo para encontrar una verdad que nunca está bien contada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Uff, pues fíjate que a mí me dio mucha pereza. La premisa era interesante, pero como acabas de confirmarme, muy difícil de manejar. Eso, unido a que Alex Brendhemül no es que sea precisamente mi actor favorito me hizo deshechar la pelicula.

Yo esta semana me decanté por "Un invierno en la playa". Es más, tras descartar a Boyle, pensaba que sería tu artículo. No está mal, se deja ver, pasa como un suspiro. Y esa es su principal virtud y a la vez su principal defecto. Demasiado liviana. Es el típico producto "indie" al que le falta un punto de cocción. Hay que recordar que con mimbres muy similares, Payne hizo hace poco "Los descendientes", desde luego mucho más valiosa. Está bien interpretada, Kinnear es un comediante solvent y a la Connelly la madurez le está empezando a sentar bien. Pero yo desde luego, puestos a sentarme a fisgar en las vidas de unos personajes durante un año entero me quedo con la citada "Los descendientes" o con la estupenda "Another year" de Mike Leigh.

Mientras tanto, seguiremos recordando, como bien sabemos en este blog que el dolor de hoy es parte de la felicidad de entonces.

Abrazos en la penumbra

César Bardés dijo...

Pues yo fui atraído por la premisa. Me parecía interesante. Es verdad que Alex Brendemuhl no es que sea un actor que me encante. Fui más atraído por Juan Diego, de hecho. Lo que pasa es que, claro, Juan Diego sale poco. La película en sí...pues qué te diría yo, no es que tenga un protagonista muy fijado. La historia va dando saltos en el tiempo desde la actualidad hasta los años treinta, cuarenta y cincuenta. Tiene a Ramon Fontseré en el papel de médico y, la verdad, creo que es un tipo que debería mirarse un poco el tema de la interpretación porque si eso es actuar yo soy Marlon Brando. Lo cierto es que fui atraído también porque me parecía una propuesta difícil de manejar, como bien dices. Tiene aciertos, eso hay que reconocerlo, pero le falla en todo lo referente a la lógica. Se le pueden sacar mil defectos. Sales inquieto del cine porque has visto una historia que camina por el filo de una navaja y es complicada de asimilar. En resumen, como diría Alfonso Sánchez, es una propuesta interesante pero realizada con poca gracia. Lo más interesante es su significado metafórico con el que, eso sí, estoy totalmente de acuerdo.
En cuanto a la propuesta que haces de "Un invierno en la playa" me la apunto, sobre todo por la Connelly que me parece una actriz de pies a cabeza. No tanto Kinnear que, a veces, demuestra una flojera que llega a ser irritante. A ver si la veo.
Buena frase final. Me la apunto para que no se me olvide.
Abrazos agradecidos.

CARPET_WALLY dijo...

Pues yo ya comenté que me fui a ver "El hijo de Cain" pese a que la de Boyle me atraía más, pero no nos equivoquemos, su atractivo para mi residía en que creí que sería la comentada este jueves y quería tener opinión formada y no como en mi es habitual.

"Invierno en la playa" era mi elección pero tras el cierre de los Renoir de Majadahonda si quería verla tenía que recorrer varios kilometros. Por tanto nos metimos a ver a Coronado en otra muestra más de cine de genero en castellano. Otro triller psicológico con buen planteamiento que desgraciadamente se va haciendo demasiado previsible y tiene un final, que pese a su intención de resolución total de los cabos sueltos, se convierte en el principal enemigo de la película. Cuando uno juega a engañar al espectador con pistas falsas para sorprenderle hay que tener mucho cuidado porque si la explicación de todo entra en el terreno, no ya de lo inverosimil, sino de lo absolutamente increible, imposible e intragable...pues toda la hora y media anterior aunque tuviera su interés se derrumba y se descubre absurda. Coronado no está mal y el chaval que hace de su hijo compone un personaje muy inquietante, el doblaje del catalán de todos los personajes (menos precisamente el de Coronado) es directamente deleznable...lo cual me lleva a la pregunta siguiente : ¿porque los doblajes españoles de las pelis extranjeras son muy buenos ( o eso decimos) y sin embargo son tan malos o peores los de las pelis españolas o el grabado de las voces sobre el montaje final?...es algo que choca.

En cuanto a la frase de Dex, buenisima, yo también me la apunto.


Abrazos pregrabados

César Bardés dijo...

Es que algo de eso me habían comentado ya con "Hijo de Caín" y, la verdad, se me habían quitado un poco las ganas de verla ya que tenía una cierta libertad de elección ahora que viene toda la tralla.
Te voy a decir por qué los doblajes de las pelis extranjeras son tan buenos y los de las pelis "españolas" son tan malos. En la mayoría de los casos, no siempre, los doblajes de las películas que se han rodado originariamente en catalán lo hacen los propios actores. Me pasó lo mismo con "Insensibles". Y, parece que no, pero hay mucha diferencia entre que el doblaje te lo haga un profesional del doblaje y un actor. Algo de eso ya pasaba en tiempos cuando Banderas se iba a las Américas y se empeñaba a doblarse a sí mismo mientras el resto de las voces que le acompañaban eran de actores profesionales del doblaje. El caso no vale cuando resulta que hay actores de doblaje que también son actores pero son casos muy aislados. El hecho de ver la horrible voz de Ramón Fontseré en la película que yo ví sobre sí mismo perjudicaba al personaje, le quitaba dramatismo y veracidad y además, qué diablos, no clavan tan bien el movimiento de los labios, sencillamente porque no tienen costumbre de eso y porque, ay, la mayoría de los actores que hay hoy en día en pantalla han hecho poco, muy poco teatro y su dicción deja muchísimo que desear. Esto es algo que ya he comentado con algunos profesionales y me han dado toda la razón. Y no solo eso, sino que se han hecho bromas sobre lo mismo en diversas galas.
Abrazos castellanos.