martes, 10 de diciembre de 2013

LAWRENCE DE ARABIA (1962), de David Lean

Quisiera dedicar este artículo extraído de mi libro "La imagen en el alma" a Nelson Mandela, porque estoy seguro de que era una película que le gustaba. Podría haber hecho un artículo nuevo pero él me dejó imágenes en el alma y creo que era de justicia sacarlo de mi primer libro. Y es que él, con todos sus defectos, hizo que la palabra esperanza no fuera solo un consuelo sino también una obligación. Por ti, Madiba. Cualquier hombre puede ser lo que quiera. En medio de las dunas, el sol puede acabar contigo pero también es la pizarra del viento. Allí, en la arena, se puede dibujar la sangre de una batalla, el orgullo pisoteado, la rebelión enmascarada de manipulación, la matanza inútil, la crueldad que te conduce directamente a bordear el abismo de la locura y las huellas de un inglés que quiso la libertad de un pueblo que no era el suyo. Y la libertad, siempre la libertad, termina cuando la política hace su aparición. El-Orens, el guerrero de valor inextinguible, el luchador de ojos azules que cree que nada está escrito, surge de la nada, como un sueño nacido de las páginas del Corán, y se erige en un caudillo de discutible heroísmo. En medio de la sed de sangre, creerá que es el elegido, el libertador, el perfecto, el hombre de mirada que todo lo ve y nada le afecta. Orgía de desolación para alguien con voluntad de hierro y alma partida. Su desprecio hacia la diferencia de clases y de raza se revelará como algo inevitable en cualquier guerra. Y morir se antoja como el capricho de un destino que se deba en su escondida predilección por acabar con la vida de los demás, y eso es lo que no soporta su espíritu torturado. Él es el elegido, sí…pero saberse el elegido le despoja de sabiduría para traspasar las fronteras de la bestialidad y de una gloria que acaba por destruir sus creencias. Ya sólo espera la muerte, agazapada en una curva. El-Orens era el nombre que los árabes daban al Comandante T.E. Lawrence, del ejército británico.
Peter O´Toole dijo una vez: “Todos los días de mi vida doy las gracias por Lawrence de Arabia” aunque él no fuera, ni mucho menos, la primera opción para interpretarla. El personaje pasó de Marlon Brando a Albert Finney (que llegó a ser contratado) para terminar en un actor en el que David Lean, el director, se fijó a pesar de haber sido un secundario hasta ese momento, por su trayectoria teatral y por su inmensa capacidad para transmitir la tormenta interior de una personalidad en permanente conflicto. Ya lo dijo Michael Caine una vez: "Yo fui suplente teatral de Peter O´Toole y todos los días rezaba para que no tuviera que salir a escena a sustituirle porque sabía que nunca sería capaz de igualar lo que él hacía sobre el escenario".
Junto a él, un Omar Sharif que borda el mejor papel de su carrera, profundo, intenso, algo enigmático, de mirada penetrante (tampoco fue la primera opción pues se llegaron a rodar escenas con el francés Maurice Ronet); Alec Guinness que se revela fantástico como el Príncipe Feisal, manipulador de sentimientos y sublime en su sincero agradecimiento murmurado al Comandante Lawrence: "Mi deuda contigo no la podré pagar nunca"; un Arthur Kennedy (sustituto de un Edmond O´Brien que padeció un infarto a los tres días de comenzar el rodaje) que siempre aporta textura en su búsqueda de héroes inmortalizados en un papel de periodista más oscuro que el rojo sangre que logra retratar, capaz de ensalzar como de aborrecer a la persona que ha encumbrado por puro interés; un Jack Hawkins duro y cruel, sin escrúpulos con tal de conseguir sus objetivos; un Anthony Quinn violento y mercenario, también lleno de matices y de ausencias que completan un personaje caprichoso y beligerante; un Anthony Quayle que admira el empuje de un soldado que él creyó que era uno más; un Claude Rains (qué gran actor) de finísima ironía, agitador del polvo de las ideas para jugar en el terreno siempre traicionero de la política; un José Ferrer que inspira y transpira rechazo en su breve intervención…Todos ellos fueron hábiles intérpretes de una película que te deja con los labios secos y la amargura de la revolución impregnando las ideas de grandeza de algo justo solucionado de manera injusta. David Lean, con una perfección que roza lo bello y lo siniestro, dirigió Lawrence de Arabia con un hermoso y complejo guión de dos escritores de cine tan renombrados como Michael Wilson y el dialoguista Robert Bolt…Y desde entonces, desde que se hizo está película, el cine dejó su rostro en el lienzo espolvoreado de desierto abrasador…precioso en su desolación…en su castigo…en su precio…

5 comentarios:

dexterzgz dijo...

Todo un carácter, sí, señor. Siempre fue la otra, en oposición al carácter dulce de la Andrews en "Sonrisas y lágrimas" o el más entregado de la Novak en "El hombre del brazo de oro". Pero si el melodráma clásico tiene nombre de mujer, Joan, Bette, Olvia, ella merece un hueco bien grande por aparecer en aquella pedazo de película llamada "Con él llegó el escándalo".

Y esto daría para el tranversal ese así algo macabro que hacemos cada vez que se nos va uno/a. Quién nos queda, pues ahí sigue Kirk que ayer hizo los 97, o Eli (98 el sábado) o las "querídisimas" hermanas Joan (97) y Olivia (96) y por supuesto la "benjamina" Lauren (89)

Abrazos míticos

dexterzgz dijo...

(este comentario iba para la entrada de Eleanor Parker)

Por cierto Peter (81)

Abrazos equivocados

César Bardés dijo...

No importa, seguro que Eli te lo agradece igual. A mí siempre me pareció una estupenda actriz. Muy intensa en todos sus registros. Si era pícara, lo era de verdad (con un toque de perversión), si era inocente, lo era de verdad (con una pizca de ingenuidad), si era mala, lo era de verdad (con algo de amargura, incluso). Creo que, además, era muy guapa y fue injustamente tratada por el cine porque nunca se vio en ella a la gran actriz que era.
Qué pocos nos quedan. Qué poca memoria tenemos. ¿Quién conoce hoy en día a Olivia de Havilland? Cada vez caen más rápidamente en el olvido.
Abrazos tristes.

Anónimo dijo...

Qué PELÍCULA..A Madiba seguro que le encantaría, UNA OBRA DE ARTE dónde las haya.

César Bardés dijo...

Estoy seguro de que sí. Es cuando el arte se hace cine.