miércoles, 2 de octubre de 2013

EL RESPLANDOR (1980), de Stanley Kubrick

El mal siempre ha existido y siempre existirá. Podrá estar escondido entre las paredes de un hotel construido sobre un cementerio indio en medio del proceso de la locura que vive un hombre que no sabe separar la soledad de la ira. El resplandor es un don que te permite ver cosas que nadie más ve y la locura de Jack Torrance, el hombre que se queda solo con su familia en el Hotel Overlook, es precisamente que no sabe utilizar ese don. Sus visiones son verdaderas pero apenas las comprende y eso hace que se sumerja en un infierno de odio. Comienza a aborrecer todo lo que le rodea. El gran hotel de montaña con sus enormes habitaciones, especialmente la 237, donde habita la belleza absoluta de la creación y el enorme pánico del rechazo y del aliento pútrido de la muerte. Un niño que recorre los interminables pasillos con un triciclo puesto en quinta velocidad. Apariciones, sangre, deseo interminable de dar salida a esa rabia interior que pugna por guardar una enorme frustración personal, una copa que no existe, un vigilante que ya hizo lo imposible por mantener el odio como forma de disfrute. Sí, el mal siempre ha existido y siempre existirá.
En el laberinto de la obsesión es donde se encuentra la raíz del miedo. Mirar hacia adentro y encontrarse con un buen puñado de fantasmas interiores que siempre han luchado por salir es un motivo más para no controlar la ira, para dejar que la esquiva inspiración tome forma asesina. El resplandor es un don que hay que saber utilizar con un dedo o con todo el cerebro. Es un regalo que hay que verter en los demás y no en uno mismo. Es la diferencia entre hablar con un amigo y matarlo. El mal siempre ha existido. Ha habitado en ese hotel desde que la fotografía existe. Ha luchado por permanecer incólume, sin interferencias exteriores por mucha gente que haya podido entrar y salir de ese magnífico edificio. Y siempre existirá porque los actos quedan. El hotel absorbe todas las maldades que han ocurrido y hace que formen parte de su estructura, de su historia y también de su futuro. Es la diferencia de creer que lo que se ven son visiones producidas por el aislamiento y el bloqueo mental o que son realidades fantasmales provocadas por un misterioso don que parece imposible, que es imposible… que ni siquiera puede llegar a imaginarse…
Stanley Kubrick puso en juego mucha de su increíble capacidad visual para hacernos sentir que estábamos caminando por los mismos corredores del horror. Con escenas tremendamente turbadoras (ascensores abriéndose dejando paso a verdaderos torrentes de sangre, una puerta de habitación abierta, unos pasillos fríos con inquietantes dibujos en la moqueta, una mirada fija en un ventanal, un jeroglífico de pasillos que dejan huella…) y con sucesivas bromas al mito sobre su participación en el falso rodaje de la llegada del hombre a la Luna (el niño lleva un jersey con el Apolo 11 dibujado, la habitación 237 indica la distancia en miles de millas a la Luna…), Kubrick dirige a la misma locura intentando asesinar lo razonable, retrata los rincones obsesivos y llega a la misma conclusión de siempre. Este mundo no merece mucho la pena salvo por la inteligencia que algunos pueden demostrar de vez en cuando…

6 comentarios:

dexterzgz dijo...

Y la de palos que se llevó el pobre Stanley por el film- dioss, si hasta le nominaron al Razzie- y la de escuela que ha creado después
Seguro que los que ahora babean con los slashers y las pelis de culto que tanto le deben son los que más abominan del clásico.
Yo que por ser un cagueras tardé tiempo en verla, quedé absolutamente prendado de la atmosfera tan especial que tiene. Es Kubrik cien por cien, esa manera de colocar la cámara, de jugar con los espacios. Todo para que te sientas, como dices, en la escena del crimen. Realmente llegas a sentir miedo, y en este caso no se debe a efectos extras como la música, los efectos. Es un miedo real, no calculado. La película plantea muy bien el descenso a los infiernos de esa mente desquiciada que es su protagonista. Percibes claramente cómo va perdiendo poco a poco la chaveta hasta llegar a cometer las atrocidades que comete. Nicholson nunca ha estado mejor y, aunque para mí su McMurphy de "Alguien voló sobre el nido del cuco" está unos peldañitos por encima del Torrance de esta- creo incluso que la peli de Kubrick puede considerarse un poco complementaria de la de Forman y y no solo por la presencia de Jack-,Nicholson como digo se confirma como el "loco" por excelencia del cine. Con permiso, claro de otros locos maravillosos del cine como Norman, Travis, Hannibal...


Abrazos acojonados (mi amigo invisible también te los envía)

César Bardés dijo...

Recuerdo que yo fui a verla con 14 añitos al cine Paz de Madrid con mi padre. Y, eso me pasa siempre con Kubrick, la sensación con la que se sale del cine es muy incómoda. Nunca he podido vivir un estreno de Kubrick en el que la gente haya salido satisfecha porque la primera impresión siempre es la de un tipo que no sabe muy bien qué quiere contar. Kubrick gana con las revisiones. Eso es un hecho. Sencillamente porque es un hombre que se adelantó muchísimo a su tiempo y, en el momento del estreno, no tiene un público preparado para ver lo que él ofrece.
Quizá en esta película, más que en ninguna otra, se aprecia el increíble manejo de la cámara que tenía el fulano. Esos planos con "dolly" por los pasillos, esa elevación con grúa para ver los progresos del niño jugando en la alfombra, ese seguir a Danny con el triciclo detrás de él como si el espectador fuera otro niño...Todo se confabula para crear esa atmósfera que es inquietante desde el primer momento. Bien dices tú, Dex, que es un miedo real y no calculado. También estás muy acertado cuando dices que su McMurphy está por encima del Jack Torrance de esta película. Estoy totalmente de acuerdo. Kubrick jugó con los actores hasta agotarlos. La famosa escena del bate en la que él acosa a Shelley Duvall se rodó 76 veces con el fin de agotar a Nicholson y que su actuación fuera desesperada. Kubrick era un monomaníaco, un loco pero, lejos de esa sensación entrañable que tienen algunos locos geniales, era un loco genial (y tómese genial como una derivación de la palabra "genio" no de "ocurrente" o de "maravilloso"). No era maravilloso con la gente, seguramente era un poco sociópata pero él se definió alguna vez como un "simple servidor del arte". ¿Hay algún director que pueda decir más?
Abrazos inquietantes (estoy viendo que estás en peligro pero no sé si llegaré a rescatarte)

Lupa Sívori dijo...

“El Resplandor”, esa magnum opus de Stanley Kubrick, es una de mis películas preferidas... y el libro que obsesionó a Jack Torrance es ciertamente fascinante, quizás lo que más me llamó la atención siempre. Esa "novela" –sí es que podemos llamarla así– apuesta por el arte minimalista y conciso, jaja.

Justamente armé un análisis sobre este "especial libro" en mi blog. ¡Te invito a leer mi nota y comentar que te parece!

http://www.viajarleyendo451.blogspot.com.ar/2013/10/un-analisis-minucioso-del-libro-de-jack.html

También, si querés podés seguirme en:

https://www.facebook.com/sivoriluciano

Subo notas de literatura, cine, humor y cultura en general. Saludos!!

César Bardés dijo...

Interesante que te fijes en el arte minimalista y conciso del libro que escribe Jack Torrance. Enhorabuena por un artículo desenfadado y original sobre ese libro que fue escrito íntegramente con la máquina de escribir eléctrica del propio Kubrick, el cual estaba fascinado en esa época por la misma...Quizá Kubrick y su monomanía tienen algo que ver en el diseño del personaje de Jack Torrance.
Bienvenido por estas páginas y un saludo.

Unknown dijo...

Es una película muy perturbadora y es verdad que te hace sentir como si en realidad estuvieras en aquellos corredores; yo la vi en hbogo y me parece que es de las mejores películas de terror que he visto, es perturbadora y te deja con miedo aún días después de haberla visto.

César Bardés dijo...

Bienvenida por estos lares, Dulce. Por supuesto que es perturbadora, y turbadora, e inquietante, y esa sensación de inquietud es capaz de perdurar hasta varios instantes después de haberla visto. Ahí es donde se puede comprobar el genio que hay detrás de las cámaras. Un hombre que, sin haber hecho una película de terror en su vida, conseguía meterte el miedo hasta el tuétano.
Gracias por tu comentario y un saludo.