martes, 18 de junio de 2013

PATTON (1970), de Franklin J. Schaffner

¿Está claro, malditos hijos de perra? Hay que ir allí y decirles a esos teutones que se metan las armas y las ansias de expansión por donde les quepa y luego seguir marchando. Hacia el Este, por supuesto. La próxima amenaza es Moscú y esos sí que merecen una buena patada en sus posaderas. Esos tipos, los comunistas y los fascistas, no saben el significado poético de ser soldado. La pasión por combatir es muy superior a la sensación de la derrota. Hay que ir allí, aún más rápido, aún más fuerte y decirles bien a las claras quién manda aquí. Y al infierno con la política, la diplomacia y todas esas zarandajas propias de Washington. No hay nada que se pueda igualar al estampido sordo y agudo de una bala saliendo del fusil. El cuerpo de un soldado desplomándose en medio del campo de batalla nevado hace que la sangre roja dibuje un lienzo desolador de muerte y heroísmo. Es así de simple. Es así de fácil. O se lucha o se muere. ¿Tan difícil es de entender, malditos hijos de perra?
Leer es fundamental para entender el arte de la guerra. Me río yo de todos esos oficialuchos que salen de West Point dispuestos a dar lecciones sobre cómo avanzar, cómo ganar, cómo avasallar y cómo conquistar. No han leído a Aníbal, ni las guerras púnicas, ni siquiera saben cómo piensa el contrario. Saber lo que Rommel va a hacer antes de que lo haga es una táctica reservada solo a vencedores. Menos teórica y más práctica. La guerra es diaria. Es un avión que pasa e intenta matar disparando una ráfaga que pasa por en medio de las piernas abiertas. Es un puesto de observación desde donde se puede ver la evolución de las tropas previendo los movimientos contrarios. Es sumergirse en una carrera para demostrar a esos malditos ingleses que el mayor genio militar es americano. Y cuando todo acabe y los cañones recojan sus lenguas de fuego, entonces habrá que marchar contra esos apestosos rojos que son el próximo enemigo a batir. Pero Ike no lo entiende. No llega a comprender que hay que atajar la herida antes de que se produzca porque esa es la misma esencia de la guerra. Atacar primero, atacar antes, atacar mejor. La guerra no acaba aquí. Es un estado permanente dentro del hombre y no importa lo que digan los de siempre. Malditos hijos de perra…quieren conservar el impulso en formol.
Menos mal que, dentro de algunos años, un tipo llamado Francis Ford Coppola escribirá un guión, otro que responde al nombre de Franklin J. Schaffner lo dirigirá y un actor en estado de gracia como George C. Scott subirá a un estrado con una enorme bandera americana diseñada por un español llamado Gil Parrondo a los sones de una música inolvidable de Jerry Goldsmith y, juntos, dirán la verdad sobre el General George S. Patton. Verán cómo la razón asiste a las palabras y dirán que yo no fui un hombre que no podía vivir sin la guerra. Y mucho menos, una amenaza para la paz mundial. Lo harán muy bien, sí. Tal vez entonces, dentro de veinticinco o veintiséis años se darán cuenta de que cumplí con mi deber, con dedicación y poesía, con dotes de visionario y con energía militar. Y si no lo hacen así…serán unos malditos hijos de perra…

2 comentarios:

Unknown dijo...

Buenas tardes:

Qué pasión la de este hombre por la guerra. Me recuerda al personaje de Renner En tierra hostil con la adrenalina. En Black hawk derribado el personaje de Eric Bana seguía otra motivación, el compañerismo. Sea cual sea la motivación hay un fondo común, el valor de enfrentarse a cualquier situación por comprometida que sea. Los soldados y todos aquellos que se enfrentan de verdad a esas situaciones son los que más pueden hablar de esto. Saludos cordiales

César Bardés dijo...

Es cierto que el personaje de Renner en "En tierra hostil" es un adicto a la adrenalina y que Bana en "Black Hawk derribado" se movía por compañerismo. Sin embargo, "Patton" y lo que lo hace realmente diferente en la interpretación que hace George C. Scott es ese lado de poeta guerrero que lo asemeja a los grandes caballeros medievales. Tácticamente fue un genio militar, bien es verdad que fue inconveniente con todo lo que decía y que, sencillamente, su estado era de permanente conflicto. Ahí va una de sus poesías ya que no imagino mejor destinatario:

A través de los siglos,
entre la pompa y la fatiga
de la guerra,
he batallado, me he esforzado
y he perdido
innumerables veces.

Como a través de un cristal,
veo la eterna contienda,
donde he luchado
bajo muchos nombres y aspectos
pero siempre...era yo.

Abrazos sin rima.